miércoles, 15 de noviembre de 2006

Gracias a sus negocios, los militares tienen un papel clave en la economia de Cuba

Miércoles 15 de noviembre de 2006

Gracias a sus negocios, los militares tienen un papel clave en la
economía de Cuba

Durante la Guerra Fría, los soldados cubanos se volvieron una leyenda en
la isla al derrotar al ejército sudafricano en Angola. Hoy, los
generales cubanos aplican principios capitalistas para impulsar las
ganancias de todo tipo de negocios, desde el cultivo de frijoles a la
gestión de hoteles y aerolíneas.

Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba alquilan habitaciones a
turistas a través de Gaviota SA, el conglomerado hotelero de mayor
crecimiento en la isla. Vende puros habanos, bienes de consumo a través
de una cadena minorista con presencia en todo el país y ofrece cenas con
langosta en el restaurante Divina Pastora. Los militares también tienen
una gran influencia a la hora de adjudicar minas de níquel y alquilar
lotes para la exploración de crudo en altamar. Según el Instituto de
Estudios Cubanos y Cubanoamericanos de la Universidad de Miami, las
fuerzas armadas controlan más del 60% de la economía.

El papel económico de los uniformados podría acentuarse aún más tras la
muerte de Fidel Castro, quien estaría sufriendo de cáncer terminal. A
pesar de que Castro, de 80 años, se ha opuesto rotundamente a las
reformas económicas durante su régimen comunista de 47 años, su hermano
menor y sucesor, Raúl, ha mostrado interés en los experimentos de libre
mercado. Como ministro de Defensa desde la revolución de 1959, Raúl ha
recurrido muchas veces a las fuerzas armadas como su laboratorio.

Con él y los militares al mando de la economía, Cuba podría estar en
camino de seguir "el modelo chino" de liberalización. Es decir,
experimentar cuidadosamente con iniciativas de mercado en una de las
últimas economías comunistas del mundo, reteniendo al mismo tiempo un
estricto control político. No está claro si un gobierno de Raúl Castro
logrará una transformación al estilo de China. Para empezar, China no
está ubicada a sólo 145 kilómetros de Estados Unidos y sus prósperas
comunidades de exiliados ávidos por transformar su patria. Además,
existe la posibilidad de que las fuerzas armadas extiendan su control
monopólico tras la muerte de Fidel, menguando cualquier competencia.

De todas maneras, las semillas de la reforma económica podrían estar más
firmemente plantadas de lo que muchos creen. Una prueba son los
numerosos viajes de Raúl a China para estudiar las políticas económicas
de Pekín. En los años 90, Raúl envió a oficiales entrenados en escuelas
soviéticas a España, para aprender administración hotelera, y a países
de Europa, América latina y Asia para estudiar contabilidad, dice
Domingo Amuchástegui, un ex oficial de la inteligencia cubana que ahora
vive en EE.UU. Durante algún tiempo, la lectura de libros de negocios
como En busca de la excelencia, de Tom Peters, eran material obligado
para los jóvenes oficiales que querían avanzar en la jerarquía militar,
afirma Eugenio Yáñez, un economista que dio clases de gestión a
oficiales del ejército. Raúl, de 75 años, también fomentó incentivos
capitalistas en las fábricas de las fuerzas armadas. Aunque modestas,
muchas de estas reformas, llamadas "perfeccionamiento empresarial",
fueron radicales en Cuba.

Con el colapso de la Unión Soviética y el fin de sus subsidios, la
economía cubana entró en caída libre. Entre 1989 y 1993, el PIB cayó 35%
y su comercio exterior se derrumbó 75%, dice Carmelo Mesa-Lago,
economista de la Universidad de Pittsburgh.

Para Raúl, la seguridad económica pasó a ser parte fundamental de la
seguridad nacional. "Los frijoles son más importantes que los cañones",
dijo a las tropas en 1994. Desesperado por reducir costos, Raúl redujo
las fuerzas armadas de 300.000 soldados en 1990 a unos 45.000 hoy, según
Frank O. Mora, un experto en asuntos militares cubanos de la Universidad
Nacional de Defensa en Washington. Para revivir la economía impulsó
innovaciones como los mercados de agricultores y animó a plomeros,
peluqueros y otros a trabajar de forma independiente.

A inicios de los 90, Fidel Castro aceptó a regañadientes los cambios,
porque Cuba no tenía otra opción. Entre otras cosas, los hermanos Castro
encargaron a agentes de inteligencia y oficiales de las fuerzas armadas,
sus partidarios más fieles, la tarea de recaudar capital extranjero.

Hacia 2000, unas 1400 empresas estatales eran gestionadas bajo las
técnicas de administración del "perfeccionamiento" o eran evaluadas para
someterse a ese tipo de gestión, según Philip Peters, un ex diplomático
estadounidense y actual director del Instituto Lexington, un centro de
estudios. El administrador de una fábrica de llantas le dijo a Peters en
2001 que las técnicas habían triplicado las ganancias en sólo dos años.

Un estudio del Fondo Monetario Internacional en 2000 aseguraba que las
reformas promovidas por Raúl resultaron "instrumentales" para levantar
la economía a mediados de los años 90. Pero después, Fidel Castro
arremetió contra ellas, argumentando que empañaban la revolución. Hoy,
Cuba depende del combustible subsidiado de Venezuela, que representa
unos US$ 2000 millones al año, y de cientos de millones de dólares de
inversión china en las minas de níquel. Las zonas libres de impuestos se
vaciaron y la cantidad de cubanos que trabajan de manera independiente
ha caído, al igual que los joint ventures con empresas extranjeras.

Sin embargo, el imperio económico de los militares siguió creciendo.
Hoy, el Grupo de Administración Empresarial SA (Gaesa) dirige la red de
compañías de las fuerzas armadas. Su subdirector es el coronel Luis
Alberto Rodríguez, yerno de Raúl Castro. El negocio más importante de
Gaesa es Gaviota, una agencia de turismo que opera 8500 de las 40.000
habitaciones de la isla. Muchos de sus hoteles son de lujo,
administrados por compañías como la española Sol Meliá y la francesa
Club Med. Gaviota también es dueña de la aerolínea Aerogaviota, que usa
pilotos de la fuerza aérea que operan aviones soviéticos renovados.
Además, Gaviota alquila autos y maneja restaurantes gourmet.

Por José De Córdoba
The Wall Street Journal

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