domingo, 13 de marzo de 2011

Cuba ficción

Reformas económicas

Cuba ficción
Bertrand de la Grange
Madrid 12-03-2011 - 1:26 pm.

Un sistema de dos velocidades: negocios jugosos para la nomenclatura y
actividades de supervivencia para la población.

Humidores de tabaco, listos para la pasada Feria del Habano. La Habana,
25 de febrero de 2011. (AP)

Lo bueno de las cacareadas reformas de Raúl Castro es que están
condenadas al fracaso. En lugar de salvar al régimen, ese remedo de
capitalismo que propone el dictador cubano podría acabar de hundirlo.
Por este motivo, y sólo por este, hay que celebrar unas medidas que van
a exacerbar las contradicciones internas y provocar fisuras dentro de la
propia nomenclatura.

En sus desvaríos poscomunistas para mantenerse en el poder a cualquier
precio, los hermanos Castro están apostando a un capitalismo sin
capital, sin propiedad privada y bajo el control férreo del Estado. Más
que una paradoja, es un contrasentido, como lo ilustra el despido
arbitrario de cerca de 500 mil empleados públicos. Una nueva ley les
permitirá trabajar por cuenta propia en unas pocas actividades
económicas (peluquería, taxi o agricultura, por ejemplo) que no podrán,
sin embargo, absorber toda esa mano de obra. Además, otros 800 mil
puestos estatales serán suprimidos en los próximos tres años, según el
plan anunciado por el Gobierno. Todos esos trabajadores tendrán que
buscarse la vida, pero bajo unas reglas restrictivas que son una afrenta
a la libertad de empresa.

Raúl Castro no ha tomado esa decisión porque esté convencido de que el
socialismo no tiene futuro. Lo ha hecho porque el Estado está quebrado y
no puede seguir pagando salarios a millones de cubanos cuya
productividad es casi nula. Y no producen porque reciben una paga
miserable —menos de veinte dólares al mes en promedio—, que no les
incita a trabajar. Con los despidos, el Gobierno se quita un problema de
encima, pero se desentiende de las consecuencias.

El escritor cubano Carlos Alberto Montaner, uno de los analistas más
agudos del exilio y bestia negra del régimen castrista, lo ha dicho de
manera inmejorable en la Conferencia de las Américas, organizada la
semana pasada por el diario The Miami Herald. "Muy dentro de su
formación autoritaria, Raúl cree que ahora puede decir 'hágase el
capitalismo o el cooperativismo' y el milagro sucede. Nadie le ha dicho
que el país dispone de muy poco capital cívico porque ellos se
encargaron de destruirlo, y ese elemento es clave para impulsar el
desarrollo".

Montaner señala, sin embargo, que las medidas de Castro provocarán
"reacciones imprevistas y consecuencias no deseadas". "Todo ello lo
precipitará a nuevos cambios, que a su vez generarán otros desenlaces
insospechados hasta que los planes originales queden pulverizados". El
opositor cubano cita los precedentes chinos y soviéticos, donde los
dirigentes Deng Xiaoping y Mijaíl Gorbachov hicieron reformas para
mejorar el sistema comunista y, a su pesar, abrieron la puerta a "una
dictadura de capitalismo salvaje", en el primer caso, y al derrumbe de
un imperio, en el segundo.

Los Castro conocen al dedillo esas dos experiencias y, hasta hoy, no han
dado un solo paso que pudiera poner en peligro su hegemonía sobre la
vida de sus 11.2 millones de súbditos. Están apostando a un sistema a
dos velocidades: negocios jugosos para la nomenclatura, que se apropia
de los recursos del Estado, tal y como ocurrió en el momento del
derrumbe de la URSS, y actividades de supervivencia para todos los
demás. La isla, sin embargo, no tiene las riquezas mineras ni las
empresas gigantes que permitieron a la cúpula soviética pasar del
comunismo al capitalismo y repartir migajas al resto de la población.

La nomenclatura cubana está ante una disyuntiva: conformarse con una
dirección política incapaz de revitalizar una economía moribunda o
sacársela de encima y desmontar el tinglado burocrático, empezando por
la Constitución estalinista que impide el cambio real. Esa segunda
opción sería un golpe de Estado, algo que nadie se atreve a comentar en
Cuba, donde el ejército no ha levantado cabeza desde que Fidel Castro
mandó fusilar al general Arnaldo Ochoa en 1989. Hoy, a raíz de su grave
enfermedad, el Líder Máximo ya no instila miedo en los mandos militares
y ha perdido gran parte de su autoridad.

No sería sorprendente que algunos oficiales hayan empezado a barajar el
proyecto de desbancar a los hermanos Castro. Si llegaron al poder por
las armas, no sería nada sorprendente que se fueran de la misma manera.
Cuba tiene muchos lugares tranquilos para recibirlos, empezando por la
isla de la Juventud, donde estuvieron presos en tiempos del general
Batista, que, por cierto, los trató a cuerpo de rey.

http://www.diariodecuba.com/opinion/3563-cuba-ficcion

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