jueves, 17 de noviembre de 2011

Jagüey Grande, donde la obra crece

Agricultura

Jagüey Grande, donde la obra crece

La empresa citrícola estatal no solo es incapaz de explotar con
eficiencia las plantaciones, sino que lleva ante los tribunales a
quienes recogen algunas frutas a punto de podrirse

Iván Hernández Carrillo, Colón (Matanzas) | 17/11/2011

Así reza una valla de hormigón a pocos metros de la Carretera Central,
cuando te adentras por la carretera del Pirineo rumbo al poblado de
Agramonte. Perfecta planicie donde a partir del año 1971 se produjo una
dinámica constructiva a favor de edificaciones destinadas a escuelas
para estudiantes de la Enseñanza Media Básica y Superior, a las que se
dio eufemísticamente el calificativo de "Escuelas de nuevo tipo".
Especie de fragua milagrosa de donde saldría el "hombre nuevo", una de
las metas en la extensa, variada y no menos tenebrosa utopía de Fidel
Castro.

En el límite inferior de la citada pancarta, resalta el dibujo de dos
naranjas en el flanco izquierdo y a la derecha un libro abierto, como
para que el viajero deduzca que arribó al emporio citrícola y
educacional por excelencia del país.

A pesar de los años trascurridos jamás había reparado en aquella
pancarta, y mucho menos en el contraste existente entre lo planteado por
el rígido letrero y el agreste paisaje matancero, hasta que un amigo
cercano me exhortó a recorrerlo.

Una mañana de este octubre decidí incursionar por sus caminos y
carreteras montado en mi frágil bicicleta. Hoy puedo asegurarles que
aunque fueron muchísimos los kilómetros pedaleados bajo un sol intenso,
no reparé en el cansancio ni en el agotamiento físico propios de mi
falta de entrenamiento para estos menesteres, pero sí pude comprobar
cómo la demagogia, el inmovilismo político, la ausencia de amor y la
pésima administración de quienes detentan el poder desde el año 1959 en
nuestro país, lo han destruido todo; incluso la educación, la enseñanza
de las nuevas generaciones de cubanos que con tanta alharaca siempre han
llevado como tarjeta de presentación en los foros internacionales donde
se mueve la maquinaria castrista. Ya podrán observar algunas fotos del área.

Para quienes duden de la veracidad de mi artículo, les invito a que
vengan a recorrer los campos de esta región. Podrán sus ojos ponerse en
contacto con el estado grimoso de la mayor parte de sus plantaciones; o
ver cómo solo presentan una fachada constructiva aceptable las escuelas
que fueron preparadas para estudiantes de países latinoamericanos como
parte de las políticas edulcoradas que buscan promocionar a través de la
Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA).

Que vengan los turistas, los de la prensa extranjera acreditados en La
Habana, el cuerpo diplomático en pleno. Se llevarán las manos a la
cabeza en señal de consternación al contemplar el abandono en que han
sumido todo. Podrán comprobar que, no obstante, la madre natura no
retira su prodigio bienhechor y verán los frutos amarillos que denotan
la madurez alcanzada, desvanecerse sobre la tierra, porque esta gente
llegó al poder y se mantiene hace más de 50 años con el único lauro de
haber convertido en polvo y cenizas a nuestra otrora Perla de las Antillas.

Pero digo más. La empresa citrícola estatal que posee la encomienda de
explotar con eficiencia las plantaciones y que las convirtió en un gran
fraude caracterizado por la pérdida total de la rica naranja en las
opciones alimentarias del cubano, es la misma que, usando al cuerpo
represivo por excelencia en nuestro país —la policía—, lleva ante los
tribunales a quienes recogen algunas frutas para comer allí o para
llevar a su familia y resultan sorprendidos por su equipo de custodios,
sin importarles que las naranjas y las toronjas se pudran debajo del
árbol por el abandono estatal.

Como siempre en Cuba, las sanciones son excesivas, abusivas, criminales.
Así resulta la infligida en la causa número 25 del 2011 contra
Francisco, Florencio y Aliester Navarro, quienes por ser tío y primos
respectivamente del ex prisionero de conciencia Félix Navarro Rodríguez,
han sufrido el decomiso de su viejo camión Ford del año 1951, del cual
dependían para lograr el precario sustento a la familia. Florencio fue
contratado por supuestos finqueros del poblado de Torriente, en el mes
de enero, para transportar hasta la capital del país un camión cargado
de sacos de naranjas y las mismas resultaron haber sido recolectadas en
los sembradíos abandonados.

¿Qué hizo el tribunal de Jagüey Grande? Sin tomar en cuenta que
Florencio es un cuentapropista y que posee Licencia Operativa para
efectuar servicio de transporte de cargas, le sancionó a dos mil pesos
de multa y al decomiso del camión. Sanción que afecta por igual a su
padre Francisco y a su hijo Aliester aunque en el viaje solo estuvo
involucrado él.

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/jagueey-grande-donde-la-obra-crece-270608

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