miércoles, 19 de diciembre de 2012

La lentitud de las reformas

Reformas económicas



La lentitud de las reformas

Orlando Freire Santana

La Habana 19-12-2012 - 3:09 pm.



Los cambios realizados hasta ahora no logran mejorar los indicadores

macroeconómicos ni aumentar el nivel de vida de los ciudadanos.



La mayoría de los observadores coinciden en que el actual proceso de

reformas económicas o actualización del modelo, como prefiere

denominarlo el oficialismo, se mueve a dos velocidades: por una parte se

aprecia un mayor dinamismo en lo referido a la cooperativización de

pequeños establecimientos estatales, la entrega de tierras ociosas en

usufructo, así como la ampliación del trabajo por cuenta propia; pero

por otra, resultan evidentes el inmovilismo o la lentitud en las grandes

y medianas empresas, y la persistencia de ciertas estructuras y

disposiciones que obstaculizan el avance de la agricultura.



No faltan voces, por supuesto, cercanas a la maquinaria de poder, que

intentan justificar las dos velocidades, aseverando que la rapidez se

asocia con medidas tácticas, mientras que el andar pausado se relaciona

con decisiones de corte estratégico, las cuales habría que adoptar con

extrema cautela para evadir los errores y bandazos que mucho han dañado

a nuestra economía.



Lo cierto, sin embargo, es que la vertiente pausada de las reformas es

la que parece conformar el verdadero rostro de las transformaciones, y

la que estaría impidiendo, hasta el momento, que los cambios se hayan

revertido en un mejoramiento de los indicadores macroeconómicos o del

nivel de vida de la población.



Por ejemplo, a pesar del anuncio de un nuevo reglamento para la empresa

estatal con vistas a incrementar la eficacia, el proceso de

racionalización de plantillas se haya muy retrasado. Y ese proceso no

constituye una medida más: se trata de un paso clave para que las

empresas ganen en organización y eficiencia, y al final se consigan los

anhelados aumentos en la producción y la productividad del trabajo.



Tales crecimientos en la producción y la productividad, por su parte,

deben de ser las premisas de la no menos ansiada reanimación salarial en

el sector estatal, cuyos deprimidos niveles, a no dudarlo, se inscriben

entre los problemas más graves que afronta la economía.



Según estudios realizados, el valor promedio del salario real en

empresas y entidades estatales el pasado 2011 —no el salario nominal,

sino el real, que es el que determina el poder adquisitivo de los

ciudadanos— apenas fue de un 26% con respecto al valor que lograba en

1989. Y mientras el salario no le alcance a la inmensa mayoría de los

trabajadores para acceder a una vida decorosa, proseguirá la famosa

"pirámide invertida", es decir, el abandono de las ocupaciones estatales

por técnicos y profesionales en busca de labores emergentes, vinculadas

con el turismo o el negocio privado, que les reporten mayores ingresos.

De igual forma, fenómenos como la prostitución, que al menos en La

Habana exhibe ya proporciones alarmantes, continuarán contando con un

considerable caldo de cultivo.



Ambigüedad, contradicciones



A la hora de analizar la lentitud de las reformas en las entidades

estatales es preciso tomar en cuenta dos elementos: la ambigüedad y las

contradicciones.



La primera viene dada por la no muy clara relación que se establece

entre la planificación y el mercado. Se dice —y así lo dispone el

reglamento— que la empresa estatal debe poseer un alto grado de

autonomía. Esa autonomía presupone el creciente empleo de mecanismos del

mercado, como son fijar los precios a sus producciones, escoger a sus

clientes y proveedores, y poder decidir qué empleo se les dará a las

utilidades. Sin embargo, los altos mandos de la economía ratifican que

la planificación prevalecerá sobre el mercado, con lo cual las

prerrogativas anteriores, así otras que faciliten el trabajo

empresarial, pueden quedar en letra muerta.



No es casual que buena parte de los empresarios perciban que la

planificación centralizada, en vez de flexibilizarse, se haya acrecentado.



Al mismo tiempo, resulta contradictorio el mantenimiento de una

legislación para el trabajo por cuenta propia que desestimule la

contratación de más de cinco trabajadores, al tenerse que enfrentar una

carga impositiva superior. Si se precisa eliminar un millón de puestos

de trabajo en el sector estatal, no es difícil imaginar que sean las

labores por cuenta propia las que mejor podrían asimilarlos, ya que ni

el cooperativismo, ni el arrendamiento de tierras ociosas, deben de

ofertar las capacidades suficientes para ello.



Está claro que tales ambigüedades y contradicciones no son más que una

manifestación del temor de las autoridades ante la posibilidad de que

los cambios económicos aceleren las demandas en pos de transformaciones

políticas.



La agricultura no despega



En cuanto a las trabas que aún entorpecen el despegue de la agricultura,

podríamos sintetizarlas en el devenir de las Unidades Básicas de

Producción Cooperativas (UBPC). Recientemente fueron anunciadas una

serie de medidas para revitalizar estas entidades que languidecían tras

19 años de funcionamiento.



Tras enumerarse algunas facilidades que les otorgan las nuevas

disposiciones, se aclara que el plan de la economía nacional será

desagregado hasta el nivel de cada UBPC. Eso significa que el Estado

podrá decidir qué va a producir cada una de ellas, y en qué cuantía, así

como lo que deberán destinar para vender a las empresas de acopio

estatal, con los precios fijados seguramente por estas últimas.

Entonces, ¿dónde queda la añorada e imprescindible autonomía de las UBPC?



Como expresamos al principio, los cambios realizados no han logrado un

mejoramiento de los indicadores macroeconómicos, ni un aumento

apreciable en el nivel de vida de la mayoría de los cubanos, aspectos de

vital importancia si se pretende lograr un consenso favorable a las

reformas. El crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) se muestra

bajo desde 2008, y en los últimos años no alcanza el promedio logrado

por otros países de América Latina y el Caribe.



Mientras tanto, la población padece la escasez de innumerables artículos

de primera necesidad, y contempla sus bolsillos depredados por unos

precios que no acaban de bajar.



http://www.diariodecuba.com/cuba/14533-la-lentitud-de-las-reformas

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