lunes, 25 de agosto de 2014

Se buscan albañiles, plomeros o mecánicos

Se buscan albañiles, plomeros o mecánicos
El más chambón puede ganar en dos o tres días lo que ganan catedráticos
y cirujanos en todo un mes
lunes, agosto 25, 2014 | José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba.- Dos grandes problemas deben enfrentar quienes hoy
necesiten albañil, plomero, carpintero o cualquier otro ejecutor de
oficios con demanda pública. El primero es el problema mismo, en un país
en que no existen enseres de recambio para nada. El segundo problema,
que es el peor, estriba en el hecho de que al contratar a los presuntos
reparadores de sus averías, no conseguirán sino comprarse un nuevo
problema, y bien caro, por cierto.

Medio siglo de implacable exterminio de las tradiciones y del espíritu
de laboriosidad de los cubanos, afloran del modo más crudo en la actitud
de esos hacedores de oficios, en general, aunque ya se sabe que no hay
regla sin excepciones.
Detrás yace una historia de involución humana que se cuenta fácil, pero
que sin duda continuará repercutiendo entre nosotros, para mal, durante
largos años.

Debido a la prohibición de ejercer los oficios por cuenta propia -que
era no sólo su forma tradicional, sino la más eficaz-, en Cuba se fue
reduciendo al mínimo, durante décadas, la cifra de quienes los
desempeñaban. A la gente no le quedó otro remedio que atenerse a las
ofertas del Estado (sólo para unos pocos servicios) en establecimientos
llamados "Consolidados", donde encima de soportar insufribles colas y
una pésima atención, además de una estructura burocrática infernal,
debías sufrir las chapucerías de técnicos deficientemente preparados y
además apáticos, que no recibían más estímulo que un sueldo de hambre a
cambio de su sobrecargada faena, por lo cual tiraban a mondongo el oficio.

Desde el surgimiento de nuestra nación, los oficios se habían asumido
aquí como patrimonios familiares, con particularidades y secretos que se
traspasaban de padres a hijos, con una dedicación y un empeño por
imponer la calidad como crédito que, aunque no estaban recogidos en
reglamentos formales, ni aparecían escritos en consignas para el mural,
ni eran controlados por administradores chupatintas, se cumplían con
rigor y ética que hicieron tradición.

Pero todo aquello se fue a bolina por orden directa de Fidel Castro.
Cuando en los años 90, obligado a distraer la perdiz con livianas
reformas económicas, el régimen volvió a soltar (hasta cierto punto) las
ataduras al trabajo independiente, los oficios -y con ellos la voluntad
emprendedora, así como la honestidad y laboriosidad de paisanos-, habían
sido ya heridos de muerte.

Y claro, ya que tal liberación no fue espontánea, sino imperativo de las
circunstancias, a la hora de su decreto el régimen no tuvo en cuenta que
los oficios demandan el apoyo de una infraestructura que les garantice,
cuando menos, la compra de herramientas y materiales imprescindibles
para su realización.

Si quien ejerce el oficio no dispone de un mecanismo por el que pueda
adquirir legalmente lo que necesita para ejercerlo, entonces quedan
servidas en bandeja las premisas para que se remedie con maniobras
ilegales. Es algo tan obvio que tienta a la sospecha de que fue hecho
adrede, previendo el fracaso de la empresa.

Así, pues, primero, destrozaron la tradición. Luego, dispusieron que
reapareciera, pero bajo condiciones propicias para torcer su sentido y
su importancia social. Finalmente, iban a estigmatizarla como corruptora
y nociva para los intereses del país, mediante el desamparo material,
combinado con la falta de educación y de escrúpulos que les habían
inoculado a sus hacedores desde niños.

Hoy, la honrosa tradición de los oficios está en quiebra absoluta entre
nosotros, no obstante los miles o cientos de miles de paisanos que
podrían mostrar una licencia legal que les acredita como plomeros,
carpinteros o mecánicos, entre otros desempeños que no dominan y que,
para colmo, no están interesados en ejercer con la debida dignidad no
digamos ya profesional, sino elementalmente ciudadana.

Luego están sus altos honorarios, los cuales imponen con exigencias de
adelanto. Si es un carpintero, hay que darle dinero extra y por
anticipado para que "resuelva" la madera y otros materiales. Si es un
mecánico de computadoras, hay que pagarle a precio de oro cada piececita
que se roba, o, de lo contrario, renunciar para siempre al equipo. Si es
un plomero, nadie como él conoce los vericuetos del mercado negro para
los componentes que necesita tu servicio, así es que estás obligado a
darle lo que, según él, ha gastado en comprarlos…

El más chambón entre los albañiles o pintores de brocha gorda puede
ganar en dos o tres días lo que ganan catedráticos y cirujanos en todo
un mes. Si no existieran otras muchas pruebas, esta quizás alcance para
ofrecer una idea sobre el desmadre de lesa cubanía en que incurrió el
régimen al extinguir los oficios.

Source: Se buscan albañiles, plomeros o mecánicos | Cubanet -
http://www.cubanet.org/actualidad/actualidad-destacados/se-buscan-albaniles-plomeros-o-mecanicos/

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