domingo, 15 de febrero de 2015

Cuba audiovisual - Netflix, flexix y Paquetflix

Cuba audiovisual: Netflix, flexix y Paquetflix
Posted on 12 febrero, 2015
Por Gustavo Arcos Fernández Britto*

El pasado lunes, leímos que Netflix, la plataforma que ofrece descargas
on line de filmes y series, abría sus servicios a Cuba. Por el momento,
la noticia tiene solo una validez simbólica puesto que, para el
ciudadano común, internet y los pagos con tarjetas de crédito son solo
una quimera.

Sin embargo, el apreciable gesto de la compañía, se anuncia como
premonitorio de los muchos que vendrán durante el presente año y que
conectarían a la isla con las dinámicas tecnológicas, financieras,
interactivas y de consumo virtual, tan comunes en el mundo contemporáneo.

Ahora, en teoría, los ciudadanos cubanos pueden acceder al extenso
catálogo de películas y programas de televisión que posee el sitio, con
más de 50 millones de suscriptores en todo el planeta. ¿Hay filmes
cubanos allí? Probablemente no, pero… ¿pudieran nuestros realizadores y
distribuidores colocarlos a partir de ahora? Tampoco, puesto que no
existen convenios oficiales entre Cuba y Estados Unidos para la
explotación de los productos generados en nuestra industria cultural y
se sabe que la casi totalidad de los filmes cubanos pertenecen al ICAIC,
o sea, al Estado.

Leyes inoperantes

Cuando en breve tiempo, otras grandes empresas de la informática y las
comunicaciones quieran regularizar sus servicios con Cuba, se toparan
con un país cuyas leyes en este campo se encuentran limitadas en su
acción, pero, sobre todo, inoperantes en el territorio norteamericano.
De tal manera, poco después de establecidas las relaciones diplomáticas
entre los dos países deberán sentarse los expertos legales, para tratar
infinidad de cuestiones sobre el patrimonio, los derechos de explotación
de las obras artísticas y la comercialización de los productos
audiovisuales a ambos lados del estrecho de la Florida.

Tales pactos, reducirán notablemente la llamada piratería, una práctica
mutua que lleva más de medio siglo de aplicación. Del lado cubano fue
legitimada por el gobierno revolucionario cuando el bloqueo y otras
formas de aislamiento internacional cercaron la isla en los años 60 y
70. Por esa época, una parte notable de la cultura universal fue, sin
pedirle autorización ni licencias a nadie, puesta en manos del pueblo.

Habría que decir también, que muchos intelectuales del mundo cedieron
de buena gana sus derechos, identificados con el proyecto social que
recién comenzaba. El copiar y reproducir fue practica reforzada por el
discurso integrador de la Revolución y sus acciones para llevar la
cultura a las masas. En el mismo sentido, ni siquiera se discutían las
cuestiones del derecho de autor con los creadores nacionales, o los
beneficios por la comercialización de sus obras, pues tales
prerrogativas se asociaban con un pensamiento burgués, anticuado e
ideológicamente reprobado. Durante bastante tiempo, el dinero, y su
posesión más allá del salario básico, fue estigmatizado y algunas
palabras (cliente, ganancia, beneficios, mercado, negocios) también.

Aunque, los años han cambiado muchas de estas visiones y el país está
envuelto en un proceso de transformaciones de sus estructuras jurídicas
y legales, la piratería o la ilegalidad están lejos de ser erradicadas.

Piratería, práctica estatal

Practicada en primera instancia por el Estado, sirvió luego para que los
ciudadanos pudieran acceder y compartir todo tipo de contenidos y textos
censurados por el propio sistema. Para muchos, es un gesto de
resistencia que puede darse en el plano de la cultura, pero también en
el tecnológico, científico o financiero.

En nuestro país, aunque existen leyes que protegen el derecho de autor,
el patrimonio nacional, las patentes o la propiedad intelectual, estas
se aplican con discreción. La sociedad misma se ha levantado durante
décadas sobre un extraño tejido que confunde los límites entre lo legal
y lo ilegal, lo permitido y lo prohibido.

En el campo propiamente del cine y las imágenes una parte de los
contenidos, que ofrece desde hace décadas nuestra televisión carece de
licencias de transmisión. Más del 70 % de los filmes que se proyectan en
nuestras salas son norteamericanos y jamás se le ha pagado a los
estudios y distribuidoras de ese país por su exhibición. Desde que se
legalizó el trabajo por cuenta propia apareció la figura del vendedor y
distribuidor de discos, que en la práctica comercializa cada año y sin
pagar derechos de autor, miles de DVD con materiales audiovisuales
realizados en todo el mundo.

Con frecuencia, la televisión ofrece cortos y películas cubanas en su
programación, sin consultar previamente a sus productores y sin pagar en
la mayoría de los casos, a los realizadores cubanos los copyright
establecidos por resoluciones y acuerdos desde hace años. Las
instituciones oficiales colocan en las universidades y centros de
información pertenecientes a organizaciones escolares o juveniles,
cientos de filmes cubanos, para que sean descargados sin ninguna
objeción por todos los interesados, una noble acción, pero que no fue
consultada a los cineastas. Desde hace 15 años vienen proliferando en la
isla todo tipo de productoras independientes que aunque no tienen un
amparo legal, el Estado las tolera.

Lo que vendrá

Las relaciones con Estados Unidos cambiaran de una forma u otra a toda
la sociedad cubana. Veremos radicales transformaciones en múltiples
órdenes, siendo el territorio cultural uno de los que sufrirá mayor
impacto. Inevitablemente, el país deberá potenciar la generación de
materiales audiovisuales de factura propia, algo que debe ir acompañado
de una mayor libertad temática, estilística y expresiva. Urge la
necesidad de crear fondos que fomenten la realización de filmes y
proyectos sostenibles que estimulen al talento nacional.

Pero no basta con producir, sino también, que deben nuestras obras ser
lo suficientemente competitivas que les permita insertarse en los
canales de distribución y consumo audiovisual del planeta. Habrá que
invertir en tecnología, infraestructura y abrirse a la inversión foránea
en estos campos. Alguien pudiera decir que tales oportunidades ya
existen, pero no vale con nombrarlas sino que también deben hacerse
posible, levantando el excesivo control sobre los medios y la
información, que solo genera desconfianza y estancamiento. Debe acabar
de comprenderse que vivimos en una era extraordinariamente marcada y
dependiente de las nuevas tecnologías, un mundo globalizado e
interconectado que se mueve en otras dimensiones y plataformas, una
realidad, que ha transformado las relaciones del poder con los
ciudadanos, los medios y el arte.

No es casual que los realizadores cubanos lleven tiempo promoviendo un
debate serio con los directivos del país sobre el tema del cine y los
medios. Cien de ellos se reunieron espontáneamente hace dos años e
iniciaron un proceso de diálogo y propuestas concretas para articular
cambios en la industria. El eje de toda la cuestión estaría en la
formulación de una nueva Ley de Cine, un aparato jurídico inclusivo que
esté a la altura de los nuevos tiempos. Una nueva visión de todo ese
entramado que incluya no solo la producción de películas sino también su
distribución y exhibición. Debe recordarse que en Cuba, no existe tal
ley, solo la que en 1959, permitió la creación de una institución, el
ICAIC, pero que hoy se ha visto superada por las dinámicas creativas
contemporáneas, donde el cine alternativo tiene enorme protagonismo a lo
largo y ancho de la isla.

Preguntas infinitas

La inversión en nuevas tecnologías e infraestructura tendrá que ser
colosal y se sabe que el Estado cubano no posee tales recursos
financieros, por tanto no le queda otra, que establecer alianzas y
generar un clima beneficioso y legal que genere confianza en los
inversionistas. ¿Cómo pudiera revertirse el calamitoso estado actual de
nuestras salas de cine? ¿Qué será de la programación televisiva cuando
no puedan trasmitirse tantos espacios y materiales de procedencia
extranjera sin pagar los derechos? ¿Qué pasará con las computadoras,
sistemas operativos y software pirateados, cuando Microsoft, Yahoo,
Google, Apple, Viacom, Amazon y otros, decidan establecer oficinas y
negocios en el país? ¿Cómo pudiera crearse un clima de confianza entre
ambas naciones sin la firma de acuerdos en estos aspectos? Ante una
posible regulación en materia de derechos de autor y propiedad
intelectual entre Cuba y EEUU, ¿cómo se articularán los beneficios por
la difusión y explotación comercial de la obra de nuestros músicos y
artistas audiovisuales? ¿Cómo puede potenciarse el talento joven del
país, ahora necesitado de generar contenidos, si la principal escuela de
formación audiovisual carece de tecnología y algunas de sus aulas se
derrumban? Si la Universal o Disney quisieran restaurar o levantar
nuevas salas de cine en Cuba, costeando todos los gastos a cambio de una
cuota en pantalla para sus producciones, ¿les seria permitido? ¿Podrán
los emigrados cubanos invertir en la apertura de canales televisivos,
colaborar con productoras independientes legalizadas o sugerir
contenidos audiovisuales para el país? ¿Podrán hacerlo los norteamericanos?

Mientras se responden esas y otras preguntas. Mientras Netflix y nuevas
compañías desbrozan el camino hacia una integración de Cuba con el mundo
de la informatización, mientras llega la internet y la banda ancha a
nuestros hogares, mientras la burocracia nacional se pone de acuerdo en
cómo responder a las nuevas realidades de un mundo complejo, pero que se
mueve a la velocidad de la luz, los habitantes de la isla, seguirán
"luchando", apelando y disfrutando de la piratería, la innovación, la
adaptación y por supuesto… el PaquetFlix.

*Profesor y crítico de cine. Reside en La Habana

Source: Cuba audiovisual: Netflix, flexix y Paquetflix | Café Fuerte -
http://cafefuerte.com/culturales/22339-cuba-audiovisual-netflix-flexix-y-paquetflix/

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