viernes, 3 de julio de 2015

Cuba cambiará en la medida que los cubanos cambiemos

Cuba cambiará en la medida que los cubanos cambiemos
DIMAS CASTELLANOS | La Habana | 3 Jul 2015 - 5:04 am.

El restablecimiento de las relaciones con EEUU removerá las bases que
permitieron al modelo totalitario decidir la suerte del país y de cada
uno de sus habitantes.

Los mandatarios de Cuba y Estados Unidos acaban de anunciar el primer y
más importante resultado del proceso de normalización de las relaciones
entre los dos países: la reapertura de sus embajadas en Washington y La
Habana.

Los 196 días transcurridos entre el 17 de diciembre de 2014 y el 1 de
julio de 2015 es un período cien veces menor al que transcurrió desde
aquel 3 de enero de 1961, cuando el presidente Dwight D. Eisenhower
decidió romper las relaciones diplomáticas con el gobierno de Cuba. Por
su significación, ese breve tiempo quedará grabado en la historia de las
dos naciones, pero especialmente en la de Cuba, al crearse un escenario
favorable para los cambios que la Isla necesita con urgencia.

El paso del tiempo dirá cuánto durará recuperar lo que se destruyó en
más de medios siglo. En ese sentido la apertura de las embajadas es solo
el primer paso de un largo y complejo camino, pues la magnitud del daño
antropológico sufrido llevará mucho tiempo, esfuerzo y voluntad para su
recuperación. Pero, sin dudas, el restablecimiento de las relaciones
diplomáticas tendrá un impacto inevitable a mediano-largo plazo en las
libertades fundamentales y la reconformación del ciudadano, que
constituyen las dos mayores carencias del pueblo cubano.

Enero de 1959 irrumpió en la historia de Cuba pletórico de esperanzas,
pero el giro hacia el totalitarismo, sufrido por el proceso
revolucionario en materia de libertades ciudadanas, retrotrajo a Cuba a
una época tan alejada como 1878[1]. Ese retroceso, que constituye la
causa primera del estado deplorable de la sociedad cubana, desde la
economía hasta la vida espiritual, es un ejemplo paradigmático de lo que
nunca debió ser, cuyo lado positivo está en que nos indica lo que no
debe y no puede repetirse en nuestra historia.

Por eso más útil que señalar culpables —aunque los hay—, en la visión de
presente y futuro es destacar la cuota de responsabilidad de todos o de
casi todos los cubanos. De igual forma que el desconocimiento de las
leyes no exime de responsabilidad al violador; todos los que de una u
otra forma, por causas que van desde la ignorancia hasta la perversidad
que encierran algunos egos, en mayor o menor medida, somos
corresponsales de lo ocurrido. Quiero pues, en escasas líneas, destacar
uno de nuestros males ancestrales, la responsabilidad personal devenida
indiferencia social.

A la pregunta acerca del significado del restablecimiento de las
relaciones diplomáticas, las respuestas conforman un espectro que abarca
desde las que consideran que se resolvió el problema hasta las que
opinan que aquí nada va a cambiar; pero la más generalizado en las
respuestas es la ausencia del papel del cubano como ente activo en ese
proceso, un dato importantísimo que no puede ignorarse si se quiere
entender y transformar nuestra realidad.

Los cubanos, despojado de las libertades y los espacios que conforman el
oxígeno del ciudadano, perdieron la noción de responsabilidad cívica. Su
participación durante más de medio siglo quedó reducida a apoyar o
rechazar lo inducido por el poder. Los que hoy cuentan con 70 años de
edad tenían solo 14 en aquel 1959: lo único que han conocido hasta hoy
ha sido la subordinación a un poder totalitario. Por tanto resulta
lógica la indiferencia generalizada ante los actuales sucesos.

En el evangelio de Marcos (1.14-15), se narra una de las experiencias
cristianas que hoy tiene tanta validez como la tuvo hace dos mil años.
Según Marcos, cuando Jesús regresó a Galilea empezó a anunciar las
buenas noticias de Dios, decía: "Ya ha llegado el momento, el reino de
Dios está cerca. Cambien su manera de pensar y de vivir, crean en las
buenas noticias."

Desde esa óptica, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas
entre Cuba y Estados Unidos puede ser un factor importante para la
recuperación de las libertades perdidas y de la condición de ciudadano.
Pero ese factor resultará nulo sin el cambio en la manera de pensar y de
vivir de los cubanos. Parafraseando a Jesús, "ya ha llegado el momento",
el cual tiene que ser acompañado, como él lo hizo, con acciones
dirigidas, en primer lugar, al cambio de conducta, que incluye asumir
una responsabilidad en el cambio.

Por tanto, la trascendencia histórica del restablecimiento de las
relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos depende de la medida
en que seamos capaces de cambiar para recuperar la condición de
ciudadano, que a su vez, es una necesidad insoslayable para salir del
estancamiento en que vivimos.

Los discursos del mandatario estadounidense, desde el 17 de diciembre
hasta hoy, no exigen las libertades ciudadanas como condición para el
restablecimiento de las relaciones diplomáticas. Contienen una renuncia
explícita a mantener una política fracasada y el reconocimiento de que
"si algo no funciona podemos cambiarlo y lo cambiaremos". Con ese giro,
sin renunciar al compromiso con los derechos humanos, se despoja al
Gobierno cubano de los argumentos de "plaza sitiada" y de "enemigo", que
le permitió anular toda manifestación contraria dentro de Cuba. Ahora,
en el nuevo escenario, los cambios que realmente Cuba necesita, dependen
del cambio de conducta, similar a la contenida en las palabras de Jesús
en Galilea.

Si el paquete de medidas anunciadas por la Casa Blanca abre un proceso
de transformaciones favorables al renacimiento y fortalecimiento de la
sociedad civil, el resultado depende de la disposición, capacidad e
inteligencia de los cubanos para aprovechar un escenario que a
mediano-largo plazo removerá las bases que permitieron al Gobierno
decidir la suerte del país y de cada uno de sus habitantes.

Lo anterior le brinda a la reanudación de relaciones diplomáticas
—aunque sea sólo el primer paso de un largo y difícil camino— una
dimensión que la ubica como el hecho de mayor trascendencia política en
Cuba después del primero de enero de 1959.

Sin desconocer los grandes obstáculos a superar, el restablecimiento
aleja una salida que amenazaba con la violencia y con una emigración
masiva hacia Estados Unidos, a la vez que removerá las bases que
permitieron al modelo totalitario decidir la suerte del país y de cada
uno de sus habitantes. Por eso la decisión es útil a los intereses
estadounidenses; útil al Gobierno de la Isla y útil al pueblo cubano,
siempre y cuando seamos capaces de cambiar y saber aprovechar ese
escenario favorable para el empoderamiento.

Por tanto, el éxito de las medidas anunciadas por la Casa Blanca y de la
reanudación de las relaciones diplomáticas, no dependen tanto de la
voluntad del régimen como del pueblo cubano; algo que no puede suplir
Obama ni ninguna fuerza externa: Cuba cambiará en la medida que los
cubanos cambiemos.

[1] Con la firma del Pacto del Zanjón, con el que finalizó la Guerra de
los Diez Años, se instituyeron un conjunto de libertades cívicas y
políticas que dieron nacimiento a la sociedad civil cubana, refrendada
legalmente.

Source: Cuba cambiará en la medida que los cubanos cambiemos | Diario de
Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1435874978_15488.html

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