jueves, 5 de mayo de 2016

El “cubalse” maravilloso

El "cubalse" maravilloso
Percances de una jaba de compras y su dueña
Osmel Ramírez Álvarez, Mayarí | 05/05/2016 9:36 am

Yisel era una muchacha encantadora, jovial y pícara, con una energía
inagotable. Excitaba y contagiaba verla así, viviendo al máximo. Su pelo
rubio natural cayendo en lengüetas y moviéndose constantemente por el
modo nervioso en que se conducía; además de sus ojos azules siempre
húmedos y aquella espontaneidad al hablar, que la llevaba a meterse con
todo el mundo de una forma agresiva y jocosa a la vez. Todo ese cóctel
de singularidades hacía de ella un atractivo espectáculo de la naturaleza.
Era imposible pasarla inadvertida y no había cosa que quisiera que no la
hiciera al instante, porque de tímida no tenía ni un pelo. Todos sus
compañeros y conocidos en la Universidad de Oriente de Santiago de Cuba,
la llamábamos simplemente Yisi.
En el aula era intranquila y aunque no se destacaba académicamente,
sacaba las pruebas con relativa facilidad. Yisi nunca tenía un novio
serio y era de entender. La relación más estable que tuvo fue en primer
año de la carrera, un año antes de esta historia. Fue apenas comenzando
cuando dirigió su mirada hacia el edificio de los estudiantes
extranjeros, que casualmente era el único que estaba pintado, en buen
estado, con baños decentes y una sala de televisión llena de asientos
esponjosos. Casi todos los extranjeros eran africanos y no sé si era
debido al deseo de explorar nuevos horizontes raciales, pero casi todos
se derretían por nuestras rubias y por coincidencia de la vida, a
nuestras rubias le sucedía lo mismo con ellos.
Mientras caminaban por el pasillo, al frente del susodicho edificio, el
cuello se les torcía por la curiosidad y al menor gesto estaban animadas
por conversar con ellos, con un tremendo derroche de sonrisas. Acto
seguido ya estaban de novias y, ¡créanmelo!, se veían de lo más
enamoradas. Yisi rápidamente despertó el interés de varios de ellos y no
tardó en aceptar a un angolano, alto y corpulento, que duró con ella
tres meses a lo sumo, lo cual era un récord.
A Yisi le pasaba de todo y siempre llegaba al aula, o a la beca,
contando una historia fantástica o dramática. Recuerdo cuando le
arrancaron de un tirón la cadena de oro que le regaló su papá al cumplir
quince años. Fue un jovencito en bicicleta que pasó como un zepelín por
su lado, mientras bajaba por el Rectorado y casi la deja sin cuello.
En otra ocasión tuvo una pelea feísima con un hombre negro, inmenso y
peligroso, que le quería vender un billete falso de divisa. Se atrevió a
enfrentarlo y gracias a un policía que pasaba el delincuente la soltó y
se escabulló entre las laberínticas callejuelas. Ese día llegó casi sin
aire y no crean que contaba estos hechos como lo hago yo, ¡no!, ella los
adornaba con decenas de malas palabras y aquel tono medio cómico. Era
inevitable reírse, a pesar de sus protestas.
Pero un día Yisi llegó al grupo, como de costumbre, lista para contar su
epopeya y ninguno de nosotros logró hacer siquiera una pequeña mueca que
simulara una sonrisa. Al contrario, nos dejó pasmados y expectantes,
locos por saber lo que le había ocurrido esta vez. En verdad lucía ser
cosa muy seria. Su mirada estaba llena de ira, sus ropas rasgadas y
sucias por tramos, y por su boca salían montones de injurias y
obscenidades. Era evidente que algo grave le había ocurrido.
Resulta que esa tarde faltó al primer turno para comprar algunas cosas
para su aseo personal (desodorante, jabón, etc.) en la tienda Fantasía,
que en aquellos tiempos de inicios del período especial (1994) era la
única que vendía en divisas en todo el Oriente cubano. O para ser más
exacto, la única que vendía algo, porque las normales en pesos cubanos
no ofertaban nada: estaban "peladas". Los trabajadores jugaban parchís
en los mostradores de tanto ocio.
La tienda en cuestión estaba, y aún está, en la Avenida de Sueño,
relativamente alejada de la Universidad. Pero entonces era obligatorio
ir a pie ya que no funcionaba ningún tipo de transporte público en toda
la ciudad.
No todos podíamos darnos el lujo de comprar esas cosas para el aseo que
hoy parecen normales. Yisi, sin embargo, hacía buen dinero vendiéndoles
huevos de pato a los extranjeros, los cuales traía de su casa en
Manzanillo. Según nos dijo, llegó a la tienda, se "jamó" la tremenda
cola de siempre (repito sus palabras literalmente), compró lo que quería
y salió disparada de regreso a la Universidad.
Pero cuando venía bajando la central y fue a cruzar la avenida que
conduce a Yarayó, para seguir por la acera de la terminal
interprovincial, un joven negro, bien corpulento, con una potencia
muscular como para picar 600 arrobas de caña en una jornada, le arrebató
el "cubalse" que traía en una de sus manos con su minúscula compra.
Por suerte y por desgracia a la vez el cubalse, como le llamamos
nosotros los orientales a cualquier javita de compras que sea de nailon,
estaba enrolado en su muñeca. Como en aquella época las javitas no
tenían la mala calidad que tienen hoy día, aquel cubalse era irrompible
y cuando el ladrón lo tomó bruscamente y salió disparado con toda su
fuerza, Yisi no lo pudo soltar. Cayó en la calle atada por su muñeca
derecha y durante unos 30 segundos fue arrastrada en plena avenida, por
lo menos 10 metros, hasta que el delincuente se percató de que era
imposible que ella se zafara o que el cubalse se rompiera.
Si llega a ser uno de los de ahora, no tardaba un segundo en romperse y
Yisi no se hubiese dañado tanto. Son tan malos que en la tienda te echan
un jabón y se sale por el fondo. Yo creo que con el nailon que hacían
una javita de las de antes hoy se hacen tres o cuatro, gracias a esa
estrategia suicida de hacer más con menos. Pero aquella generación de
cubalses era una joya en verdad y por ser una novedad de la incipiente
economía de mercado, y por las carencias que había, los negociantes las
traficaban desde La Habana y Santiago. Hasta los estudiantes las
comprábamos para llevar los libros a la escuela y mucha gente hacía
viajes largos con toda la ropa en un cubalse gigante a falta de maletas.
Más allá de la necesidad, era tremendo "toque" en esa época. Muy fashion
para los cubanos de entonces.
Nos contó Yisi que se paró lentamente, consternada por lo ocurrido y
preocupada por si un vehículo a exceso de velocidad terminara
atropellándola, para completar su desdicha. Aquella esquina es
peligrosísima, pues hay una curva y los que vienen tienen poca
visibilidad. Cuando logró incorporarse, se percató de que estaba rodeada
de gente, que lejos de ayudar solo miraban. Lucían igual a los
periodistas de las películas, que por estar absortos en cubrir la
noticia se olvidan de auxiliar al dañado. Tuvo entonces conciencia plena
de que mientras fue atacada, muchos miraban y nadie ayudaba. Fue por
ello que los apartó con blasfémicas e iracundas palabras, que no puedo
repetir aquí por decencia.
Yisi se pasó varios días luciendo un buen remellón en el codo y
antebrazo derechos, y observando en su taquilla la ropa rasgada que
nunca más pudo usar. Lo más gracioso de todo, o tal vez lo único, es que
dos o tres días después, mientras hablábamos de este asunto en el aula,
en uno de esos intermedios que se dan entre turno y turno de clases, una
de nuestras compañeras le comentaba con dolor lo mucho que lamentaba que
el cubalse no se hubiese roto, ya que así no hubiera sufrido semejantes
heridas. De súbito Yisi, con su magistral espontaneidad, le dijo: "¡Tú
estás loca!, gracias a Dios que el cubalse no se rompió, la piel se
recupera, pero el dinero no; bastante trabajo que pasé para conseguirlo".
¡Era increíble aquella muchacha! Todos nos quedamos boquiabiertos por
unos segundos y después soltamos al unísono grandes carcajadas. Solo
Yisi podría reaccionar así; solo ella era capaz de tener una
interpretación tan pragmática de los sucesos. Resulta que para ella
aquel cubalse tan fuerte no fue un obstáculo para librarse de una buena
arrastrada en plena calle; por el contrario, fue el salvador de su
preciada mercancía frente al joven ladronzuelo. Los remellones, ¡bah!,
poca cosa, ¡pequeños daños colaterales!
En resumen, la valiosa mercancía fue salvada y todo gracias a ese
"cubalse maravilloso"; que dicho sea de paso, pertenece a una generación
de javitas infelizmente extinta.

Source: El "cubalse" maravilloso - Artículos - Cultura - Cuba Encuentro
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http://www.cubaencuentro.com/cultura/articulos/el-cubalse-maravilloso-325480

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