lunes, 15 de agosto de 2016

Cuba y las respuestas ante el shock venezolano

Cuba y las respuestas ante el shock venezolano
Ago 14, 2016

Finalmente se confirmaron las predicciones. En la sesión de la Asamblea
Nacional, en el mes de julio, el gobierno cubano anunciaba que este año
2016 ocurriría una contracción de los suministros de combustible
pactados con Venezuela. El impacto que enfrentará la economía cubana a
partir de 2016 será agudo, dilatado y, en cualquier escenario, parece
que llevaría al país a una recesión.
La magnitud y duración en el tiempo dependerá de cómo siga evolucionando
la situación económica y política en Venezuela y de la capacidad de ese
país de sostener, al menos parcialmente, los acuerdos con Cuba.Pero
también dependerá de la respuesta de política económica que diseñen las
autoridades cubanas para amortiguar el shock y salir de la eventual
recesión. En principio, el impacto no será de la misma magnitud que el
experimentado a partir de 1991. Por el momento, el país no se dirige a
un nuevo Período Especial, crisis iniciada a principios de la pasada
década del noventa, cuando el producto interno bruto (PIB) cayó 35 por
ciento.
La economía cubana, ciertamente, está más diversificada; pero, así y
todo, las zonas de vulnerabilidad son amplias, tanto a escala
macroeconómica como para las familias más dependientes de los ya
deprimidos salarios estatales y pensiones. El shockde la balanza de
pagos Dado que el país dejará de recibir una proporción de su petróleo
con los precios y condiciones financieras favorables pactadas con
Venezuela, se intentará, en primera instancia, reducir el consumo de
combustible. El exministro de Economía Marino Murillo explicaba, en la
sesión de la Asamblea Nacional de julio, que tal recorte a las empresas
e instituciones estatales sería en promedio de 28 por ciento.
Los sectores que garantizan exportaciones (por ejemplo, el turismo y el
níquel) y otras actividades clave tendrían garantizada la totalidad de
la cuota de energía planificada, pero otros sectores recibirán recortes
de hasta 50 por ciento. El objetivo del gobierno es no afectar el sector
residencial y evitar a toda costa los apagones a la población. Murillo
también explicaba que es prioridad sostener el abastecimiento en los
mercados de consumos y los servicios vitales a la población.
Sin embargo, es muy poco probable que el país pueda sostener de manera
indefinida este recorte, por lo que en algún momento deberá salir al
mercado internacional a comprar petróleo a precios más altos y en
condiciones financieras más exigentes. La reducción de los despachos de
petróleo desde Venezuela obligará, probablemente, a seguir comprimiendo
las operaciones de la refinería de Cienfuegos.
Esta es una actividad que le venía reportando al país importantes
ingresos por exportaciones. Las exportaciones cubanas también se
afectarán por la reducción de ingresos desde los servicios médicos
cubanos en Venezuela, dado que existe un mecanismo de indexación con los
envíos de petróleo. Las exportaciones cubanas se han visto perjudicadas,
además, por los menores precios del níquel, el azúcar y las afectaciones
climáticas sobre la agricultura cañera.
Sumando todos los factores anteriores se podría esperar una contracción
de las exportaciones en 2016 de alrededor del 23 por ciento, medidas a
precios corrientes. Se esperaría una disminución de las exportaciones
corrientes mayor que de las importaciones corrientes, en parte porque
los términos de intercambio se deterioran con la reducción de los
vínculos con Venezuela. Todo lo anterior describe un complicado shock
sobre la balanza de pagos cubana. En los últimos años, el balance de
bienes y servicios en la balanza de pagos cubana ha sido positivo; en
2012 llegó a representar 5,2 por ciento del PIB. Este excedente le ha
permitido al país pagar sus compromisos de deuda externa y las
obligaciones con los inversionistas extranjeros.
Pero, obviamente, un cambio de signo en este balance pondrá en riesgo
los pagos a los acreedores e inversores extranjeros. Existe alguna
probabilidad de que ocurra una situación de "corralito financiero" e
impagos, similar a la acontecida en 2008 y 2009. Todo depende de la
repuesta de política econó- mica que empleen las autoridades cubanas. El
turismo, en algún grado, será una tabla de salvación. Con un crecimiento
de dos dígitos en el arribo de visitantes, compensará parcialmente el
déficit de divisas, ayudará a sostener la demanda en los servicios de
los negocios privados y a paliar la difícil situación por la que
atravesarán las familias. Al igual que en la pasada década del noventa,
será uno de los motores que ayudarán a salir de la crisis. La inversión,
la agricultura, la industria y el consumo de las familias caerán,
inevitablemente, sobre todo en 2017.
En 2016 las empresas cubanas y la asignación centralizada de recursos
podrán amortiguar el shock con los inventarios de insumos y bienes
finales, con las reservas disponibles y con el aplazamiento de pagos a
los proveedores. Sin embargo, en 2017 el ajuste tendrá que ser mucho
mayor. Ajuste de gastos y topes de precios no son la única respuesta
posible Hasta el momento, la orientación de la política económica parece
ser recortar gastos, ajustar el plan de suministros de combustibles y
topar precios. Ninguna referencia se ha hecho aún sobre la necesidad de
acelerar y profundizar los cambios estructurales.
La crisis en Venezuela no parece tener una solución a corto plazo, por
tanto, se esperaría que en algún momento las autoridades cubanas tomen
conciencia de la necesidad de enfrentar la crisis no solo con un ajuste
procíclico de los gastos, lo que en última instancia empeora la caída
del PIB; sino que promuevan políticas de liberalización de los mercados,
una mayor apertura externa y redirijan el país hacia una nueva forma de
inserción en la economía internacional alternativa a Venezuela. Las
opciones para amortiguar el impacto con cambios estructurales son varias.
Pero hay algunas que destacarían como las menos complicadas de
implementar y con potencial de mayor impacto en menores plazos: – Darle
luz verde a los proyectos de inversión extranjera que están en proceso
de aprobación, en particular en el sector turístico y la Zona de
Desarrollo Especial Mariel. – Priorizar a las empresas turísticas en la
asignación centralizada de las divisas dado que es hoy día el sector
exportador de mayor dinamismo. Completar todos los cambios estructurales
que se requieren para multiplicar los encadenamientos de este sector con
la agricultura, la industria ligera nacional y el sector privado y
cooperativo. – Expandir el espacio a la pequeña y mediana empresa
privada y las cooperativas.
Para ello se deben crear nuevas licencias para todo tipo de actividades
privadas y cooperativas vinculadas al turismo, los servicios
informáticos y producción de software, la industria ligera y los
servicios profesionales como abogados, contadores, publicistas, entre
otros. – Eliminar el monopolio estatal sobre el comercio externo. Se
deben eliminar las restricciones para el acceso a insumos y bienes de
capital físico para los agricultores, las empresas privadas y las
cooperativas. Por su parte, los topes de precios que se han aplicado,
desconociendo la situación de los costos y sin ser conciliados con el
sector privado, provocarán más desabastecimiento en los mercados de
bienes y servicios y generarán desconfianza en las reformas. La prensa
estatal debe dejar de alimentar la hipótesis de que el sector privado
está lleno de especuladores que manipulan los precios.
Los precios han subido debido a la coyuntura económica. El incremento de
precios tiene como cara positiva, que funciona como un mecanismo que
incentiva la producción y la oferta de servicios; de esta manera
garantiza que no haya desabastecimiento y que los precios regresen a sus
niveles anteriores cuando cambie la coyuntura económica. No obstante, si
se calcula que el costo político y social de la inflación en estos
momentos es demasiado alto, al menos debería conciliarse la política con
el sector privado y buscarse una solución intermedia que permita el
funcionamiento del sector privado con la menor inflación La estructura
de la economía cubana ha cambiado.
Ello obliga a cambiar los instrumentos de la política económica y a
promover la coordinación entre los diferentes actores económicos: sector
privado, los trabajadores y el Estado. No puede pretenderse el manejo
del sector privado con los mismos instrumentos y controles que se han
aplicado para las empresas estatales.
La opción no es dejar los precios fijos, ignorando la nueva realidad
económica, y a la fuerza buscar que se cumplan. Se requiere de un
diálogo con el sector privado. Hacia una política cambiaria activa En el
ámbito de la política cambiaria, una acción que estaría a la mano del
gobierno sería la devaluación de las monedas nacionales en relación con
el dólar. En particular, ayudaría a la competitividad del turismo la
devaluación del peso convertible (CUC) respecto al dólar estadounidense.
La devaluación del CUC abarataría el destino Cuba y lo haría más
atractivo en términos de precio, en relación con otros mercados en la
región. Ello ayudaría a sostener las tasas de expansión de dos dígitos
de los últimos trimestres.
La tasa de cambio oficial del peso convertible es de 1:1 en relación con
el dólar estadounidense (además se aplica un impuesto de 10 por ciento
cuando las personas naturales venden dólares en efectivo). Si se devalúa
el peso convertible en 30 por ciento, por ejemplo, ello implicaría
establecer una tasa de 1,30 CUC por un dólar. Podría aplicarse al mismo
tiempo la devaluación de la tasa de cambio oficial del peso cubano,
quedando en 1,30 CUP por un dólar. La relación entre el CUC y el CUP con
respecto al resto de las divisas internacionales seguiría dependiendo,
como hasta ahora, de la tasa de cambio del dólar en los mercados
internacionales.
Hasta que el gobierno de Estados Unidos no pruebe que se han eliminado
las restricciones a Cuba por el uso del dólar, no habría razón para
eliminar el impuesto de 10 por ciento. Con la devaluación, todos los
exportadores en general tendrían un incentivo adicional, al poder
recibir más CUC y pesos cubanos por cada dólar exportado. De esta manera
podría producirse un incremento de salarios a los trabajadores en las
empresas que más contribuyan al ingreso de divisas al país. Los
importadores, en cambio, tendrían menor capacidad de compra en dólares,
lo que ayudaría al ajuste de la balanza de pagos. Ciertamente, la
devaluación en el corto plazo tiene un efecto negativo sobre los
inversionistas y proveedores con cuentas e ingresos en CUC, pero debe
valorarse como una acción que facilita un ajuste más ordenado en la
balanza de pagos y que ayudaría a evitar un "corralito financiero" en
los bancos cubanos.
Es preferible una respuesta de política que lleve a un cambio
generalizado de los precios relativos y a un ajuste de los valores
reales de activos y pasivos, que tener que llegar a congelar depósitos
bancarios, afectar la credibilidad de los bancos y recrudecer el control
de cambio y la asignación discrecional y arbitraria de las divisas
disponibles. La devaluación presionaría a una mayor inflación. Pero el
efecto inflacionario sobre los precios finales podría absorberse con la
reducción de los altos márgenes comerciales con que trabajan las cadenas
estatales minoristas que comercializan en CUC. Por tanto, la devaluación
del CUC no afectaría a la población, más allá de algún incremento
puntual y moderado de la inflación que pudiera acontecer en los mercados
informales.
Devaluar el CUC afectaría muy poco el poder adquisitivo de la moneda
dentro del país, solo se notaría la reducción del valor del CUC cuando
las personas decidan comprar dólares. Hay ciudadanos extranjeros y
cubanos que viven en el exterior y han invertido en paladares, en el
alquiler de casas particulares, entre otras variantes. Su interés es
cambiar sus ingresos a dólares u otras divisas y podrían verse, en un
momento inicial, como perdedores de la devaluación.
Sin embargo, deben interpretar de manera integral la medida y considerar
que todos ganan si el país no se queda estancado en una crisis económica
y si la devaluación mejora la competitividad del mercado cubano y
aumenta el atractivo para que se sostenga la tendencia actual en la
llegada de turistas. Junto a la devaluación del CUC, el Banco Central de
Cuba estaría aprovechando, además, la coyuntura para devaluar la tasa de
cambio oficial del peso cubano, lo cual tributaría al mismo tiempo al
objetivo de unificación de las monedas.
Tal vez este no sea el mejor año para aplicar todo el paquete de medidas
que desplegaría el comienzo de la reforma monetaria, pero sí parece ser
un momento idóneo para aplicar la necesaria devaluación de la tasa de
cambio oficial del peso cubano. Aprendiendo del pasado, debemos recordar
que en 2008 y 2009 el país vivió una crisis de balanza de pagos y la
tasa de cambio del CUC se mantuvo inmóvil. Las causas de aquella crisis
de balanza de pagos se encontraban en el incremento del precio
internacional de los alimentos importados, en el exceso de gastos y de
endeudamientos en los años previos, y en una desdolarización que llevó a
una emisión desmedida de pesos convertibles.
Es muy probable que, si en 2008 y 2009 el Banco Central hubiese
devaluado la tasa de cambio del CUC, la crisis de balanza de pagos no
hubiese terminado, como fue el caso, en un corralito financiero a los
depósitos bancarios de las empresas nacionales y extranjeras en los
bancos cubanos. La no devaluación del CUC derivó, asimismo, en la
pérdida de credibilidad y calidad de dicha moneda, debieron establecerse
los llamados "certificados de liquidez" que desde entonces limitan su
convertibilidad y entorpecen aún más la fluidez en las operaciones de
comercio exterior. Cuando se desdolarizó la economía, en 2004 y 2005, el
discurso y los medios oficiales repetían con orgullo que Cuba había
recuperado la soberanía monetaria, que ya contábamos con la autonomía
para manejar nuestra política monetaria y cambiaria. Pues bien, es el
momento de hacer uso de esa soberanía de manera inteligente y audaz.
En un mundo globalizado, los países que cuentan con una moneda propia
tienen una mayor flexibilidad, con la tasa de cambio, para adaptarse a
las condiciones cambiantes del entorno internacional y para enfrentar
shocks externos. Estamos dentro de ese grupo. La experiencia reciente en
América Latina, tras el shock asociado a la caída del precio del
petróleo y otros'commodities', evidencia que los países con tasas de
cambio flexibles y que han podido devaluar sus monedas, han logrado
enfrentar la situación de una manera mucho menos traumática que las
economías dolarizadas, con tasas de cambio fijas y con controles de cambio.
Debemos aprender de estas experiencias. Las reformas estructurales del
gobierno de Raúl Castro han sido lentas y todavía no ofrecen los
resultados esperados, pero en lo que respecta al ajuste de gastos y al
control de los equilibrios macroeconómicos y financieros, las decisiones
han sido más drásticas y los resultados son visibles. Desde 2009 hasta
la fecha, la política económica disminuyó las tasas de crecimiento de la
oferta monetaria, controló los gastos fiscales y ajustó las importaciones.
Ello permitió recuperar los equilibrios macroeconómicos, superar la
crisis financiera nacional y restablecer gradualmente los pagos
bancarios. La credibilidad financiera se fue rescatando poco a poco,
cuestión que facilitó las renegociaciones de la deuda externa que ha
llevado adelante el país con los acreedores más importantes, incluyendo
al Club de París. Para conservar lo que se ha ganado en credibilidad
financiera, de lo que se trata hoy día es de no confiarnos pensando que
los acuerdos con Venezuela volverán a la normalidad, sino de estar
preparados para el peor escenario y, sin mayor demora, diseñar e
implementar respuestas de política económica que combinen ajuste de
gastos, cambios estructurales inmediatos, coordinación con el sector
privado, y una política cambiaria activa.

Source: Cuba y las respuestas ante el shock venezolano - Diario La
República -
http://www.republica.com.uy/cuba-las-respuestas-ante-shock-venezolano/579093/

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