martes, 10 de enero de 2017

Ser o no ser corrupto, ese es el dilema cubano

Ser o no ser corrupto, ese es el dilema cubano
"Se roba tanto que luego hay suficiente dinero para sobornar"
Martes, enero 10, 2017 | Ernesto Pérez Chang

LA HABANA, Cuba.- Aunque en varias ocasiones Raúl Castro ha insistido en
la necesidad de ventilar públicamente los problemas de corrupción que
afectan al país, su convocatoria no resulta congruente con lo que
realmente sucede a diario.

Pensando malévolamente, la contradicción de inmediato pone en duda la
credibilidad del mandatario.

Sin embargo, soy partidario de ofrecerle el beneficio de la duda, lo
cual me genera sospechas sobre la existencia de al menos dos facciones
dentro del poder político. Una, que ha visto en la corrupción un caso de
vida o muerte para el sistema y decide enfrentarla; y otra que, a
sabiendas de su existencia enraizada en la economía cubana, ha optado
por no visibilizarla, ya sea para aprovecharse de los favores directos o
colaterales manteniendo el status quo, o bien porque ve en la corrupción
la estocada final al sistema y la desea y la auspicia.

Aunque es un verdadero cáncer para el socialismo, la prensa oficial
continúa cuidándose de no revelar nombres ni casos, a pesar de que en
los tribunales de la isla se acumulan, como nunca antes, los procesos
penales asociados a la corrupción.

El único programa televisivo que toca el tema solo se limita a
ficcionalizar los casos reales, a maquillarlos, de modo que el
espectador no los asume como un llamado de advertencia sino como un show
divertido donde el personaje malo jamás es un dirigente partidista sino
ese delincuentillo de barrio que todos sabemos no es más que el eslabón
más débil en una cadena de corrupción, bien vertical, que se engruesa en
la medida que asciende ¿a los cielos?

Por otra parte, en los núcleos del partido comunista se continúa
apelando al viejo y contraproducente secretismo de siempre, siguiendo
las pautas de esa norma del extremismo político donde la información
solo es privilegio de unos pocos elegidos.

Solo un par de veces en el año se proyecta algún video sobre un
directivo "tronado", tras el cual algunos se preguntan por qué razón no
se actuó en tiempo para evitar males mayores o por qué los servicios
secretos cubanos tardaron tanto en descubrir que el salario de un
directivo estatal jamás podría alcanzar para que este vacacionara en
Madrid junto con la esposa y los hijos, mucho menos para comprar ropas
en tiendas exclusivas y alojarse en hoteles de lujo.

Siguiendo las escasas y cabalísticas noticias en nuestros órganos de
prensa oficiales o atendiendo al informe del ministro Cabrisas donde
apenas se alude a la corrupción, pareciera que nada grave estuviera
sucediendo en Cuba.

Sin embargo, en la calle es vox populi que una decena de policías
pertenecientes a las unidades de patrulla en La Habana han sido
detenidos y se encuentran en proceso de investigación acusados de estar
vinculados a una red de contrabando que operaba en importantes almacenes
de insumos pertenecientes a empresas estatales. ¿Es cierto o solo es un
mito urbano que responde a una realidad concreta?

Se rumora que las operaciones de contrabando eran tan precisas como una
coreografía. Otros cuentan que, desde los mismos almacenes salían las
mercancías en caravanas de camiones que eran custodiados por autos
patrulleros y que por tanto no había razones para las sospechas. Tiemblo
al escribirlo.

De ser cierto, no se trata de una simple historia apta para un guion
cinematográfico, es una situación de caos que no beneficia a nadie
porque describe y denuncia una cultura de la corrupción que a final de
cuentas destruirá el país porque hará a sus ciudadanos inútiles para
trabajar y producir "con todos y para el bien de todos".

En las empresas estatales y hasta en los ministerios se ha asumido como
algo muy normal que cerca del cincuenta por ciento de los recursos,
incluso más, terminen desviándose a las redes de contrabando o que
contra los dirigentes sancionados por corrupción no existan leyes
severas, irrevocables, que les prohíba asumir nuevamente cargos
administrativos en otros sectores de la economía.

Se sabe que una sanción de 10 o 15 años de privación de libertad nunca
llega a cumplirse en su totalidad. Al tercio de la condena, según
estipula la ley, los delincuentes son perdonados "por buena conducta" y
regresados a ese círculo vicioso de la corrupción donde la cárcel se
convierte en solo un pequeño accidente, en gaje del oficio.

"Se roba tanto que luego hay suficiente dinero para sobornar policías,
abogados, jueces, fiscales, para desaparecer pruebas y silenciar
testigos. Cuando es demasiado el desfalco, se va a la cárcel pero
tranquilo, que no pasa nada, la cárcel no es igual para todo el mundo.
También queda el recurso de escapar en lancha para Estados Unidos o
simplemente esperar a salir, porque el dinero está esperando en algún
lugar o porque el tipo asume toda la culpa y protege a los demás y estos
quedan en deuda con el héroe, y vuelven a ayudarlo y a reintegrarlo en
el sistema como si no hubiera pasado nada", me comenta un amigo que
fuera fiscal y que, según dice, debido a las malas experiencias del
oficio decidió renunciar hace ya algunos años.

La corrupción es tan gigantesca que se nos dificulta verla. Es como el
planeta tierra, sabes que está ahí porque lo pisas a diario pero no
puedes verlo en su dimensión total. Así está sucediendo en Cuba donde
pareciera que se insiste en ignorarla.

Demonizadas en extremo quizás para desviar la atención sobre el
verdadero dilema cubano, la disidencia o la prensa independiente, sin
poder económico considerable como para influir determinantemente dentro
del aparato estatal, no son fuerzas ni numerosas ni de gran impacto
popular como para responsabilizarlas con una debacle del sistema
imperante en la isla. No hay por qué arrebatarle a la corrupción ese
protagonismo indiscutible.

Source: Ser o no ser corrupto, ese es el dilema cubano | Cubanet -
https://www.cubanet.org/actualidad-destacados/ser-o-no-ser-corrupto-ese-es-el-dilema-cubano/

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