jueves, 23 de marzo de 2017

Empresarios sin empresas: los emprendedores cubanos

Empresarios sin empresas: los emprendedores cubanos
La interminable lista de obstáculos legales para el cuentapropista
Jueves, marzo 23, 2017 | Ernesto Pérez Chang

LA HABANA, Cuba.- "Me siento dueño de un restaurante pero, según la ley,
no lo soy. No hay diferencias entre un vendedor de maní y yo", me
comentaba el "propietario" de una célebre paladar de La Habana mientras
me explicaba por qué no existía un documento oficial que reconociera su
estatus.

Aunque paga mayores impuestos debido al número de mesas y empleados con
que cuenta su establecimiento, la licencia de cuentapropista extendida
por la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT) apenas lo
registra como un vendedor de comida elaborada.

"No hay otro papel que me reconozca como dueño de algo que no sea esta
casa donde he montado el negocio", me dice quien ha debido transformar
algunos espacios de su hogar familiar en el salón de un bar-restaurante.

Su situación es la de casi todos los llamados "emprendedores" del sector
no estatal de la gastronomía.

Aunque llevan varios años reclamando que se les reconozca sus empresas
privadas como entidades con personalidad jurídica, con capacidad para
competir en igualdad de condiciones con las empresas estatales, las
leyes no los benefician; más bien existen para mantenerlos con esa
camisa de fuerza que les impide crecer y actuar como verdaderos empresarios.

"No puedes dar en herencia el negocio, ni fusionarte con otros, por
ejemplo, porque no existes como empresa, no lo eres", explica un
funcionario de la ONAT consultado al respecto y que, al prohibírsele
declarar para un medio de prensa independiente, no desea que revelemos
su identidad.

"Los casos en que hay una venta, parcial o total, una negociación o la
creación de algún tipo de franquicia, no es algo que sea bajo el amparo
de la legislación actual. Lo hacen por debajo de la mesa, exponiéndose a
la fragilidad de un acuerdo de palabra. Si vendes la paladar
(restaurante), lo que estás vendiendo es el local, es decir, tu casa. No
existe un registro o una patente del nombre del negocio, del perfil. (…)
La persona que adquiere el negocio debe comenzar todo el proceso (con la
ONAT) desde cero, como un individuo que desea comenzar su propio
negocio", aclara este mismo funcionario.

En una reunión reciente con funcionarios locales en La Habana Vieja,
varios trabajadores por cuenta propia plantearon las dificultades que
enfrentan y los conflictos que les crea esta diferencia entre la
verdadera labor que desempeñan y el marco de actuación que les permiten
sus licencias. Sin embargo, no se les ha prometido una revisión del asunto.

"Sí, te tratan como si fueras el dueño de algo en la reunión. Señor, no
lo somos. ¿Dónde está el documento que lo dice?", comenta Nubia,
"poseedora" —para llamarle de algún modo— de un bar-cafetería en La
Habana Vieja: "Por eso la mayoría abre un par de años y después cierran.
Es un obstáculo tras otro. Muchas exigencias para tan pocos beneficios.
No pudiera ir a un tribunal para resolver un problema como propietaria
de esto. ¿Qué propiedad, qué negocio? Y cuidado si te cogen los
inspectores poniendo un par de sillas más; es lo que establece la
licencia y ya", afirma Nubia.

Para algunos, el Gobierno debiera abandonar los recelos con que trata
los problemas del sector privado y eliminar las numerosas trabas legales
y burocráticas que les permiten desarrollarse para beneficio del país.

"Si se analizara cada caso en particular, incluso se pudieran extender
licencias que beneficiarían al propio Gobierno", opina Brian,
"propietario" de una pequeña paladar en el Vedado: "Eso evitaría
muchísimos fraudes, maniobras oscuras a las que estás obligado para
hacer crecer el negocio, engaños. Si te reconocieran como dueño y con
toda la capacidad de negociar que eso implica, entonces no importa
cuánto crezcas mientras lo hagas legalmente. Todo el mundo sale ganando.
(…) Yo, con cuatro mesas y con un mejor servicio, pago lo mismo que
aquel otro con la misma cantidad de mesas y una comida pésima. No
importa si aquel pone cubiertos de plata o si sirve la comida en
cartuchos, todos somos vendedores de comida elaborada y punto", dice Brian.

Para otros, la situación es muestra de que el Gobierno continúa
resistiéndose a perder control.

¿Por qué no abandonar el miedo a una estructura económica que para nada
pudiera constituir una amenaza política si, de verdad, el territorio de
lo estatal fuera tan promisorio y estable como se pregona en los planes
de desarrollo?

"Cada día el ambiente se vuelve más propicio a las inversiones
extranjeras, donde el Gobierno cumple su papel de gran empresario, pero
el terreno de lo privado se torna más inhóspito", responde Alexander,
cabeza de un negocio gastronómico privado.

Para este joven emprendedor, que teme a las represalias contra su
negocio si se revelara su verdadera identidad, la iniciativa privada
sería "la prueba más tangible" de lo mal que funciona el sector estatal.

"Se viene abajo la tesis de la superioridad, se viene abajo el cuento,
la canción de cuna", continúa opinando Alexander. "Se viene abajo la
idea del sacrificio necesario. Lo estatal solo existe porque el Gobierno
no quiere y no puede lanzar a la calle a millones de personas y hay que
entretenerlas en algo; hay que sacarles de la cabeza que pueden ser
independientes del Estado y que, además, pueden vivir mucho mejor. (…)
Nadie que prospera bajo un gobierno se opone a él. Si yo tengo mi
negocio y me va bien, ¿para qué quiero que se vaya a la mierda? No es
miedo a que nos convirtamos en el enemigo. Es miedo a que se descubra
que todo ha sido un mito".

Source: Empresarios sin empresas: los emprendedores cubanos
CubanetCubanet -
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