lunes, 12 de noviembre de 2012

Los indignados de Cuba

Los indignados de Cuba

Fernando Ravsberg | 2012-11-08, 16:11



Lourdes Machado es una cubana de Santa Clara que se gastó US$20 -el

equivalente a un salario mensual- en un par de zapatos que le duraron 30

días. Reclamó en la tienda pero la garantía es de solo una semana,

evidentemente ellos saben la calidad de los productos que venden.



Indignada y sin tener a quien recurrir, le escribe a Pepe Alejandro

-una especie de Padre Bartolomé de las Casas de los consumidores

cubanos de a pie- y éste publica la denuncia en el periódico Juventud

Rebelde a la espera de que alguien le conteste.



Lourdes no es la excepción sino la regla, en Cuba hay millones de

"indignados" que no hacen bulto, porque andan dispersos por las

paradas de autobús, haciendo trámites en oficinas del Estado, en las

carnicerías, en las bodegas y en las tiendas de moneda dura.



Ellos no tienen dónde acudir con sus zapatos destrozados, no hay nadie

que les restituya el dinero gastado, que sancione a las tiendas por

vender productos de mala calidad y a los importadores que se gastan

millones comprando basura en el extranjero.



Un conocido que se dedicaba a la importación de calzado y de sus

partes para montarlos en Cuba, me contaba que se trata de un gran

remate y que, cuando preguntan "quien da más", se refieren al dinero

para el bolsillo del comprador de turno.



Las comisiones ilegales que reciben los importadores cubanos de parte

del fabricante de zapatos son de decenas de miles de dólares. Esas

"mordidas" definen en última instancia las compras y cuanto mayor es

la comisión pagada menor es la calidad del producto.



A los importadores no les afecta, con el dinero extra que reciben

compran "la pacotilla" para los suyos en la propia China a o en el

viaje de regreso por Canadá. Nunca vi a esta persona ni a su familia

usar los zapatos que el mismo importaba.



Y ocurre en todas partes, en el supermercado más caro de La Habana

venden las marcas más baratas de España a precios que harían sonrojar

a los más ávidos especuladores y aplican de un día para otro subidas

del 30% en el arroz común para ofrecer el kilo a más de US$3.



Cobran tres, cuatro y hasta cinco veces más de lo que valen los

productos en los

supermercados de Europa pero, a pesar de sus fabulosas ganancias, no

brindan una buena atención al cliente, cierran antes de tiempo y

multan los precios de los artículos.



Los jefes siempre están reunidos o descansando porque "no pueden estar

todo el día aquí", nos explican. Cuando nos quejamos de una "multa"

nos ofrecen regalarnos otro producto para que nos callemos pero no nos

dan la posibilidad de dejar sentada una queja.



Los indignados cubanos tienen "voz" pero de nada servirán sus

protestas aisladas mientras no haya un "oído" institucional que las

recepcione. La indignación del ciudadano debería convertirse en el

motor de arranque que ponga en movimiento las soluciones.



El país pide a gritos una Defensoría del Consumidor como a nivel macro

necesitó de una Contraloría. Es más, la acción de ambas instituciones

combinada podría servir para exigir a los tenderos y a los

importadores unos parámetros de calidad acorde a los precios.



Estoy seguro de que muchos de los casos que se inician en una simple

protesta por la suela partida de un par de zapatos podrían terminar en

manos de la Contraloría General de la Republica convertidos en un gran

proceso por corrupción.



Establecer la Defensoría es importante en todas partes del mundo pero

en Cuba mucho más porque el Estado monopoliza el comercio interno.

Para los corruptos es muy fácil acallar cualquier protesta

politizándola aunque sea por mala calidad, sobreprecio e incluso por

"multa".



La Defensoría del Consumidor cambiaría radicalmente esa percepción

porque es un instrumento del propio Estado para proteger al ciudadano

de los abusos de los tenderos. El gobierno dejaría de aparecer como

culpable y se proyectaría como aliado de la gente.



Cuando comenzó la Revolución Cubana proclamó ser de los humildes, para

los humildes y por los humildes, pues los grandes beneficiados de una

Defensoría serán justamente los humildes, los que deben gastar lo más

eficientemente posible sus escasos ingresos.



http://www.bbc.co.uk/blogs/mundo/cartas_desde_cuba/2012/11/los_indignados_de_cuba.html

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