jueves, 13 de octubre de 2016

La contrarreforma cubana

La contrarreforma cubana
Después del viaje de Obama, el régimen ha vuelto a las prácticas de
represión y control
RAFAEL ROJAS
12 OCT 2016 - 00:00 CEST

La reforma cubana logró un estatuto conceptual sólido, pero entre 2011 y
2016 —entre el VI y el VII congresos del Partido Comunista— pareció
avanzar lentamente. Los más acreditados economistas de la isla y la
diáspora consideraron insuficientes los llamados "lineamientos", aunque
admitieron que se trataban del punto de partida para un sector no
estatal que facilitaría el tránsito a un socialismo de mercado. A partir
del séptimo congreso, después del popular viaje de Obama, se han dado
indicios de una contrarreforma. En la política económica, las relaciones
internacionales, la ideología y la cultura, vemos una reafirmación de la
hegemonía del Estado, que se refleja también en el aumento del control
de la esfera pública, las redes electrónicas alternativas, la represión
de la sociedad civil y la oposición y el endurecimiento de la retórica
oficial.

Estudios recientes arrojan que en 2015 los trabajadores por cuenta
propia, los usufructuarios agrícolas, los empresarios inmobiliarios y
los cooperativistas de servicios representan cerca del 30% de la fuerza
laboral. Sus posibilidades de crecimiento son grandes, ya que el
Gobierno ha reconocido que por lo menos dos millones de trabajadores
sobran en el ámbito estatal y podrían incorporarse a la pequeña o
mediana empresa.

Los expertos argumentan que si bien los emprendedores obtienen
ganancias, ven frenada su expansión por el alto coste de los insumos, el
bajo precio pagado por el acopio y la variada y gravosa carga de
impuestos. A los empresarios extranjeros que invierten millones, se les
concede una moratoria fiscal de ocho años. A los depositantes en
cuentas, en cambio, les aplican gravámenes de hasta el 58%. Además de
pesados, los impuestos mensuales y anuales son múltiples: por ingresos,
seguridad social, ventas, fuerza laboral… Y tienen la peculiaridad de
ser menores mientras más gana el empresario: quien gana 300 pesos
convertibles paga al fisco el 20%.

El incremento de la presión sobre el sector no estatal en el último año
se corresponde con un giro en la política exterior más proclive a los
tradicionales aliados de La Habana. En junio de este año, Raúl Castro
fue anfitrión de la Asociación de Estados del Caribe (AEC), donde
reiteró su rechazo a la reincorporación a la OEA, que impulsa el
secretario, Luis Almagro, y denunció a esa organización como
"instrumento de dominación imperialista".

A los empresarios extranjeros que invierten millones, se les concede una
moratoria fiscal de ocho años. A los depositantes, en cambio, les
aplican gravámenes de hasta 58%

La mala racha de las izquierdas gobernantes, confirmada en las derrotas
del oficialismo en las elecciones legislativas venezolanas, del
kirchnerismo en las presidenciales argentinas, de Evo Morales en el
referéndum para la reelección, más la destitución de Dilma Rousseff en
Brasil, ha devuelto la isla a su viejo circuito ideológico. El
mandatario pidió petróleo en carta pública a Vladímir Putin, que el
Kremlin respondió fríamente, aludiendo a dificultades de pago de los
cubanos, mientras Granma celebraba al régimen de Corea del Norte en los
días de la quinta prueba nuclear de Kim Jong-un.

Castro viajó a la reunión del Movimiento de los No Alineados en isla
Margarita, donde achacó las dificultades económicas y la represión
política en ambos países a los "planes injerencistas y subversivos" del
Gobierno de Obama. Luego regresó a La Habana para recibir al presidente
de Irán, Hasán Rouhaní, quien ha recompuesto la alianza con Rusia ante
el conflicto sirio y ha intensificado su retórica contra Washington, al
que acusa de aliarse con los "terroristas", no los del Estado Islámico,
sino los opositores al régimen de Bachar el Assad.

La ideología y la cultura cubanas viven algo más que una reparación de
daños simbólicos por la normalización diplomática. El acoso contra
proyectos no oficiales, que van desde iniciativas reformistas como Cuba
Posible hasta disidentes como Cubalex, se ha reforzado, junto con la
sistemática neutralización del movimiento opositor, basada en arrestos
preventivos. Nunca antes la negativa a conceder libre acceso a Internet
se presentó tan claramente como una prioridad del control estatal sobre
la esfera pública.

La estigmatización oficial no solo afecta a opositores sino a
empresarios, activistas de organizaciones no gubernamentales y
académicos reformistas, que apuestan, no por un desmantelamiento del
Estado, sino por una limitación de su hegemonía. Con su contrarreforma,
el Partido Comunista y el Gobierno de Cuba demuestran que no saben
distinguir entre hegemonía estatal y dominio absoluto. Regir el país
significa, para los líderes de ambas instituciones, impedir que circulen
las voces del cambio y se muevan ideas alternativas al poder.

Rafael Rojas es historiador.

Source: Cuba: La contrarreforma cubana | Opinión | EL PAÍS -
http://elpais.com/elpais/2016/10/04/opinion/1475607588_298756.html

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