viernes, 9 de diciembre de 2016

Cuba y la previsible política de Trump

Cuba y la previsible política de Trump
VICENTE ECHERRI

La política de Estados Unidos hacia Cuba a partir de la llegada de
Donald J. Trump a la Casa Blanca el próximo 20 de enero se plantea ahora
mismo como una incógnita a despejar. Partidarios del acercamiento
iniciado por el presidente Obama defienden sus posiciones y creen que
las medidas tomadas por el ejecutivo son, como el mismo Presidente
dijera, "irreversibles". En la acera opuesta, están los que opinan que
el trato favorece y legitima al régimen castrista que aspira a
perpetuarse en el poder sin concesiones y sin cambios sustanciales.

Los primeros apuestan a que, en las decisiones de Trump respecto a Cuba,
prevalecerá su vocación empresarial por encima de sus escrúpulos
políticos o morales, y que no se enemistará con el lobby que ve los
negocios en la isla como una oportunidad de medro. Los otros enarbolan
las propias palabras del presidente electo que llamó al difunto Fidel
Castro "dictador brutal" y que dijo, claramente, en uno de sus mensajes
en Twitter, que "si no se logra un mejor trato", en las relaciones de
Estados Unidos con Cuba, un trato que realmente favorezca a los cubanos
y a Estados Unidos, él rescindirá el actual. En tanto el debate —incluso
en el seno de la propia comunidad cubana del exilio— sube de tono, unos
y otros cuestionan la seriedad con que el nuevo mandatario cumplirá ésta
y otras promesas hechas en campaña.

Los que siempre hemos estado a favor del derrocamiento violento del
castrismo, incluido el expediente de la intervención militar (en lo cual
es obvio que Estados Unidos nunca se ha interesado seriamente), veríamos
con satisfacción el regreso al status quo ante como marco adecuado para
propiciar o acentuar la inestabilidad y subrayar la ilegitimidad de ese
régimen, su condición de calamidad transitoria, no importa cuanto haya
durado o pueda todavía durar. Cualquier denuncia sustancial de esa
dictadura pasa por subrayar su carácter de desastre temporal, una suerte
de enfermedad —grave y crónica es cierto, pero, como enfermedad al fin,
susceptible de superación y de remedio. Esta es la postura más radical,
pero también la más debilitada por el optimismo.

Dicho esto, me permito afirmar que el nuevo presidente no va a
satisfacer respecto a Cuba —y posiblemente a muchas otras políticas— las
expectativas de ningún grupo. Creo que planteará nuevas demandas en esta
relación bilateral, mayores aperturas de parte de La Habana,
posiblemente la reducción de tarifas leoninas que, en varios rubros,
afectan a la comunidad cubana del exilio en su trato con parientes y
amigos de la isla; pero soy escéptico de que vaya a revertir (como me
gustaría) todos los pasos hacia la normalización emprendidos por el
actual gobierno. Sería una labor de desmontaje bastante ardua para un
hombre —y un equipo— al que le sobrarán problemas de mucho mayor
complejidad y calado desde la hora en punto en que tome posesión de su
cargo.

El debate que ahora mismo mantiene expectantes y crispados a unos y
otros, dentro de pocas semanas dejará de tener importancia. Trump no
será tan obsecuente como Obama con la dictadura de Raúl Castro, pero
tampoco subirá el tono de la confrontación como preámbulo para el envío
de los Marines. Desafortunadamente, este último escenario, el más remoto
e improbable, es el único, en mi opinión, que puede salvar a Cuba del
hundimiento permanente. Las alternativas al interventor (con la fusta)
sólo parecen ser un régimen fascista, como el de China, o la democracia
bananera que habría de salir de la "transición pacífica" que tantos
pregonan; opciones ambas con niveles muy altos de corrupción.

Escritor cubano, autor de poesía, ensayos y relatos.

Source: Cuba y la previsible política de Trump | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/vicente-echerri/article119935748.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario