cambios radicales
Por John Lyons
Miércoles 2 de abril de 2008 | Publicado en la Edición impresa
Noticias de Wall Street Journal
Esta semana, Cuba abrió las puertas de sus hoteles, antes exclusivamente
para uso de turistas, y puso fin a la prohibición de poseer celulares a
los particulares. Los cambios constituyen las últimas vetas en abrirse
en el país comunista desde que hace un mes Raúl Castro asumió
oficialmente el poder.
Castro está marcando diferencias de estilo significativas con su hermano
Fidel, quien dejó la presidencia en febrero después de casi 50 años en
el poder.
Raúl Castro ha eliminado prohibiciones a la posesión de computadoras,
DVD y electrodomésticos. Y el ministro de Relaciones Exteriores ha
sugerido que se podrían reducir los límites a los viajes al exterior.
Las medidas sugieren que el menor de los Castro está dispuesto a marcar
una pauta distinta a la de su hermano, quien se mantuvo fiel a una
ideología comunista estricta durante su mandato. Sólo una vez, en la
depresión económica de inicios de los años 90, causada por el colapso
del antiguo auspiciador de Cuba —la Unión Soviética— Fidel Castro
autorizó una reforma limitada.
Pero los cambios no representan el tipo de glasnot o perestroika que
otros estados comunistas llevaron a cabo y hasta ahora no auguran
ninguna apertura al estilo de China como los economistas querían ver.
Pocos de estos cambios, por ejemplo, abordan los problemas fundamentales
de la isla, como la escasez de alimentos, baja productividad y raquítica
oferta de empleo.
Tras asumir el poder, Raúl, de 76 años, prometió resolver los problemas
económicos más profundos de Cuba, entre ellos bajos salarios y una tasa
de cambio dual que ha dividido la isla entre los que tienen y los que
no. Los cubanos que reciben remesas de sus parientes en el exterior, o
que trabajan en el turismo, tienen acceso a moneda dura, como dólares o
euros. Los empleados estatales son remunerados en los debilitados pesos
cubanos, que no son recibidos en hoteles y tiendas de lujo.
Hasta ahora, Raúl Castro ha introducido medidas que no le cuestan nada
al gobierno y benefician a pocos. Por ejemplo, la eliminación de las
restricciones en los hoteles beneficia sólo a los cubanos con moneda
dura. Una noche de hotel cuesta US$ 200 o más, fuera del alcance de los
empleados estatales que ganan menos de US$ 20 al mes en pesos cubanos.
Aun así, los cambios representan una diferencia psicológica fascinante
entre los hermanos Castro que podría presagiar un cambio importante en
la sociedad cubana. El menor de los Castro está dispuesto a dejar que
las diferencias de clase salten a primer plano, un fenómeno que su
hermano luchó por suprimir. Cada vez más, los cubanos con dinero tienen
el poder de usarlo.
"Bajo Fidel, la idea era que a menos de que todos pudieran costear algo,
nadie podía comprarlo", dice Philip Peters, ex funcionario del gobierno
de Estados Unidos y especialista en Cuba. "Lo que esto muestra es que a
Raúl no le molesta la idea de que en esta economía habrá quienes ganen
más dinero que otros."
Las medidas reflejan una visión más realista de la economía cubana.
Muchos de los cambios legalizan prácticas ya comunes. Por ejemplo, tener
un celular no es raro en Cuba, donde los residentes convencen a
funcionarios corruptos o turistas amigables que llenen una solicitud
para un celular por ellos. Bajo Castro, la agencia estatal de
estadísticas ha empezado a rastrear precios en el galopante mercado
negro, a donde los cubanos acuden para satisfacer necesidades básicas.
Antes de que Raúl Castro asumiera el poder, una importante razón para
que los cubanos tuvieran prohibido alojarse en los hoteles era el temor
de que entraran en contacto con los extranjeros y sus puntos de vista.
Castro podría estar considerando que los cubanos y turistas ya
interactúan hasta cierto punto y que permitirle a los ciudadanos el
acceso a los hoteles no creará ningún nuevo riesgo político, dicen
algunos observadores.
Los expertos dicen que Castro está apostando a que la reducción de las
restricciones en aspectos como la posesión de celulares y computadoras,
calmen las inquietudes de los cubanos dándoles la percepción de que las
cosas están cambiando. Al mismo tiempo, la estrategia también podría ser
contraproducente: al darle a los cubanos una probadita de libertad,
podría simplemente despertar una demanda de más cambios, más rápidos.
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