Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, Cuba, agosto, (www.cubanet.org) -En el contexto de
generalizadas preocupaciones sobre una sociedad cada vez más en crisis,
surgen comentarios que alimentan esperanzas de que por fin puedan
comenzar los postergados cambios económicos estructurales y de conceptos
prometidos por el General Raúl Castro.
Ronda la idea entre algunos analistas de la realidad cubana, de que el
gobierno- renovado radicalmente hace pocos meses- se ha convencido de la
necesidad de encontrar una solución al estado catastrófico de los
servicios, la alimentación pública y el comercio al detalle, mediante la
entrega a manos privadas de pequeños restaurantes, tiendas y otros
establecimientos sobre bases semejantes a la concesión de tierras
ociosas en usufructo adoptada a mediados de 2008. La agencia de
noticias Reuters ha publicado criterios brindados por el analista Ariel
Terrero, quien expresó en su espacio televisivo que "en la economía
cubana hay que buscar fórmulas más dinámicas, más inteligentes de
entender la propiedad, de administrar una empresa, de administrar una
cafetería." También explicó que en Cuba debería considerarse poner más
áreas de la economía en otras manos, más allá del Estado como se ha
hecho con la agricultura. También la agencia se refirió a un informe del
Ministerio de Economía y Planificación con ideas similares.
Uno de las peores decisiones tomadas por el gobierno fue dar rienda
suelta a su insaciable deseo de acaparar hasta los últimos resquicios de
la sociedad, incluidos los miles de pequeños establecimientos, tiendas y
talleres, sin tener condiciones mínimas para lograr un eficiente
control; una concepción que no guarda relación con las ideas de los
antiguos marxistas cubanos, quienes jamás propusieron algo semejante
para su modelo de una Cuba socialista.
La decisión monopolizadora del gobierno más que razones económicas, las
tuvo políticas. Su estrategia fue convertir a todos los cubanos en
siervos de un omnipresente Estado-Partido, para que supieran que su
bienestar y el de su familia estaban ligados al nivel de servilismo.
Desde el punto de vista político ese chantaje ha funcionado,
convirtiéndose en una de las mejores herramientas para mantener un
estricto dominio de la sociedad. Sin embargo, desde el punto de vista
económico y de la satisfacción de las necesidades de la población esta
práctica ha sido un rotundo fracaso, pues los establecimientos
-incontrolables desde un nivel central- durante decenios se han
caracterizado por el mal servicio, altos rangos de ineficiencia y
ausencia de rentabilidad; centros en los cuales crece la degradación
moral, y han proliferado el engaño y el robo a niveles increíbles.
Como resultado se ha instaurado una "privatización" anárquica; un
esquema burocrático sin ningún punto de contacto con ideas de
mejoramiento social, sino todo lo contrario.
Teniendo en cuenta lo anterior, si se determinara la entrega de esos
centros de trabajo a la iniciativa privada, ya sea mediante el
arrendamiento, el pago de mensualidades con derecho a opción de compra,
o la venta a grupos o personas individuales, sería un avance
considerable para la sociedad.
Con el nuevo sistema, las personas que trabajaran en esos lugares
tendrían utilidades de acuerdo a sus iniciativas e interés, mientras la
sociedad ganaría superiores servicios, recaudación de impuestos, ahorro
de los recursos y mejor ambiente laboral porque a nadie se le ocurriría
robarse a sí mismo.
El Estado, liberado de la carga de administrar decenas de miles de
establecimientos, podría dedicarse a regular y fiscalizar, reduciéndose
la inmensa e improductiva burocracia actual. Todo en un escenario legal
flexible que motive el trabajo creador de riquezas y fuentes de empleo,
con disciplina y cultura laboral basada en el interés personal.
En cuanto a los recursos que requerirán las personas emprendedoras,
podrían ser los mismos que hoy se dilapidan, vendidos, según las
posibilidades, con créditos facilitados por el Estado. No obstante,
podrían existir otras opciones, como estimular mediante medidas
fiscales, tasas cambiarias y otras, que parte de las remesas llegadas
del exterior se inviertan en el mejoramiento de las actividades.
Paralelamente cabría pensar en que la iniciativa privada o cooperativa
se permitiera para la creación de nuevas Pequeñas y Medianas Empresas
(PYMES) de servicios, comercio y talleres, incluidas para la reparación
y construcción de viviendas, con el objetivo de enfrentar uno de los
problemas más serios que afronta el país.
Estas medidas cubrirían una primera etapa en los cambios estructurales
urgentemente requeridos. Muy bien podrían complementarse con los
proyectos existentes en la agricultura, que necesitan mayor
flexibilidad, pues las prohibiciones con que se han iniciado limitan sus
resultados. Por supuesto, es de esperar que esta política de
utilización privada de decenas de miles de establecimientos, enfrente
muchas dificultades y prejuicios imperantes por decenios.
Por ello, paralelamente habrá que tomar decisiones para establecer una
legalidad que dé garantías a los nuevos actores económicos, así como
las correspondientes políticas fiscales, entre otras cuestiones.
Conspira contra esta reforma estructural en el comercio minorista de
alimentos, el racionamiento de ciertos productos alimenticios,
implantado desde 1962; mecanismo obsoleto e injusto que garantiza
suministros a quienes necesitan o no ayuda. No se trata de eliminar la
solidaridad, sino crear mecanismos efectivos de cooperación que sean
menos costosos y más racionales, ya sea por subvenciones directas o
entrega de bonos de alimentos a las personas que realmente lo requieran,
reduciéndose así una burocracia enorme y un diabólico sistema de
distribución.
El General Raúl Castro, en el discurso del 26 de julio pasado, señaló la
paradoja de que para cualquier plan de siembra de árboles frutales, los
organismos demandan largas listas de recursos, y se preguntaba cómo era
posible si las generaciones pasadas llenaron el país de matas de mango
contando únicamente con el esfuerzo personal. Quizás la respuesta esté
en que en Cuba durante muchos años se olvidó y despreció la iniciativa
individual, incluso se persiguió y se continúa persiguiendo a las
personas emprendedoras, en vez de creárseles un ambiente propicio para
desplegar sus iniciativas. Precisamente, la labor de un gobierno
eficiente es estimular el deseo natural de los seres humanos a
progresar, combinándolo con los intereses sociales.
Si algo se ha demostrado en Cuba en los últimos 50 años, es que por
muchas personas calificadas y recursos que existan, si el ser humano no
esta estimulado e interesado, no se logra avanzar.
Cuba: Vía libre a la iniciativa individual (3 August 2009)
http://www.cubanet.org/CNews/y09/agosto09/03_C_1.html
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