Frank Correa
LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Mucho antes que llegara
la crisis mundial, el comandante en jefe enseñó a Cuba a vivir en
período especial, que es el estado más perentorio de una crisis. Y algo
que en Cuba se asumió como un hobby.
Sin guaguas, comida, ni luz, muchas veces sin agua, escaso de ropa y
calzado, la imagen del cubano de estos años andará de la mano de la
mulata anunciando ron del bueno, Alicia Alonso vestida de Giselle y Juan
Formell y sus Van Van tocando El buey cansao; Omar Linares haciendo un
swing grande y Teófilo Stevenson derribando a un americano sobre el ring.
También pudieran quedar en la imaginería popular las argucias para
sobrevivir, el bistec de colcha de trapear, la pizza de preservativos,
el picadillo de cáscaras de plátanos burros, tres ejemplos
representativos de aquellos días.
Los vendedores de barrio pululaban por el país. Muestras del invento
popular son los pomitos de penicilina donde se envasaba el champú de los
cuentapropistas que se vendía entre quienes no podían pagar un pomo más
grande en las tiendas de divisas. También el cucurucho de café para una
colada, la venta en los portales de las casas de tarecos viejos, ropa
usada y libros.
El trueque volvió por sus fueros. Se cambiaban pantalones, botas o
camisas por cerdos. Una vez cambié en las inmediaciones de Alto Songo,
en Oriente, un bulto de ropa vieja por un carnero. Muchos se iban a Los
Palacios, en Pinar del Río, a cambiar jabones de lavar por arroz, y
detergente por gallinas.
El período especial preparó al cubano para lo que venía: la crisis del
siglo 21. Un dato no digerible aún es que el cubano, durante todo este
tiempo de período especial, ha trabajado a media máquina. La otra mitad
de sus voluntad está en las reservas, listas por si llega el último
momento, la supervivencia, y el Estado declara la "opción cero" para
el país, que significa "nada con nada". Y no detener la marcha.
El caso más risible que presencié durante el período especial, fue el
de Miguelito Melón, en Bayate, Guantánamo. Le decían así por que
desde los doce años negociaba como un hombre y juntaba el dinero, un
bulto que él llamaba "el melón". Cuando arreció la crisis del 93
Miguelito hizo un melón bien grande en la escuela de Bayate con la
venta de azúcar. A la hora del receso se paraba bajo un árbol junto a
la cerca y vendía a los escolares la cucharada de azúcar a peso.
También vi al padre de una familia conocida como Los Saítos, en Palma
Soriano, vender la casa con la familia adentro. Hubo juicio y el abogado
sacó absuelto al hombre, porque la compra de la casa resultaba ilegal
y, además, el padre de Los Saítos era un enfermo mental. Los Saítos
se dedicaban a la estafa del prójimo. Por ejemplo, una nieta vendía una
prenda de la abuela y luego la anciana iba a reclamar y la recuperaba.
Entrenaron a un perro y lo vendieron varias veces. El animal se
escapaba por la noche y regresaba para que lo vendieran otra vez.
Otra de las cosas típica del período especial fue el resurgimiento de
las "familias" en Cuba. Aunque mucha gente se bandeó sola para
sobrevivir, los más prósperos fueron sin lugar a dudas los que
mantuvieron el concepto de que la familia es el primer eslabón de la
estructura social.
Cuba: Memorias del período especial (9 September 2009)
http://www.cubanet.org/CNews/y09/Sept09/09_C_2.html
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