Lejos de acabar con el mercado negro, las medidas de Raúl Castro lo
estimulan
Agencias
La Habana 04-07-2011 - 12:58 pm.
'Robar al Estado es para los cubanos como traer leña del bosque o
recoger moras en un terreno de nadie', dice Archibald Ritter, de la
Universidad Carleton en Ottawa.
¿Quiere un chorizo con pimentón? ¿Qué tal un pedazo de mozzarella de
leche de búfalo? O quizás algo más precioso, como un aire acondicionado
importado o algunos habanos enrollados a mano a una fracción del precio
oficial.
En un país donde virtualmente toda la actividad económica está regulada,
y donde los supermercados y las tiendas permanecen desabastecidos de
productos básicos como el azúcar, los huevos y el papel higiénico, se
puede conseguir casi todo en el próspero mercado negro, si tiene un
"amigo" o el número telefónico adecuado, indica un reportaje de la
agencia AP publicado en el diario miamense El Nuevo Herald.
Raúl Castro autorizó el año pasado el trabajo por cuenta en 178
actividades económicas no estratégicas. La medida acompaña los despidos
masivos de empleados estatales que realiza su Gobierno, como parte de la
llamada "actualización del modelo económico".
En realidad, muchos de los nuevos empleos —que van desde vendedor de
comida a fotógrafo de bodas, de manicurista a trabajador de la
construcción o cuidador de baños— han existido durante décadas en la
economía informal, y muchos de los que buscan licencias de trabajo ya
ofrecían los servicios por debajo de la mesa.
Mientras el mercado negro en los países desarrollados puede estar
dominado por las drogas, los DVD de contrabando y la prostitución, en
Cuba lo abarca literalmente todo, Un hombre maneja diariamente su auto
hacia La Habana con salchichas hechas a mano bajo el asiento del
pasajero. Una mujer vende minifaldas apretadas de spandex y blusas de
diseños chillones detrás de una cortina de flores en su destartalado
apartamento.
Los economistas, y los cubanos de a pie, dicen que casi todos en la Isla
dependen del mercado negro.
"Todo el que tenga un trabajo roba algo", dijo Marki, un fumador
empedernido de 44 años que es especialista en transporte. "El muchacho
que trabaja en la industria del azúcar roba azúcar para poder
revenderla. La mujer que trabaja en textiles roba hilo para poder hacer
sus propias ropas".
Marki se gana la vida vendiendo en tres tiendas clandestinas de La
Habana ropa traída de Europa y ha pasado tiempo en prisión por sus
actividades. Como varias de las personas entrevistadas para el
reportaje, habló bajo la condición de que no se le identificara, por
temor a confrontar nuevos problemas con las autoridades.
Las mercancías fluyen en el mercado informal procedentes del extranjero,
pero también de los bienes que desaparecen en bolsillos, mochilas e
incluso camiones de los almacenes, fábricas, supermercados y oficinas
del Estado.
No hay estadísticas oficiales del gobierno sobre cuánto se roba cada
año, aunque los robos menores se denuncian rutinariamente en la prensa
oficial. El 21 de junio, Granma, el diario del Partido Comunista,
informó que los esfuerzos para detener los robos en las empresas
estatales en la capital han "dado un paso atrás" en los últimos meses.
El periódico culpó a los administradores y los acusó de falta de
supervisión.
"Los actos delictivos y de corrupción han aumentado debido a la falta de
control interno", dijo el diario.
El 95% de la población participa de la economía subterránea
Un extenso estudio realizado en 2005 por el economista canadiense
Archibald Ritter examinó las muchas formas en que los cubanos
incrementan sus salarios de apenas 20 dólares al mes por medio del
comercio ilegal —desde una mujer que vende espagueti robado de puerta en
puerta, a un cantinero en un centro turístico que sustituye el ron de
alta calidad con su propia bebida alcohólica, a un reparador de
bicicletas que vende las piezas de repuesto que saca por la puerta trasera—.
Ritter y otros que estudian la economía cubana dicen que es imposible
estimar el valor del dólar en el mercado negro.
"Se puede probablemente decir que el 95 por ciento o más de la población
participa en la economía subterránea en una forma u otra. Está
tremendamente difundida", aseveró Ritter, quien trabaja como profesor en
la Universidad Carleton en Ottawa. "Robarle al Estado es, para los
cubanos, como traer leña del bosque o recoger moras en un terreno de
nadie. Se considera propiedad pública que de otra forma no se usaría en
forma productiva, así que ellos se ayudan a sí mismos".
"El acudir al mercado negro y al sector informal para casi todo es tan
común que se ha convertido en la norma, con poco o ningún pensamiento de
legalidad o moral", dijo Ted Henken, un profesor en el College Baruch de
Nueva York que se ha pasado años estudiando la economía cubana. "Cuando
las opciones legales son limitadas o no existen, entonces todo el mundo
incumple la ley, y cuando todos incumplen la ley, ésta pierde su
legitimidad y esencialmente deja de existir".
Raúl Castro intenta persuadir con sus medidas a algunos de los
operadores del mercado negro para que cumplan las reglas y paguen impuestos.
En los últimos siete meses, más de 220.000 cubanos han recibido
licencias para trabajar por cuenta propia, uniéndose a unos 100.000 que
las tenían desde la década los noventa.
De los nuevos "cuentapropistas", un 68 por ciento eran oficialmente
"desempleados" cuando recibieron su licencia, un 16 por ciento tenía un
trabajo estatal y otro 16 por ciento eran jubilados, de acuerdo con
estadísticas publicadas en el sitio web gubernamental Cubadebate.
Muchas de estas personas sin empleo y nominalmente retiradas trataban de
llegar a fin de mes trabajando en el mercado informal.
"Se tiene que encontrar una forma para sobrevivir", dijo Manuel
Rodríguez, exjefe de un centro médico para niños discapacitados de
Cienfuegos. Rodríguez dijo que su libreta de racionamiento mensual, más
el pobre salario de su mujer, solo cubrían dos semanas de alimentos. "Me
senté un día en el parque y pensé: ¿qué puedo hacer?".
Entonces comenzó a montar en bicicleta los domingos por la ciudad,
rentando DVD de contrabando con las últimas películas de Hollywood que
otros han bajado de internet. En 2009 emigró a Miami.
"No estaba haciéndole daño a nadie", dijo, defendiendo la opción que
tomó. "No es pornografía. No es drogas".
La venta y renta de DVD piratas es ahora uno de los 178 empleos que se
pueden hacer legalmente en Cuba. El Gobierno de la Isla ignora los
derechos de propiedad intelectual de Estados Unidos en respuesta al
embargo económico de 49 años de Washington.
Los nuevos poseedores de licencias se quejan de que los impuestos y
pagos a la seguridad social pueden estar muy por encima del 50 por
ciento de sus ventas, las materias primas son difíciles de adquirir
porque no hay un mercado de ventas al por mayor y las promesas del
gobierno para suministrar créditos de los bancos y espacios para los
vendedores al por menor se implementan con lentitud.
Muchos dicen que aprovecharon de todas formas la oportunidad de pasar a
la legitimidad, cansados de estar siempre mirando a su espalda.
"Comenzamos de forma ilegal, hace años, pero cuando comenzaron a dar las
licencias obtuvimos una porque significa paz mental", dijo Odalis
Lozano, una madre soltera de 46 años que obtuvo en diciembre una
licencia para vender almuerzos preparados en la cocina de su casa.
"Ahora no tenemos que temer a la policía o los inspectores".
"Indetenible"
Paradójicamente, la expansión de un mercado legal puede aumentar el
tamaño del mercado negro, particularmente para los bienes y servicios
que necesitan los nuevos empresarios para sobrevivir. Las pizzerías
recién legalizadas deben tener un suministro constante de queso, harina
y pasta de tomate; los empleados por cuenta propia de la construcción
necesitan materiales; las manicuristas, esmalte de uñas.
Roberto se ha beneficiado de la apertura económica legal realizando
actividades ilegales. Usa recipientes robados de CO2 para hacer bebidas
carbonatadas que vende a cafeterías populares privadas en La Habana.
Cobra sólo 7 pesos (28 centavos de dólar) por una botella de 1,5 litros,
una sexta parte de lo que cuesta en el supermercado una botella de
gaseosa hecha por el Estado.
"Este negocio no es totalmente legal", dice. "No puedo obtener una
licencia para ello porque el Estado no me venderá el CO2. Necesito
adquirirlo en el mercado negro".
También hay otras actividades que por su naturaleza tienen que
permanecer ocultas bajo el sistema cubano.
Internet está estrictamente controlada por el Gobierno, así que los que
venden tiempo en cuentas que pertenecen a médicos, profesores y técnicos
de computadora lo hacen de forma ilegal.
El régimen mantiene también el monopolio en uno de los más típicos
productos cubanos, el habano, obligando a los cientos de fábricas
clandestinas a mantenerse en la ilegalidad.
Igualmente se encuentra controlada la venta de oro, así que los que lo
funden para dentaduras no van a recibir pronto licencia.
"Incluso si legalizaran este negocio no valdría la pena obtener una
licencia", dijo una persona que pidió anonimato por miedo de
represalias. En su caso, cobra hasta 40 dólares por diente, usando oro
derretido de joyas y baratijas que compra a suministradores secretos.
"Ellos podrían regularlo tanto que sería imposible obtener el oro y los
otros materiales que necesito. Las autoridades me molestarían tanto que
sería peor que lo que hago de forma oculta".
Marki dijo que abriría con gusto una boutique de ropas importadas si los
dirigentes de la Isla cambian alguna vez la economía marxista por el
capitalismo. Hasta entonces, él y muchos vivirán y trabajarán al margen
de la ley y ninguna cantidad de multas, detenciones o tiempo en la
cárcel los disuadirán.
"La mitad de Cuba vive del mercado negro", dijo Marki con una sonrisa.
"Y la otra mitad depende de él. Para mí, es algo indetenible".
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