lunes, 2 de junio de 2014

El bloqueo/embargo - ¿endurecimiento, flexibilización o suspensión?

El bloqueo/embargo: ¿endurecimiento, flexibilización o suspensión?

P. CAMPOS Y A. CHAGUACEDA | Madrid | 2 Jun 2014 - 10:08 am.



Por el bien de Cuba y EEUU, el bloqueo/embargo debe suspenderse total e

incondicionalmente.



La carta de 44 importantes personalidades norteamericanas al Presidente

Obama, solicitando una flexibilización del bloqueo/embargo, ha dado un

nuevo impulso a la vieja disputa sobre los efectos reales del mismo para

la situación política en Cuba.



Los firmantes de la misiva, convencidos de que el bloqueo/embargo no ha

conseguido sus propósitos, creen que llegó el momento de flexibilizarlo

al máximo, lo cual podría crear condiciones para el fortalecimiento de

una sociedad civil y económica independiente del Gobierno que, a la

larga, se impondría en el escenario criollo.



A contrapelo, los partidarios de mantenerlo y/o endurecerlo, creen que

su flexibilización brindaría oxígeno al ya caduco régimen insular —que

muta hoy de capitalismo monopolista de Estado, que esconde el socialismo

estatista, a capitalismo de Estado, bajo el comando de la misma élite

dirigente.



Nos parece que, aun respetando sus soberanas opiniones, ni unos ni otros

valoran el carácter intrínsecamente lesivo y torpe del bloqueo/embargo,

por todas sus consecuencias negativas para el pueblo de Cuba. Política

esta que en nada ha afectado las vidas ni el poder de los gobernantes en

más de medio siglo; pero que sí les ha servido para justificar sus

desastres económicos y su accionar antidemocrático. Y, sobre todo, para

mostrarse ante la izquierda mundial como los grandes campeones del

antiimperialismo, evitando su total aislamiento internacional.



Ambas posiciones parecen asumir, en grado considerable, que las

políticas de EEUU hacia Cuba son variables determinantes para el futuro

del gobierno en la Isla. Y si bien no se puede negar el peso geopolítico

del vecino país y su influencia en nuestra corta historia y pequeña

nación, ello no puede equivaler a alimentar la propaganda central

neo-plattista del gobierno cubano, que insiste en que los problemas de

Cuba estarían determinados, en primer lugar, por las contradicciones con

EEUU y que, por tanto, la solución a los mismos dependería de la

evolución de esa problemática y en primer lugar del bloqueo/embargo.



Es el sistema implantado en Cuba, en nombre del socialismo, la

revolución, clase obrera y el "marxismo leninismo", el principal

causante del desastre económico, político y social que sufren nuestros

compatriotas. El capitalismo monopolista de Estado, dirigido por la

élite militar, gerencial e ideológica de La Habana, es el obstáculo

principal al desarrollo de una Cuba próspera, progresista y democrática,

que pueda transitar, pacífica y paulatinamente, a una forma superior de

sociedad post-capitalista, aprovechando su envidiable posición

geográfica, el capital humano (y económico) de su comunidad trasnacional

y los avances de la economía del conocimiento. Sus máximos dirigentes

saben fracasado el modelo, aunque no lo reconozcan abiertamente y no

estén dispuestos a perder las riendas principales del control económico

y político. De ahí las reformas económicas tardías, preñadas de

inconsecuencias y contradicciones, sin cambios sustantivos en el sistema

político.



Debe recordarse que, después de la desaparición de la URSS y la crisis

del llamado Período Especial, el gobierno cubano fue capaz de

sobrevivir, a despecho de innumerables vaticinios, en razón de un

conjunto de factores. Estos incluían la sagacidad estratégica de su

máximo líder, experto en fortalecer su hegemonía personal dentro del

aparato burocrático y acompañado de una mística que, aún hoy, alimenta

la fe de un sector de las viejas generaciones de cubanos. También el

control centralizado de la economía —que permitió a Fidel Castro

direccionar y manejar arbitrariamente los recursos financieros

disponibles— y de un sistema político de partido único —donde "los de

arriba" imponen a "los de abajo" las directrices sobre dónde, cuándo,

quiénes y cómo participar en la conducción de la política nacional—;

todo ello articulado sobre un importante control de la información, así

como en niveles de represión sistémica y sistemática del pensamiento y

el activismo político autónomos. Hoy las bases sociales de semejante

poder lo constituyen, desde el bando de los ganadores, una clientela

militar, burocrática e intelectual que goza de prebendas y perdones

—tasados a la medida de su lealtad— y el apoyo y/o anuencias pasivos, de

una amplia "pobrecía", a la que el Gobierno ha brindado niveles,

actualmente decrecientes, de cobertura y protección social básicos.



Sumado a ello, el estandarte nacionalista levantado a costa de las

políticas hostiles de EEUU —en cuyo centro se ubican las medidas del

bloqueo/embargo— y del discurso sobre la "construcción socialista", han

logrado simpatías usufructuables en amplios sectores de la izquierda

internacional. El aprovechamiento de las contradicciones y problemáticas

internacionales para conseguir respaldo político y financiero, vender

servicios turísticos, médicos y profesionales —con altas ganancias por

el alto nivel de explotación de sus trabajadores— y el defalco de la

emigración —obligada a la intermediación estatal en sus contactos

familiares, envío de remesas y productos, viajes y trámites— son

variables explicativas de la hegemonía y resiliencia del régimen

posrevolucionario en los años recientes.



Todos estos elementos, aunque tienen componentes económicos, son

variables de índole esencialmente política. Y los asuntos políticos se

tratan con medidas de igual carácter —a acciones de represión y clausura

internas le corresponden contramedidas favorecedoras de la apertura y el

diálogo pueblo a pueblo, que no excluyan los debidos señalamientos a las

violaciones de Derechos Humanos— y no con sanciones que solo sirven para

avalar la mentalidad de "ciudadela sitiada" y para mantener el control

político. Así, el bloqueo/embargo de EEUU, que busca afectar las bases

económicas del Gobierno, lo que consigue es dotarlo de un enorme capital

político.



Demostrada la inviabilidad práctica y la crisis moral del modelo y

regímenes vigentes en Cuba, las políticas de bloqueo/embargo solo pueden

servir para estabilizar el precario equilibrio que mantiene en pie a su

último reducto. Creemos que el análisis del tema debe incluir no solo

las implicaciones del bloqueo/embargo para EEUU —cuyo prestigio

internacional ha sido erosionado por sucesivas condenas en la ONU y por

el rechazo unánime de América Latina— sino, primordialmente, por el daño

que aquel ha provocado al pueblo cubano, bien sea por las carencias

reales generadas por sus medidas —que afectan, por ejemplo, a

suministros médicos en padecimientos sensibles como el cáncer— o por

haber brindado pretextos al Gobierno para mantener a la ciudadanía

insular en un estado de precariedad cívica y material, comprometiendo

los ideales y luchas históricos de las izquierdas cubanas.



Si tenemos en consideración todos estos elementos, al evaluar el impacto

de las políticas norteamericanas, tendríamos que aceptar que tanto la

limitación como la extensión de las medidas del bloqueo/embargo, hasta

ahora, han resultado contraproducentes a los efectos de promover un

cambio de sistema en Cuba y alentar una democratización de esta

sociedad. En contraste, creemos que su eliminación completa erosionaría

directa o indirectamente buena parte de las bases que sustentan

políticamente el actual "sistema" centralizado de gobierno y economía.



Ciertamente, una apertura total de EEUU, podría brindar al gobierno

cubano algunos beneficios mercantiles que, en el corto plazo, poco

podría aprovechar su obsoleto sistema empresarial y financiero. Pero

pondría de manifiesto los déficits estructurales del modelo vigente y

dejaría a sus dirigentes sin las armas políticas que le sostienen a

nivel domestico e internacional.



Las fuerzas gubernamentales tendrían que adaptarse a las nuevas

condiciones, cambiar la acción y el discurso sobre el "enemigo", pues la

defensa "contra la amenaza imperialista y sus mercenarios" perdería todo

sentido. El autoritarismo y la centralización predominantes tendrían que

dar paso a cambios progresivos en todo el sistema económico-político y

social. Un proceso pacífico de democratización podría facilitarse e

incluso ser acompañado por segmentos del funcionariado y la

intelectualidad leal. Esto beneficiaría la actuación de los partidarios

de una Cuba democrática y plural, "con todos y para el bien de todos",

sin revanchismos ni exclusiones. Una Cuba donde exista pleno respeto a

todos los Derechos Humanos, donde la concordia y la paz se impongan a la

violencia y al odio y las fuerzas políticas y económicas luchen en un

ambiente de iguales oportunidades.



En tal escenario, perdería espacio la confrontación violenta y quedarían

en desventaja las fuerzas más retrógradas del pasado y del presente, de

la nación y de su exilio. Entonces, los partidarios de un socialismo

participativo y democrático, lucharíamos por nuestros ideales en formas

y mecanismos ciudadanos, institucionales y democráticos, como seguro lo

harán las demás fuerzas políticas. Para que todo eso sea posible y para

que el pueblo cubano sea el único responsable de su destino, es

necesario el respeto a la soberanía y la autodeterminación del pueblo de

Cuba, que hoy coartan tanto las políticas de La Habana como de Washington.



En sintonía con ello, por su carácter lesivo, torpe y contrario al

Derecho y la opinión internacionales, así como por el bien de los

pueblos cubano y estadounidense, creemos que el embargo/bloqueo debe

suspenderse total e incondicionalmente.



Source: El bloqueo/embargo: ¿endurecimiento, flexibilización o

suspensión? | Diario de Cuba -

http://www.diariodecuba.com/cuba/1401696488_8846.html

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