La revolución privada de Fidel Castro
JORGE A. SANGUINETTY | Miami | 3 de Octubre de 2016 - 08:26 CEST.
El engaño juega un papel fundamental en la historia. El ser humano lo
usa como un instrumento para alcanzar sus objetivos, de modo parecido al
que los animales por medio del mimetismo se disfrazan o confunden de
acuerdo con el medio que los rodea para escaparse de sus depredadores o
sorprender a sus presas. El engaño es parte intrínseca de la naturaleza
humana y, por ende, de la naturaleza social. Independientemente de sus
implicaciones éticas y morales, gústenos o no, debemos aprender a lidiar
con el engaño.
Aplicado a cuestiones públicas y de Estado, el engaño sirve para lograr
objetivos políticos, militares y económicos en diversas fases de la
historia de las naciones. Cuba es un buen ejemplo. Su historia
republicana no puede comprenderse sin reconocer el papel prominente del
engaño y, con el comienzo del proceso revolucionario en 1959, el engaño
alcanza formas nunca observadas en el país, siendo esencial en el modo
cotidiano de operar de Fidel Castro. El engaño oficial fue aplicado de
maneras muy deliberadas, refinadas y eficaces, en sincronía con acciones
del Gobierno revolucionario. Dichas acciones no solo lograron la
concentración de todos los poderes del Estado en la persona de Castro,
sino también de prácticamente todo el poder económico del país, hasta
entonces ampliamente repartido entre infinidad de manos privadas. De
este modo el engaño sirvió para convencer a una proporción elevada,
quizás mayoritaria de la población de que tal concentración de poderes
obedecía a fines moralmente superiores encapsulados en la ideología
socialista. Sería una perogrullada afirmar que sin el engaño el
cataclismo masivo llamado "revolución cubana" que afecta a la sociedad
desde 1959 no existiría.
En estas líneas analizo la trayectoria de las principales declaraciones
y medidas oficiales que transfiguraron veloz y radicalmente a la
sociedad cubana en menos de dos años. No es fácil encontrar ejemplos en
la historia que se igualen en velocidad y profundidad a este proceso. El
mismo consistió de un refinado contrapunteo entre las declaraciones
públicas de Castro y las medidas que se implementaban posteriormente.
Este ciclo de engaño-traición (ET) tiene su primera gran expresión en la
promesa inicial, desde antes de 1959, de que la revolución se hacía con
el objeto de derrocar a la dictadura de Batista, restaurar la
Constitución de 1940 y organizar elecciones libres para elegir
democráticamente un nuevo gobierno. Ese fue el primer segmento del ciclo
ET que se completa en los primeros meses de 1959 cuando el Gobierno
abandona subrepticiamente el plan de restauración constitucional y lo
hace oficial mediante un discurso en 1960 donde Castro pregunta
retóricamente "¿Elecciones para qué?". Aunque el ciclo ET se repitió
continuamente en diversas escalas, momentos y audiencias, aquí nos
concentraremos en los casos más trascendentes del proceso en sus inicios.
De este modo el próximo gran ciclo es el que también comienza antes de
1959 con las múltiples declaraciones por parte de Castro negando que él,
sus seguidores o el movimiento revolucionario fuera comunista. Sin
embargo, ya en 1959, mientras se repetían tales negativas, Castro
colocaba sin conocimiento del pueblo militantes comunistas en puestos
claves del Gobierno y de las fuerzas armadas, a la vez que se deshacía
de personal anticomunista. Todo esto llevó a las protestas y
subsiguientes renuncias del presidente Manuel Urrutia a mediados de 1959
y del comandante Huber Matos ese octubre, con el encarcelamiento
inmediato de este último.
Mientras tanto, las declaraciones de Castro sobre la naturaleza de su
revolución se proyectaban hacia una vaga definición de régimen
"humanista", al mismo tiempo que continuaba sus negativas sobre el
comunismo, pero se comenzaban a desarrollar relaciones con la Unión
Soviética e implementaban medidas de carácter socialista, como las leyes
de Reforma Agraria y de Reforma Urbana. Estas leyes violaban los
derechos de propiedad de cientos de miles de ciudadanos cubanos y un
buen número de extranjeros y alcanzaron su máxima expresión en el ciclo
ET con las expropiaciones masivas de 1960. El mayor de estos ciclos se
completa el 16 de abril de 1961, cuando Castro proclama en un discurso
público el carácter socialista de su revolución. A fines de ese mismo
año ese gran ciclo ET se consagra con la confesión de Castro de que es
un marxista leninista y lo será toda su vida.
Es de notar que una gran parte de la documentación de muchos de estos
episodios de engaño ha ido siendo retirada del alcance del público en
Cuba, práctica que eleva el engaño a un nivel superior, el del engaño
sobre el engaño. De este modo se repite en Cuba la bien conocida
práctica de los regímenes comunistas de borrar trozos inconvenientes de
historia para maximizar el control del Gobierno sobre sus ciudadanos.
Paralelamente al proceso de expropiaciones en 1960 se organizó en Cuba
la Junta Central de Planificación (JUCEPLAN). Esta sería la
megaorganización que reemplazaría la economía de mercado que
eminentemente predominaba en Cuba hasta entonces y que estaría a cargo
de dirigir en teoría toda la economía del país bajo el régimen
socialista. En este punto es de crucial importancia comprender que el
nuevo sistema reemplazaría con monopolios estatales los cientos de miles
de empresas productivas y de servicios de todo tamaño, cada una con sus
respectivos dueños, administradores y trabajadores. La desaparición de
los propietarios privados creó un vacío de autoridad económica y
administrativa que tuvo que llenarse en pocos meses con personal
improvisado pero leal a Castro para evitar una parálisis de producción
en la Isla.
Aunque la Junta representaba la esencia de lo que debía ser el manejo de
una nueva y eficiente economía socialista, en la práctica se convirtió
en el instrumento del último gran engaño de Fidel Castro: él manejaría
la economía a su antojo, sin planes bien preparados, mientras hacía uso
de las empresas expropiadas como si fueran de su propiedad. En lugar de
"propiedad social de los medios de producción", tal como señalan los
textos sagrados del socialismo, los bienes expropiados fueron de facto
privatizados por Fidel Castro. El tenía ahora todo el poder para usarlos
y distribuirlos como quisiera, sin tener que rendirle cuentas a nadie,
sin una prensa libre e independiente, sin supervisión alguna por parte
del Partido Comunista o un órgano calificado del Estado. Y en lugar de
usar esas propiedades y el sistema de planificación central para
promover el desarrollo económico y social de los cubanos, Castro usó
esos recursos para promover guerras de guerrilla en varios países
latinoamericanos, antagonizar a EEUU en cualquier rincón del mundo e
intervenir en conflictos bélicos en varios países africanos. Era una
parte desconocida de su agenda privada, donde el socialismo en sí mismo,
tal como lo conciben o sueñan los marxistas socialistas, no se aplicaba.
Se revelaban como nuevas traiciones otro conjunto de engaños: en lugar
de dedicarse al bienestar del pueblo el socialismo cubano se
transformaba en internacionalismo proletario y baluarte del
antiamericanismo por obra y gracia del nuevo gran dueño y señor del
país, de su riqueza y de sus ciudadanos.
La tramoya castrista construyó un verdadero caballo de Troya para
sorprender a millones de cubanos desprevenidos, imposibilitándolos en la
defensa de sus intereses, derechos y propiedades. Disfrazado el régimen
castrista de socialismo benefactor, el engaño no se limitó a los
cubanos, sino que fue exportado para consumo internacional con gran
éxito. Emulando a las aldeas de Potemkin, la fachada socialista se
vendió en otros países con un esfuerzo masivo y costoso de propaganda.
El carácter privado del castrismo todavía es ignorado por muchos
cubanos, aunque ahora se revela con creciente claridad por los atisbos
de una sucesión dinástica en que los herederos principales parecen ser
los miembros de la familia Castro. En este punto uno se pregunta si la
indignación ciudadana que debe acumularse cuando estas verdades se sepan
ampliamente podrá llegar a crear condiciones para un cambio profundo de
semejante régimen.
Source: La revolución privada de Fidel Castro | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1474899939_25568.html
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