Cuba y Venezuela cuesta arriba
Por Pedro Corzo 16 de febrero de 2017
Conferencista y escritor
Las perspectivas de que la oposición cubana y la venezolana logren
cambiar los gobiernos que confrontan son realmente limitadas, a pesar de
los muchos esfuerzos y los sacrificios de los sectores que las
conforman. Los resultados hasta ahora no permiten vislumbrar cambios
significativos en ninguno de los dos países. Por supuesto que esta
consideración no es para darse por vencido; al contrario, debería ser un
acicate, un látigo que al golpear impulsa a la víctima y la compromete
todavía más en la destrucción de los opresores y el cambio de régimen.
Hay que tener en cuenta que sembrar la desesperanza, difundir la
convicción de que no hay escapatoria, que la clase dirigente es
omnipresente y omnisciente es una misión básica para los regímenes
autocráticos. Entrampar a los ciudadanos es un punto clave de su proyecto.
Cierto es que ambas oposiciones trabajan en escenarios diferentes, pero
el enemigo es de similar naturaleza, aunque difiere en la intensidad de
sus prácticas represoras y en el control que ejerce sobre la actividad
económica y de la sociedad en general. El objetivo de los que detentan
el poder es idéntico, conservar el control de forma absoluta y a
perpetuidad.
La oposición venezolana cuenta hasta el momento con un mayor espacio
operativo, pero tal vez esa particularidad implica que una parte de
quienes la componen considere a los representantes del chavismo como
adversarios y no lo que en realidad son: enemigos mortales de quienes
osen retarles, más aun, de todo aquel que no se sume a sus designios. En
este aspecto, funcionan igual que la dinastía de los Castro.
La oposición venezolana logró una estructura poderosa, con capacidad de
movilización y gestión, la Mesa de la Unidad Democrática, pero todo
parece indicar que esa sombrilla de organizaciones está enfrentando
serios problemas operacionales y un desgaste difícil de superar motivado
por la pugnacidad de las partes que la integran. También, al parecer,
hay sectores de la oposición que no acaban de entender que el Gobierno
es su enemigo y no un rival respetuoso de las reglas del juego democrático.
La alianza opositora, para ser una alternativa de poder, como lo
demostró en los comicios del 2015, tiene que recrear sus aciertos e
instrumentar nuevos planes en los que el ciudadano sea el verdadero
protagonista y no una muchedumbre que los dirigentes mueven a su
voluntad. La entidad, según sus críticos, necesita una reestructuración
a fondo, mayor disciplina y asumir que todas las acciones contra el
régimen pueden no ser políticamente correctas.
La oposición en cualquier país se nutre de quienes comparten sus
propuestas. Su liderazgo se fundamenta en la confianza que ha ganado en
la población. Al no contar con los beneficios del poder para cautivar al
electorado, debe evitar contradicciones y la improvisación de
procedimientos cuya preparación dan aliento, pero cuando concluyen sólo
dejan frustración y amargura.
En Cuba, el escenario de gestión del opositor es más reducido, al
extremo de que el régimen no le reconoce el derecho a la existencia. La
labor opositora es reprimida y acceder a los medios de información
nacionales es literalmente imposible. El control social del castrismo,
incluido el económico, no tiene precedentes en el hemisferio; determina
que los opositores se enfrentan a circunstancias para las cuales no hay
antídotos.
A diferencia de Venezuela, en Cuba se puede decir que existen varias MUD
pero ninguna tiene las posibilidades de gestión ni la dimensión de la
que enfrenta al chavismo. Hay sombrillas que agrupan a diferentes
organizaciones que elaboran sus propios planes operativos. También hay
dirigentes políticos que constituyen una entidad y a la mayor brevedad
crean otra y abandonan con ello la anterior. Eso puede ser para
neutralizar en alguna medida la capacidad represiva de la dictadura,
pero si ese no es el motivo u otro de igual importancia, es síntoma de
una inestabilidad que perjudica el objetivo final de cambiar el sistema.
En la lucha contra los Castro también se ha apreciado desde los lejanos
sesenta pugnacidad y enfrentamientos entre sus líderes, una situación
que se sigue repitiendo en el presente y que la dictadura exacerba al
manipular información y desprestigiar a los opositores.
La situación para ambos países es compleja. Mientras más gobiernen los
Maduro y los Castro, más desastroso será el futuro y la restauración de
ambas sociedades. Más traumática la transición a la democracia. El
tiempo apremia. El castrismo y el chavismo corrompen y corroen. Se debe
trabajar con visión de patria, no de cabildo.
Source: Cuba y Venezuela cuesta arriba - Infobae -
http://www.infobae.com/opinion/2017/02/17/cuba-y-venezuela-cuesta-arriba/
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