La nueva política hacia Cuba explicada a los niños
Trump le ha puesto un catéter en la yugular al régimen castrista
Martes, junio 20, 2017 | Alexis Jardines Chacón
MIAMI, Estados Unidos.- La reacción anti Trump durante todo el proceso
de las elecciones fue instintiva e irracional. Sus detractores
—ignorando la enseñanza fundamental de la filosofía Griega Antigua— se
enfocaron en los gestos, la apariencia y todo lo superficial y
circunstancial, mientras lo verdaderamente importante en política pasaba
inadvertido delante de sus narices. Poco a poco muchos de los enemigos
del actual presidente fueron cayendo en cuenta que se habían equivocado.
El proceso de desencanto con la histeria anti Trump es largo y tortuoso,
aún continúa.
Lo que me llamaba la atención de este bando opuesto era precisamente su
carencia de argumentos racionales, su tendencia a atacar y contraatacar,
siempre como masa, bajo el calor de la euforia y el impulso ciego.
Pudiera decirse, entonces, que también pasaron por alto el llamado a la
reflexión que nos hizo la obra más conocida del filósofo español Ortega
y Gasset en pleno corazón de la modernidad.
Trump was right, era y es lo que necesita Estados Unidos si quiere
conservarse como nación. Era y es lo que necesita el ciudadano americano
si no quiere verse marginado en su propia casa por religiones, prácticas
y culturas foráneas. En lugar de escuchar a Trump desde una actitud
racional ni siquiera se le dio la oportunidad de diálogo y su propuesta
fue rechazada sin más. Ergo, incomprendida.
Hoy se está cometiendo el mismo error con su política hacia Cuba. Se
supone que mientras más cerca de la posición de Obama esté Trump más
solidario deban ser con él sus detractores. Pero la farándula
politiquera no piensa. Es capaz de ir contra ella misma con tal de dañar
al presidente. Resulta que Trump es criticado ahora —de uno y otro
bando, dicho sea de paso— porque apenas modificó la política de Obama
hacia Cuba (sin comentarios).
¿Por qué tanto alboroto, tanta reacción sin reflexión? ¿Por qué no
tratar de comprender primero y opinar —sobre todo, enjuiciar— después?
Muchos de los que hoy intentan cubrir de lodo la jugada de Trump con
relación a Cuba ya los veremos arrepentidos. A fin de cuentas, la
genuflexión de Obama no produjo resultados, más bien fue
contraproducente. Sin embargo, si Trump hubiera levantado de un plumazo
todo contacto, real y posible, con Cuba, la reacción de sus detractores
hubiera sido notablemente más adversa, militante y hasta violenta.
El presidente, afortunadamente, no les dio esa oportunidad.
Si la progresía liberal "irreverente" (y lo pongo entre comillas porque
la masa — siempre dominada por una idea o tendencia— no está asociada a
la irreverencia, sino a la sumisión) no quiere tropezar de nuevo con la
misma piedra, entonces debe tratar de entender que la posición más
sensata para ayudar al cubano de a pie es mantener un canal abierto, una
cierta presencia y una vía de comunicación con Cuba, es decir, con el
pueblo y sus dictadores. Cerrar la puerta y tirar la llave después de lo
que hizo Obama es actuar de manera torpe e irresponsable. La parte buena
del trato del expresidente (la cual hasta hoy fue más virtual que real)
ha sido salvada. La parte mala (la mayoritaria y única en explotación,
productora de dividendos para el régimen) ha sido cancelada,
literalmente, de un plumazo.
¿Por qué Trump lo hizo de ese modo que hoy tantos no entienden? Porque
es un excelente negociador. Y es de un trato de lo que estamos hablando:
ni huimos ni nos congraciamos. Quien cierre las embajadas pierde, porque
entre otras cosas pierde la capacidad de actuar in situ, la experiencia
directa. Ahora Trump tiene el rábano por las hojas sin anular la
posibilidad del diálogo. Es más, convirtiendo esa posibilidad en una
necesidad para el régimen de La Habana.
Y el mensaje ha sido más que claro: si quieren negociar —y pueden
hacerlo, porque ustedes mismos tendieron los puentes que de otro modo
tendrían que destruir— las concesiones las tienen que hacer ustedes. Y
con los recortes que le he hecho yo a sus empresas militares y al propio
turismo estadounidense les estoy diciendo que lo que me interesa a corto
y mediano plazos no es el dinero, sino la democracia y la libertad de
todos los cubanos, porque sé que ese es también el verdadero negocio, el
good deal que traerá en un futuro nada lejano, amén de seguridad para la
región, dividendos y prosperidad para los cubanos de la isla, los
norteamericanos y los cubanoamericanos.
Todos incluidos por primera vez en una justa exigencia (que no
injerencia) del presidente de la nación que ha sido esperanza para
muchos dentro de Cuba y segunda patria para otros tantos fuera de ella.
Hoy se ve claro que la distancia que separa al presidente, a la Casa
Blanca y a los Estados Unidos de América de los cubanos es más corta que
la que separa a estos últimos de la Rinconera (residencia de Raúl
Castro). Obama quiso dejar un legado y lo hizo: fue el primer presidente
norteamericano activo que se fue a turistear con el gobierno comunista
de La Habana, esa gloria es toda suya. Pero de Trump cumplir sus
promesas —y ya sabemos que lo hace— será él quien entre en la historia
de Cuba aun sin proponérselo.
Así pues, detractores, de ser sensatos hay que dejar hacer al presidente
antes de ponerse a convulsionar en los medios. Es sencillo: piensen,
reflexionen, valoren las posibilidades que pueden abrirse con esta nueva
estrategia política del embudo invertido (como debió ser) y después opinen.
Por ejemplo, la sola prohibición del comercio con las empresas militares
—depende cómo se interprete— pudiera extenderse a toda la economía
cubana (léase, estatal) atendiendo a que en Cuba no hay nada que de un
modo u otro no esté sometido al control militar (y no se olvide que
hasta los cuentapropistas son obligados a colaborar con el régimen si
quieren conservar sus licencias). Por otra parte, Obama no podía
empoderar al cubano de a pie porque las condiciones las ponía la
dictadura castrista. Pero con Trump se revierte la ecuación: el único
modo para el régimen de obtener algún beneficio es a través del
beneficio de los ciudadanos que el propio régimen oprime. Y esto ya
indica a un inevitable fin.
Me atrevo a asegurar que pronto se verán en Cuba no solo movimientos
eleccionarios, sino cambios masivos de casacas verde olivo por finos
vestidos y elegantes trajes. La transmutación del régimen, el timo y la
distracción de la opinión pública son previsibles en esta dirección. Se
extenderá la práctica de la cobertura y la fachada a todos los sectores,
estratégicos o no, de la economía. Pero Trump no es Obama, él sabe que
el indicador es el pueblo y no lo que digan los gobiernos en los foros
internacionales y la prensa izquierdista.
Si Obama oxigenó a la moribunda dictadura, de Trump se puede decir que
le ha puesto un catéter en la yugular al régimen castrista. La
diferencia radica en que el presidente guarda la jeringa en su bolsillo
y no parece tener apuro, porque la bola estará a partir de ahora en la
cancha contraria.
Source: La nueva política hacia Cuba explicada a los niños
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