Trabajo por cuenta propia: una clave para el fracaso
No puede ser que los cubanos seamos tan pésimos administradores, sobre
todo cuando arriesgamos en la empresa nuestro magro capital
Dr. Jeovany Jiménez Vega
octubre 01, 2013
Siempre que se aborda el tema recuerdo la anécdota que me contó un
amigo: era una mañana de marzo de 1968 y un tío suyo, dueño de un
pequeño establecimiento de venta de frutas, lo abrió temprano. Aquel
hombre laborioso tenía su historia; había comenzado recorriendo las
largas calles de Artemisa para vender primero desde una carretilla, poco
a poco fue mejorando aquel vehículo hasta que alquiló con el tiempo un
portal y luego trasladó su venta a aquel pequeño local, que sólo después
de muchos años y sacrificio familiar, fue suyo. Pero aquella fatídica
mañana del 68, mientras se disponía a atender a sus clientes, se
presentó en el umbral un oficial de verdeolivo armado de su respectivo
portafolio. ¿Usted es el dueño?, preguntó. Sí, respondió él. ¿Puede
salir, por favor?, dijo el oficial desde el portal. Cuando el dueño
salió, el oficial atravesó el umbral y una vez dentro le dijo: este
local acaba de ser intervenido por la Revolución… y eso fue todo. Mi
amigo me cuenta que el ya exdueño no pudo ni siquiera recuperar una
cadena, que junto a su anillo de matrimonio había dejado sobre la caja
registradora para cargar algo minutos antes. Quedaba así despojado, a
rajatabla como miles de cubanos más, de aquella pequeña empresa familiar
que tantos años de desvelos le había costado. Me cuentan los viejos que
pocos meses después de la entonces llamada "ofensiva revolucionaria" ya
no era posible encontrar en la calle una croqueta frita.
En el 2010 muchos cubanos sacaron licencias para emprender negocios
privados. Varias personas leen una cartelera en una oficina municipal de
trabajo.
En un reciente Estado de Sats el panel giró precisamente alrededor de la
situación actual del trabajo por cuenta propia en Cuba, sector que ha
tenido dinámicas diferentes según la etapa postrevolucionaria de que
hablemos. Se recordó allí las fases del camino incierto atravesado por
este sector hasta hoy. Muchos recordamos bajo qué circunstancias se
estrenó "oficialmente" esta alterativa: en el apogeo del período
especial fue la salida dada por el gobierno cubano, la válvula de escape
usada para distender la extrema tensión alcanzada por la olla. En lo
personal recuerdo el gran titular publicado entonces por Granma: "El
trabajo por cuenta propia no es una solución coyuntural." O sea, que
aquello prometía ir en serio, pero el decursar de los primeros años
pronto desmintió aquel enunciado y le dio inequívocos tintes de farsa:
todos fuimos testigos de cómo el gobierno, en cuanto se sintió más
confiado, comenzó a poner cuantas zancadillas pudo al desarrollo de este
sector con limitaciones de todo tipo, diseñadas exclusivamente para que
los cuentapropistas cejaran en su empresa, y en efecto, lograron que
miles entregaran sus patentes ante la imposibilidad de continuar pagando
las excesivas contribuciones exigidas, que no se proponían otra cosa que
llevar a la bancarrota a cada uno de aquellos negocios familiares. Esto
tenía, por supuesto un evidente trasfondo político: después de todo esa
era la prueba definitiva y necesaria para demostrar que no había empresa
privada que pudiera emular frente a la eficiencia inmaculada de la
empresa socialista. Mientras esto sucedía, por otra parte el gobierno
mantenía una rígida política de negar cada nueva solicitud de patente
para la mayoría de las actividades durante la década siguiente. El
resultado de esta política lo palpamos todos: sólo sobrevivieron
aquellos cuya actividad era suficientemente lucrativa como para sufragar
los estratosféricos precios en el mercado negro de sus materias primas y
para garantizar el soborno de inspectores y policías, con toda la
degradación moral que esto implicó para la sociedad en general y que
arrastramos todavía.
Pues bien, ahora el gobierno asegura tener la voluntad política para que
esta vez todo fluya diferente. Pero se advierten estigmas, unos sutiles,
groseros otros, que alertan sobre las reales intenciones ocultas por el
tono del discurso. Todavía se mantiene, por ejemplo, todo un cuerpo de
legislaciones que da potestad a órganos como la Fiscalía General de la
República a iniciar un expediente contra alguien –que bien pudiera ser
un productor agrícola o uno de estos nuevos cuentapropistas– quien sólo
se entera de ello cuando queda despojado hasta de la ropa que lleva
puesta; todavía persiste el obstáculo insalvable de los precios
astronómicos de los artículos y materias primas imprescindibles para la
mayoría de las actividades autorizadas –que generalmente son exigidas
contra comprobante de compra– y que convierten cualquier intento de
rentabilidad en un absurdo; todavía el Estado se erige como el único
proveedor posible, algo que entra en franca contradicción con las
modificaciones hechas a la política migratoria a principios del presente
año, pues no se le permite al productor importar directamente sus
insumos cuando le sea posible –como sucede en los casos "análogos" de
China y Viet Nam, por ejemplo, por ponérsela fácil; todavía se pudren
cosechas enteras en el campo debido a la inexcusable irresponsabilidad
de la Empresa Nacional de Acopio, única entidad autorizada para ello por
el gobierno debido al terror a los intermediarios y que jamás indemniza
a nadie; todavía no se otorga verdadera autonomía a estas nuevas
empresas, que continúan subordinadas de un modo absurdo a la inoperante
empresa estatal –como es el caso de las cooperativas de transporte– y
cuyos miembros tienen prohibido, por ley, llegar a ser dueños de los
medios de producción, entre otros miles de detalles que escapan al que
esto escribe.
En resumen, que tengo la impresión de que el momento actual no difiere
en esencia de momentos pasados. Cuando quiebra un negocio, esto puede
ser adjudicable a la mala gestión de su dueño, pero cuando se establece
una tendencia masiva entonces, con toda seguridad, se trata de la
inoperancia del esquema aplicado a nivel de país; no puede ser que los
cubanos seamos tan pésimos administradores, sobre todo cuando
arriesgamos en la empresa nuestro magro capital familiar. Quienes
diseñan semejantes políticas entienden de matemáticas y a pesar de eso
han instituido un esquema disfuncional, e insisten denodadamente sobre
esa línea porque su objetivo final no es propiciar el éxito de estas
"nanoempresas", sino que es más bien impedir que la prosperidad llegue a
nuestro hogar mediante un esquema de gestión que desmiente décadas de
ineficacia e indolencia administrativa iniciadas en aquella mañana
fatídica de marzo del 68. Ojalá me equivoque, pero mientras no cambien
las coordenadas presiento que la actividad cuentapropista, la pequeña
empresa familiar cubana, estará ante las claves exactas para un seguro
fracaso.
Publicado originalmente el 25 de septiembre en el blog Ciudadano Cero de
Jeovany Jimenez Vega.
Source: "Trabajo por cuenta propia: una clave para el fracaso" -
http://www.martinoticias.com/content/article/28019.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario