miércoles, 2 de octubre de 2013

Trabajo por cuenta propia - una clave para el fracaso

Trabajo por cuenta propia: una clave para el fracaso

No puede ser que los cubanos seamos tan pésimos administradores, sobre

todo cuando arriesgamos en la empresa nuestro magro capital

Dr. Jeovany Jiménez Vega

octubre 01, 2013



Siempre que se aborda el tema recuerdo la anécdota que me contó un

amigo: era una mañana de marzo de 1968 y un tío suyo, dueño de un

pequeño establecimiento de venta de frutas, lo abrió temprano. Aquel

hombre laborioso tenía su historia; había comenzado recorriendo las

largas calles de Artemisa para vender primero desde una carretilla, poco

a poco fue mejorando aquel vehículo hasta que alquiló con el tiempo un

portal y luego trasladó su venta a aquel pequeño local, que sólo después

de muchos años y sacrificio familiar, fue suyo. Pero aquella fatídica

mañana del 68, mientras se disponía a atender a sus clientes, se

presentó en el umbral un oficial de verdeolivo armado de su respectivo

portafolio. ¿Usted es el dueño?, preguntó. Sí, respondió él. ¿Puede

salir, por favor?, dijo el oficial desde el portal. Cuando el dueño

salió, el oficial atravesó el umbral y una vez dentro le dijo: este

local acaba de ser intervenido por la Revolución… y eso fue todo. Mi

amigo me cuenta que el ya exdueño no pudo ni siquiera recuperar una

cadena, que junto a su anillo de matrimonio había dejado sobre la caja

registradora para cargar algo minutos antes. Quedaba así despojado, a

rajatabla como miles de cubanos más, de aquella pequeña empresa familiar

que tantos años de desvelos le había costado. Me cuentan los viejos que

pocos meses después de la entonces llamada "ofensiva revolucionaria" ya

no era posible encontrar en la calle una croqueta frita.





En el 2010 muchos cubanos sacaron licencias para emprender negocios

privados. Varias personas leen una cartelera en una oficina municipal de

trabajo.

En un reciente Estado de Sats el panel giró precisamente alrededor de la

situación actual del trabajo por cuenta propia en Cuba, sector que ha

tenido dinámicas diferentes según la etapa postrevolucionaria de que

hablemos. Se recordó allí las fases del camino incierto atravesado por

este sector hasta hoy. Muchos recordamos bajo qué circunstancias se

estrenó "oficialmente" esta alterativa: en el apogeo del período

especial fue la salida dada por el gobierno cubano, la válvula de escape

usada para distender la extrema tensión alcanzada por la olla. En lo

personal recuerdo el gran titular publicado entonces por Granma: "El

trabajo por cuenta propia no es una solución coyuntural." O sea, que

aquello prometía ir en serio, pero el decursar de los primeros años

pronto desmintió aquel enunciado y le dio inequívocos tintes de farsa:

todos fuimos testigos de cómo el gobierno, en cuanto se sintió más

confiado, comenzó a poner cuantas zancadillas pudo al desarrollo de este

sector con limitaciones de todo tipo, diseñadas exclusivamente para que

los cuentapropistas cejaran en su empresa, y en efecto, lograron que

miles entregaran sus patentes ante la imposibilidad de continuar pagando

las excesivas contribuciones exigidas, que no se proponían otra cosa que

llevar a la bancarrota a cada uno de aquellos negocios familiares. Esto

tenía, por supuesto un evidente trasfondo político: después de todo esa

era la prueba definitiva y necesaria para demostrar que no había empresa

privada que pudiera emular frente a la eficiencia inmaculada de la

empresa socialista. Mientras esto sucedía, por otra parte el gobierno

mantenía una rígida política de negar cada nueva solicitud de patente

para la mayoría de las actividades durante la década siguiente. El

resultado de esta política lo palpamos todos: sólo sobrevivieron

aquellos cuya actividad era suficientemente lucrativa como para sufragar

los estratosféricos precios en el mercado negro de sus materias primas y

para garantizar el soborno de inspectores y policías, con toda la

degradación moral que esto implicó para la sociedad en general y que

arrastramos todavía.



Pues bien, ahora el gobierno asegura tener la voluntad política para que

esta vez todo fluya diferente. Pero se advierten estigmas, unos sutiles,

groseros otros, que alertan sobre las reales intenciones ocultas por el

tono del discurso. Todavía se mantiene, por ejemplo, todo un cuerpo de

legislaciones que da potestad a órganos como la Fiscalía General de la

República a iniciar un expediente contra alguien –que bien pudiera ser

un productor agrícola o uno de estos nuevos cuentapropistas– quien sólo

se entera de ello cuando queda despojado hasta de la ropa que lleva

puesta; todavía persiste el obstáculo insalvable de los precios

astronómicos de los artículos y materias primas imprescindibles para la

mayoría de las actividades autorizadas –que generalmente son exigidas

contra comprobante de compra– y que convierten cualquier intento de

rentabilidad en un absurdo; todavía el Estado se erige como el único

proveedor posible, algo que entra en franca contradicción con las

modificaciones hechas a la política migratoria a principios del presente

año, pues no se le permite al productor importar directamente sus

insumos cuando le sea posible –como sucede en los casos "análogos" de

China y Viet Nam, por ejemplo, por ponérsela fácil; todavía se pudren

cosechas enteras en el campo debido a la inexcusable irresponsabilidad

de la Empresa Nacional de Acopio, única entidad autorizada para ello por

el gobierno debido al terror a los intermediarios y que jamás indemniza

a nadie; todavía no se otorga verdadera autonomía a estas nuevas

empresas, que continúan subordinadas de un modo absurdo a la inoperante

empresa estatal –como es el caso de las cooperativas de transporte– y

cuyos miembros tienen prohibido, por ley, llegar a ser dueños de los

medios de producción, entre otros miles de detalles que escapan al que

esto escribe.



En resumen, que tengo la impresión de que el momento actual no difiere

en esencia de momentos pasados. Cuando quiebra un negocio, esto puede

ser adjudicable a la mala gestión de su dueño, pero cuando se establece

una tendencia masiva entonces, con toda seguridad, se trata de la

inoperancia del esquema aplicado a nivel de país; no puede ser que los

cubanos seamos tan pésimos administradores, sobre todo cuando

arriesgamos en la empresa nuestro magro capital familiar. Quienes

diseñan semejantes políticas entienden de matemáticas y a pesar de eso

han instituido un esquema disfuncional, e insisten denodadamente sobre

esa línea porque su objetivo final no es propiciar el éxito de estas

"nanoempresas", sino que es más bien impedir que la prosperidad llegue a

nuestro hogar mediante un esquema de gestión que desmiente décadas de

ineficacia e indolencia administrativa iniciadas en aquella mañana

fatídica de marzo del 68. Ojalá me equivoque, pero mientras no cambien

las coordenadas presiento que la actividad cuentapropista, la pequeña

empresa familiar cubana, estará ante las claves exactas para un seguro

fracaso.



Publicado originalmente el 25 de septiembre en el blog Ciudadano Cero de

Jeovany Jimenez Vega.



Source: "Trabajo por cuenta propia: una clave para el fracaso" -

http://www.martinoticias.com/content/article/28019.html

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