Posted on Sat, Sep. 23, 2006
El sector financiero cubano: ida y venida
JORGE SALAZAR-CARRILLO
Un manido dicho expresa que quienes controlan el pasado, controlan el
futuro; y quienes controlan el presente, controlan el pasado.
Una de las repetidas monsergas de los que escriben sobre Cuba es que en
los 1950 estaba entre los líderes económicos, sociales y políticos de
América Latina. En realidad los niveles cubanos la hacían comparable a
los países europeos avanzados, a los estados sureños más pobres de
Estados Unidos, y en Asia, al Japón. Creo que algunos me han leído y
oído cuando he hecho referencia en el pasado al estudio de Harry Oshima,
economista de Stanford, que realizó uno de los primeros estudios de
paridad de poder adquisitivo a mediados de la quinta década del siglo
pasado, y estableció esta conclusión. Es más, ya 15 años después de
nuestra independencia habíamos alcanzado estos niveles.
En buena parte esto se debió al grado de desarrollo financiero del país.
Para mediados de la década de 1910, presten atención, Cuba presentaba el
nivel de desarrollo financiero relativo más alto del mundo. Esto se
acaba de corroborar en un estudio del Banco Mundial.
El secreto detrás de estos logros fue la quintuplicación de la
producción azucarera cubana, durante el primer cuarto del siglo XX, lo
cual trajo considerables inversiones extranjeras y el establecimiento de
numerosos bancos, casas financieras y la Bolsa de la Habana, para
financiar la agricultura, la industria y el comercio del azúcar. Cuba se
convirtió en el mayor productor y exportador del mundo, y la Cuban Sugar
Cane Company la compañía más grande del giro. Pero lo más importante de
esta actividad fue su disgregación por casi todos los 169 municipios
cubanos, y su efecto propulsor de obras de infraestructura
(ferrocarriles, carreteras, etc.), servicios sociales (educación, salud,
etc.), fábricas manufactureras (derivadas y suplidoras del negocio
azucarero) y servicios de intermediación (finanzas, almacenes, etc.).
Complementado con la conquista de la frontera económica cubana (Camagüey
y Oriente).
Aparejado a lo anterior debemos destacar los recursos humanos. La
población prácticamente se triplica durante estos años, en base a una de
las inmigraciones relativas más desbordantes del mundo. Pero la
actividad económica crece aún más rápidamente, y el balance comercial
externo es siempre favorable (al igual que el fiscal), determinando que
los niveles de precios se mantengan bajos, y los salarios reales
comparativamente altos. A esto último también contribuyen la fuerte
sindicalización y la intervención gubernamental en los pliegos
salariales y contrataciones colectivas, casi siempre favorable a los
trabajadores. Todo ello determinó que los salarios agrícolas e
industriales de Cuba estuvieran entre los más altos del mundo.
Cuba nunca tuvo problemas para financiar sus actividades económicas. Ya
fuere con los mayoritarios fondos cubanos, o los restantes, que
provenían de los países del exterior más adelantados en las finanzas
mundiales. Cuando fue redituable el explotar los recursos de níquel
cubano, los terceros yacimientos del mundo, aparecía la capitalización.
En caso que se necesitaran más recursos energéticos, surgía prontamente
una nueva refinería. Si se trataba de remozar las colonias o centrales
azucareros, los préstamos no dejaban de llover. Para la vivienda estaban
los bancos de capitalización y ahorro, las entidades de ahorro y
préstamos y el fondo de hipotecas aseguradas. Para los productos no
tradicionales en la agricultura o la industria existían los avales del
Banco de Fomento Agrícola e Industrial de Cuba (BANFAIC), que también
cubría la pesca. La deuda del gobierno, externa e interna, era ínfima,
lo que hacía posible el financiamiento de los servicios y obras públicas.
Todo esto se trabó con las confiscaciones masivas de las empresas
extranjeras y nacionales en 1960. Cerró la Bolsa de la Habana. Los
bancos, compañías de seguros y otros agentes financieros fueron
sustituidos por la tesorería nacional, a su vez financiada directamente
por el Banco Nacional de Cuba, convertido en máquina de imprimir
billetes. Los presupuestos nacionales desaparecen, y la contabilidad
gerencial se convierte en mala palabra. Como consecuencia la producción
cubana cae estrepitosamente durante la década de 1960. Y para mantener a
la población en una cámara de oxígeno económica, se necesitó un
súper-plan Marshall de ayuda externa proveniente del bloque comunista,
que terminó quebrando a la Unión Soviética.
Hoy se ha llegado al fondo del barril. Cuba no puede rescatar su
industria azucarera por falta de financiamiento. Aumentar su producción
niquelífera por falta de financiamiento. Buscar soluciones energéticas
por falta de financiamiento, etc., etc., etc..
Mientras tanto, el ministro-presidente (título irrepetido) del nuevo y
quebrado Banco Central de Cuba ha creado un esqueleto financiero para
acomodar a cada grupúsculo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias: la
llamada Nueva Banca. Claro está, prácticamente sin fondos cada uno de
ellos, pero dispuestos a la cifarra de la ayuda externa venezolana. Para
ustedes el Banco Exterior. Para aquellos el Banco Financiero. Para los
de allá, el Metropolitano. Para los de acá, el de Inversiones. Al paso
que se evapora la última gota de financiamiento cubano, los pirañas de
la piñata cubana, se llenan los bolsillos de petrobolívares.
http://www.miami.com/mld/elnuevo/news/world/cuba/15586467.htm
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