Las medidas del Gobierno para bajar los precios de los víveres tras el
paso de dos huracanes provocan el desabastecimiento en la capital cubana
MAURICIO VICENT - La Habana - 03/10/2008
"Ni entre, que esto da pena", dice un vendedor a la puerta del principal
agromercado (mercadillo privado) del municipio Playa, en La Habana. El
joven tiene razón. El panorama es deprimente: tres días después de que
el Gobierno decretara medidas para estabilizar los precios en los
mercados libres de alimentos, este agro de la capital esta prácticamente
sin existencias. De sus 30 puestos, sólo trabajan tres y los productos
que ofrecen son aguacates, limones, naranjas, calabaza y poco más. "Es
insostenible: si seguimos así, cerramos en una semana", aseguraba ayer
un comerciante ante su tarima vacía.
La situación es similar en otros agros de La Habana. Los frijoles y el
arroz escasean, y también se han perdido el tomate, la cebolla, el
plátano y la malanga, todos productos básicos en la dieta del cubano. El
desabastecimiento es tan visible que el miércoles el diario Juventud
Rebelde lo reflejó opinando que las medidas introducidas estos días para
bajar los precios, disparados tras el paso de los ciclones Ike y Gustav,
son una "solución emergente, no la solución definitiva".
El lunes, el Gobierno estableció topes máximos a los precios de 16
productos de mayor demanda en los mercadillos, y en el caso del arroz,
los frijoles, el ajo y el resto de las viandas, impuso además una
cantidad límite de lo que se puede vender por persona. Junto a ello, ha
restringido drásticamente la entrada de camiones particulares con
mercancías a la capital; algunos de sus dueños afirman que han sido
obligados a llevar sus productos a las zonas devastadas por los
huracanes y a venderlos a los precios establecidos por las autoridades.
Se trata de la primera intervención del Estado en estos
establecimientos, regidos por la ley de la oferta y la demanda, desde su
creación hace 14 años. Aquí concurren los campesinos privados a vender
sus excedentes a precios libres, y aunque éstos siempre han sido muy
elevados, los productos eran una garantía de abastecimiento, pues
estaban mejor surtidos que los estatales.
"El resultado ya lo ve usted: entre los huracanes y las medidas
policiales, aquí hay más inspectores que clientes y productos", dice un
vendedor en el principal agromercado de la capital, en el barrio del
Vedado. Ayer, sólo funcionaban allí 15 de los más de 70 puestos que
alberga. Los comerciantes se quejan de que "no les da la cuenta" vender
a los precios impuestos, y recuerdan que el Gobierno subió el del
combustible hasta un 80% hace 20 días.
El administrador del establecimiento, Yulián Sánchez, dice que la medida
es transitoria y que "los suministros se estabilizarán en los próximos
días". Un cliente, con la bolsa vacía, arquea las cejas: dice que los
precios de los campesinos particulares siempre han sido excesivos, pero
que estas medidas son contraproducentes.
Los ciclones han alterado el precario equilibrio. Los huracanes han
arrasado el campo cubano, que desde hace años renquea debido a la
ineficiencia estatal. "El Estado ha de proteger a los damnificados, pero
no puede jugar con el estómago o las tensiones sociales aumentarán",
agrega el insatisfecho comprador.
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