Lunes, Noviembre 7, 2011 | Por Moises Leonardo Rodriguez
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – Normalmente, la intención
original de la propina es premiar el buen trato y el esmero de quien
brinda un servicio o vende un artículo al cliente, y es permitida por
los propietarios de los comercios como forma de estimular el mejor
desempeño de sus empleados, sin costos adicionales.
En Cuba, durante el periodo de sovietización, a partir de 1961, el
gobierno decretó que la propina era algo denigrante para quien la
recibía y un rezago del pasado, por ser "una manifestación del espíritu
burgués" de quien la otorgaba, y por ende se prohibió a los trabajadores
aceptarla.
La aguda crisis que siguió al desmerengamiento del campo socialista y la
consecuente desaparición de los elevadísimos subsidios que mantenían a
flote al socialismo cubano, pagando por sus publicitados "logros", hizo
necesario acudir a prácticas antes demonizadas, entre ellas, la propina.
La propina dejo de ser tan mala y fue permitido aceptarla, siempre que
sus receptores "donen" una parte de ella para, supuestamente, mantener
los maltrechos servicios sociales. Así surgió lo que pudiera calificarse
como la planificación centralizada de la propina.
Una cantidad determinada o un porcentaje de la propina recibida debe ser
entregada por cada trabajador del turismo, u otros del sector estatal, a
las administraciones, para su ulterior depósito en los "ingresos por
concepto de propinas" de las empresas, algo seguramente desconocido en
el resto del planeta.
Como es de esperar, las declaraciones de lo recibido son falseadas por
los trabajadores; pero, para detectar el fraude, no han faltado los
estudios "científicos" de los potenciales ingresos por este concepto en
cada sector, por parte de los burócratas más rancios.
También la propina es víctima de la socialización de la corrupción. A
sus viejas funciones, se le han añadido matices tan novedosos como el
mismísimo hombre nuevo que la da y la recibe, y que hacen cada vez más
confusa la diferencia entre la propina y el soborno. A continuación,
pongo algunos ejemplos que los avezados cubanos conocen bien.
Aunque el límite de equipaje permitido a los pasajeros en los ómnibus
interprovinciales es de 40 kilogramos, todos saben que una oportuna
"propina" del nuevo tipo, les permitirá cargar cinco o seis veces ese peso.
La práctica de dejar siempre una "propina" al farmacéutico, al comprar
sus medicamentos, le puede evitar escuchar de su boca la frase: "no hay,
pero yo tengo un amigo que lo tiene"; lo que se traduce en pagar el
susodicho medicamento al "amigo" a un precio cinco o diez veces por
encima del oficial.
Una propina de cinco pesos le permitirá tomar el ómnibus en la terminal,
junto con los empleados y policías, que no hacen cola, y observar a
través de la ventanilla, cómodamente sentado, como se matan por subir
los que hicieron cola para montar en la primera parada.
Los anteriores son sólo unos ejemplos que me vienen a la mente, para
muchísimas cosas más sirve la "propina" en la actualidad y cada día
resulta más difícil diferenciarla del soborno. Tanto, que sobre todo las
nuevas generaciones, formadas en el bregar de la lucha por la
supervivencia bajo el lema de todo vale, no conocen la diferencia entre
los dos vocablos.
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