domingo, 22 de septiembre de 2013

La subida del transporte viene cantada

La subida del transporte viene cantada

septiembre 21, 2013

Por Rogelio Manuel Díaz Moreno



HAVANA TIMES — Tengo la impresión de que una nueva subida del precio del

transporte público en La Habana no se hará esperar mucho.



El precio formal del pasaje, para los ómnibus urbanos, es de 40 centavos

de peso, en la llamada moneda nacional. El equivalente, unos 2 centavos

de dólar, podría parecer ínfimo, hasta que uno averigua lo que recibe el

trabajador cubano como salario: el equivalente a aproximadamente 20 dólares.



Pero si el precio formal es de esos 40 centavos, pagarlo cuesta bastante

más trabajo que eso. Uno debe echar las correspondientes monedas en la

alcancía del ómnibus. El chofer, además de su estresante labor, debe

presionar a los pasajeros a pagar –y su remuneración depende de lo que

recaude.



Pero la moneda fraccionada, en este país, solo se puede encontrar en los

bancos, y hacer para ello largas y tediosas colas. Y los bancos están

abiertos, sobre todo, durante el mismo horario de trabajo que el resto

de los centros laborales.



Anteriormente existía, en la guagua u ómnibus, la figura del conductor,

que siempre contaba con suficiente menudo para el vuelto, pero esta fue

proscrita por las altas autoridades, bajo el argumento de que estos le

robaban al Estado gran parte de la recaudación.



La mayoría de los ciudadanos, entonces, entrega resignada una moneda o

billete de un peso, o mira entre lastimero y desafiante al chofer y no

paga. Yo, particularmente, alterno ambas acciones, como para lograr una

especie de balance, y además pido bastantes aventones o "botellas".



Independientemente de esto, el deterioro del servicio se acentúa sin

remedios. El ministerio de transporte ha dispuesto varias medidas

paliativas, que no soluciones, y todas tienen un denominador común: el

precio más alto.



Para empezar, están las guaguas llamadas "de trabajadores" –como si las

otras fueran para los vagos. Estas otras guaguas deben trasladar a los

trabajadores de ciertos centros de trabajo; fuera de ese horario, cubren

irregularmente recorridos públicos, al precio de un peso.



La mayoría del público se agolpa para abordarlas y paga feliz el abono,

ante el alivio que suponen en una parada de ómnibus atestada y sin otras

perspectivas. Total, si también pagan el mismo peso en la guagua que

debía valer solo 40 centavos.



Por otra parte, también se han establecido recorridos con otros ómnibus

que cobran 5 pesos. Una parte de estos trabaja bajo un régimen

cooperativo y también son muy anhelados, a tal punto que rara vez se

logran abordar por las limitaciones establecidas en la cantidad de

pasajeros.



Volvamos al problema del pasaje de los ómnibus principales, los 40

centavos, el peso y el vuelto. Cada vez que se plantea el problema –por

la parte oficialista– es para culpar a la holgazana y falta de ética

población, por no abonar disciplinadamente los 40 centavos.



Nadie se acuerda del principio "el cliente siempre tiene la razón" y que

si un servicio cuesta tanto, yo no tengo por qué pagar más que eso. La

responsabilidad de tener cambio para mi perfectamente legal moneda de

pago, debe ser o debería ser del que ofrece el servicio, ¿no es así?



Las autoridades se han negado a aplicar otros sistemas reconocidos que

funcionan en todo el mundo, como billetes prepagados, tarjetas

magnéticas, etcétera, bajo el pretexto de la dificultad de la inversión

inicial.



Como si esto no costara menos de la milésima parte de lo que se invierte

en adquirir los nuevos vehículos, y podría arreglar inmediatamente el

problema de la recaudación.



Es verdad que, a 40 centavos, el pasaje está fuertemente subsidiado,

desde el punto de vista de precios y costos. Pero desde el punto de

vista del trabajador que gana la miseria que gana, más bien está

equilibrado.



Y vale la pena recordar que las ventajas de mantener subsidiado el

precio del transporte público se han percibido en una tonga de países

capitalistas. Más allá de la ayuda a los sectores de menores ingresos,

está el hecho de que se facilite la actividad productiva, se contribuya

a la protección del medio ambiente y se alivian las avenidas de gran

volumen de tránsito. Pero me temo que el burdo discurso liberal de

nuestros modernos reformistas va a ignorar también estos elementos.



El problema y la solución, me temo, se encarrilan al camino más fácil:

uniformizar el precio del pasaje a un peso, y punto. Tal vez se haga

alguna reorganización en las terminales, tales que los choferes queden

aún más comprometidos a través de su salario, con el pago del pasaje por

los pasajeros. De tal suerte, las autoridades se quitan de arriba el

problema, poniendo una parte del pueblo a enfrentarse a otra.



No importa que esto signifique, para quien trabaja en el resto de los

sectores laborales, un aumento del 250% o más del costo de su transporte

habitual, para ir al trabajo más que nada. Vendrá oficialmente esta

merma de poder adquisitivo, que en la práctica ya está prácticamente

implementada.



Y no cuenten con que el sindicato, la federación de mujeres, o los

comités de vecinos en los barrios, eleven algún tipo de protesta.



Viene a la mente, como recuerdo esperanzador, que en la Cuba

contemporánea sí se logró revertir, una vez, una maniobra encarecedora

del pasaje. En Santiago de Cuba, la combativa negativa de la ciudadanía

logró revertir un pretendido incremento de precios en el servicio de

pasaje de los cocheros particulares de aquella ciudad. ¿Se podrá

replicar esta experiencia, cuando se trate del servicio administrado por

el Estado?



Source: "La subida del transporte en La Habana viene cantada" -

http://www.havanatimes.org/sp/?p=90760

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