miércoles, 2 de abril de 2014

La ley que no es

Inversiones, Cambios, Economía



La ley que no es

Lo de que el gobierno cubano no busca inversiones en Miami no es

enteramente cierto

Alejandro Armengol, Miami | 01/04/2014 11:02 pm



Lo curioso de la nueva ley de inversiones extranjeras en Cuba es el

interés mostrado en la prensa oficial de la Isla por enseñar lo que no

es la ley. Así se vieron artículos y titulares en que se enfatizaba que

con la ley no se está vendiendo a Cuba; no implica una negación de la

soberanía y del socialismo; no se está entregando el país al capital

extranjero y no se irá buscar inversión extranjera a Miami, para citar

algunos ejemplos.

Lo de que el gobierno cubano no busca inversiones en Miami no es

enteramente cierto, porque a comienzos de julio del pasado año el cónsul

general de la Oficina de Intereses de Cuba en Washington, Llanio

González, visitó esta ciudad y anticipó que la nueva legislación

permitiría la inversión de cubanos residentes en el extranjero.

Sin embargo, y para continuar con los "no", el Ministro de Comercio

Exterior Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca, dejó en claro que, de

los cubanos residentes en el exterior, y especialmente en Estados

Unidos, las posibles inversiones solo podrán hacerlo quienes "no tengan

posiciones adversas al proceso revolucionario, ni estén vinculadas con

la mafia terrorista de Miami" .

Llama la atención tanta negatividad, cuando precisamente La Habana lleva

años anunciando esta ley como algo positivo.

Y es que esta legislación no solo tiene un objetivo económico, sino

también, y específicamente, un carácter político.

Que en resumidas cuentas empiece a hablarse de una posible inversión de

los grandes capitalistas exiliados, como la familia Fanjul, no deja de

ser una derrota ideológica, y en primer lugar política.

Aunque por supuesto (y como en otras ocasiones), es muy posible que el

exilio de Miami —consciente o inconscientemente— se sume al juego del

gobierno cubano y comience a criticar, gritar y hasta exigir que no se

permita a ningún cubano residente en EEUU invertir en Cuba, algo que por

otra parte en la actualidad no lo permite Washington.

(En el caso de Alfonso Fanjul, que fue quien hizo las declaraciones

sobre la posibilidad de invertir en Cuba si existían las condiciones

adecuadas, la cosa se complica porque es ciudadano español.)

Pero por encima de los casos específicos, y más allá del hecho de que

falta aún para que se conozcan las normas mediante las cuales se pondrá

en práctica la ley, ese carácter político preocupa al gobierno cubano.

Tanto que ha dado la impresión de una cautela única, en el caso de una

legislación por tanto tiempo anunciada, y se ha demostrado un interés en

calmar no a sus enemigos —cosa que por otra parte nunca le ha interesado

a la Plaza de la Revolución—, sino a sus miembros, a los suyos, a los

revolucionarios, si es que esa especie en peligro de extinción en la

Isla cuenta aún con muchos ejemplares.

El problema aquí no es practicar la típica visión de ver el vaso medio

lleno o medio vacío, actitud que ya está presente en muchos de los

análisis surgidos incluso antes de que se conozca el contenido completo

de la ley.

Por supuesto que la ley es un paso de avance para los que contemplan

invertir en Cuba, en cuanto a exenciones fiscales, y está supuesta a

prestar mejores garantías a las inversiones.

Lo que no contempla la ley es fabricar un país nuevo, de la noche a la

mañana, donde todo esté resuelto para quien quiera arriesgar su dinero

en Cuba.

En este sentido, no ha que especular, sino considerar por un momento la

realidad cubana.

Es muy probable que los capitalistas cuenten con un marco legal más

amplio que el existente hasta el momento. De hecho, el interés de Cuba

en ciertas inversiones extranjeras ya ha llevado a modificaciones del

sistema legal.

Cuba aprobó en 2010 la legislación necesaria para desarrollar exclusivos

campos de golf en la Isla. Hasta ahora, el plan no ha brindado

resultados notables.

En este sentido, llama la atención el hecho de que este clima, que en

apariencia resulta más favorable a la inversión extranjera, hasta el

momento no ha tenido una respuesta positiva en el exterior.

Según un artículo de americaeconomica.com de 2012, el número de

solicitudes que los inversores internacionales habrían presentado a

revisión en el 2011 se limitaba a 240 proyectos, un número muy alejado

de los 700 proyectos que por término medio se presentaban ante el

Ministerio de Inversiones Extranjeras en la década de los noventa del

pasado siglo.

De acuerdo al artículo de Juan Tamayo aparecido en El Nuevo Herald, en

la actualidad la cifra de empresas mixtas con capital extranjero se ha

reducido a unas 200.

No son buenas noticias para un país que en los últimos años ha tratado

de recuperar su destruida industria azucarera, y en que los planes para

echar a andar una agricultura depauperada solo brinda resultados

paupérrimos cuando no negativos.

Ahora que la alianza con el presidente venezolano Nicolás Maduro es un

gran signo de interrogación, hacen falta las inversiones extranjeras más

que nunca, no únicamente con vista al presente sino que éstas resultan

imprescindibles para el futuro de un modelo que permita sobrevivir a la

élite gobernante luego del fin de los hermanos Castro.

Tres factores al menos parecen haber contribuido a la disminución de las

inversiones extranjeras en Cuba.

La crisis mundial es indudablemente uno de ellos, y también el hecho de

que, desde hace años, el gobierno cubano viene desarrollando un proceso

de eliminar los inversionistas pequeños o relativamente pequeños, ya que

prefiere tratar solo con las grandes corporaciones, o lograr acuerdos en

que participen o brinden su apoyo países como China, Brasil y Venezuela.

El tercer factor puede ser el más importante. Algunos inversionistas

extranjeros han declarado en privado que la campaña de corrupción que se

desarrolla en la Isla se ha convertido en un factor de inseguridad.

Muchos de ellos expresan sus dudas y temores ante el hecho de que al

tiempo que el régimen les impone un "gerente cubano", al tiempo resulta

que dicho "gerente" se ve envuelto en una investigación contra la

corrupción, con el consiguiente proceso de congelación de cuentas y

paralización de operaciones. Lo peor, sin embargo, es que estos

inversionistas ven que esta campaña contra la corrupción es también un

ajuste de cuentas, en que ciertos negocios en manos de determinados

grupos, familias o miembros de la elite gobernante son favorecidos o

perjudicados. Una especie de lucha entre familias mafiosas.

Mientras este panorama no se modifique, hay razones para dudar de la

efectividad de cualquier cambio a favor de apoyar la inversión

extranjera en la Isla.



Source: La ley que no es - Artículos - Cuba - Cuba Encuentro -

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/la-ley-que-no-es-317541

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