viernes, 25 de abril de 2014

Un capital humano invalorable

Publicado el jueves, 04.24.14



Un capital humano invalorable

ARIELHIDALGO



En  El Siglo de las Luces, la obra maestra del novelista cubano Alejo

Carpentier, un revolucionario jacobino que enarbolara apasionadamente la

causa de la libertad termina restableciendo la esclavitud a sangre y

fuego en la Guyana Francesa. Siempre tuve la sospecha de que esta

historia, extraída de hechos reales de la Revolución Francesa, trataba

de mostrar de manera encubierta lo que realmente estaba comenzando a

suceder en el proceso de la Cuba revolucionaria. Ahora, más que nunca,

con la nueva ley de inversiones del gobierno cubano, no puedo dejar de

recordar el argumento de esta novela.



Los mismos que impulsaron un proceso de "nacionalizaciones" de

industrias extranjeras, que denunciaban la explotación de los

trabajadores de los países subdesarrollados por el capital foráneo y el

desangramiento de las riquezas nacionales por las "metrópolis

imperialistas", que proclamaban la defensa de los derechos del pueblo al

disfrute de las recursos naturales por sobre los privilegios de la

burguesía, ahora terminan por ofrecer, a esos mismos capitales,

prebendas y privilegios con tal de que regresen nuevamente con sus

inversiones.  Se autotitularon "vanguardia de los trabajadores", pero

ya en 1968, tras los procesos de intervenciones de terratenientes, de

empresas extranjeras y de la burguesía nacional alta, media y pequeña,

arrebataron a los trabajadores independientes, que no explotaban a

nadie, que habían levantado lo poco que tenían con su propio esfuerzo,

sus modestos medios de subsistencia, desde barberías, lavanderías y

pequeños comercios hasta chinchales y carritos ambulantes. Pero su

verdadero pecado estaba claro: su independencia. Pues todo tenía que

estar controlado. Y en 1995, en medio de la profunda crisis del Período

Especial, estos anticapitalistas inflexibles aceptaron nuevamente las

inversiones extranjeras siempre y cuando el control estatal sobre la

economía fuese preservado con algunas medidas: en empresas mixtas

asociadas con el Estado, los inversionistas no podrían poseer más del 49

por ciento de las acciones, no se permitirían inversiones en sectores

estratégicos como la industria azucarera y las riquezas naturales, y la

contratación de trabajadores la realizaba el Estado, que recibiría de

los inversionistas el pago de los salarios en dólares para luego pagar a

los asalariados en una moneda devaluada.



 ¿Qué significaba esto último? ¿Que los capitalistas no tendrían la

tajada mayor en la explotación de los trabajadores cubanos sino el

Estado? ¿Cómo justificaba esto la dirigencia histórica?: Pues con la

necesidad de mantener servicios sociales como la educación y la atención

médica, lo único que justificaba poder hablar de la existencia de

socialismo, servicios que año tras año fueron deteriorándose hasta que

finalmente llegaron los recortes del raulato con la desfachatada

retórica de que era el pueblo el culpable de que hubiera existido hasta

entonces una política paternalista.



 La nueva Ley de Inversión Extranjera que acaba de publicarse en la

Gaceta de Cuba, ya no tiene esas limitaciones que ponían un coto al

capital foráneo, sino que le concede amplias ventajas como exenciones de

impuestos, un período de gracia de ocho años para el pago de los

tributos y una amplia gama de sectores para la inversión, mientras que

los trabajadores independientes quedan totalmente excluidos, con las

mismas cargas fiscales, excesivas regulaciones y limitado campo

profesional. La discriminación del trabajador cubano frente a los

privilegios de la burguesía foránea es tan escandalosa que muchos de los

intelectuales oficialistas han criticado la ley. Hasta Gómez Barata, 

considerado uno de los ideólogos del partido gobernante, ha alegado que

sin la inclusión del trabajador cubano, éste no será más que "un labriego".



 Pero los inversionistas extranjeros no son idiotas. De las 402

empresas mixtas del 2002, más de la mitad han sido cerradas por

supuesta corrupción. La inseguridad jurídica por ausencia de un poder

judicial independiente no augura buen resultado, y aún cuando lo

tuviese, se requeriría mucha paciencia para ver los primeros beneficios.

En cambio, los trabajadores independientes, aunque no cuenten con

grandes capitales, constituyen por sí mismos un capital humano

invalorable por su creatividad. Los microcréditos darían frutos y se

amortizarían en muy corto plazo, y si recibieran estímulos en igual

proporción, el número de ellos se multiplicaría en todo el país para

asegurar, en muy pocos años, una base social y económica sustentable.

Lamentablemente la dirigencia histórica confía mucho más en el gran

capital que en su propio pueblo.



Infoburo@aol.com



Source: ARIEL HIDALGO: Un capital humano invalorable - Columnas de

Opinión sobre Cuba - ElNuevoHerald.com -

http://www.elnuevoherald.com/2014/04/24/1733602/ariel-hidalgo-un-capital-humano.html

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