Negociemos con la misma gente, pero con otro Partido
ALEXIS JARDINES | San Juan | 25 Feb 2015 - 9:09 am.
El partido único tiene que disolverse en tanto PCC y replantearse como
partido igualmente comunista, pero aglutinador de una pluralidad de
voces y tendencias.
El Gobierno cubano, desde que Raúl asumió el mando, llora por cuanto
rincón del mundo encuentra a su paso para que lo acepten tal y como es:
bien feo, repulsivo, totalitario, represor y dictatorial. El mundo
democrático ha terminado por hacerle caso. Pero ahora el Gobierno de La
Habana quiere más. Según su portavoz Rodolfo Reyes, los miembros del
Consejo de Seguridad de la ONU: "No deberían ser abanderados de la
filosofía del cambio de régimen, un claro ataque a la libre determinación".
Si este individuo, además de vergüenza tuviera cerebro, se hubiera
detenido a explicar primero qué hace Cuba infiltrada en todo el
entramado político, económico, gubernamental y de inteligencia de
Venezuela, en contra de la voluntad del pueblo venezolano. Todo el
mundo sabe que el gobierno títere de Maduro no toma una sola decisión
sin consultar a Raúl Castro. El colmo es que el día antes de arrestar a
Antonio Ledezma, el alcalde de Caracas, Maduro hizo un viaje relámpago a
La Habana. Ya ni se cuidan. No hay mejor ejemplo de injerencia grosera y
sostenida en los asuntos internos de una nación que la de Cuba en
Venezuela. Y el mundo y este escaso embajador, callan y conceden.
Así es que toca renunciar también a la "filosofía de cambio de régimen".
Pues bien, hagámoslo: evitemos la injerencia y los intentos de socavar
al régimen pidiéndole a Raúl Castro algo que él sí nos puede dar y que
la mayoría de los revolucionarios también exigen: la democratización del
PCC.
En la gradualidad de la negociación está la trampa
Los cubanos tenemos delante dos escenarios poco esperanzadores. El
primero apunta a que la normalización de las relaciones Cuba-EEUU es un
asunto pautado por ambos gobiernos. De aquí se sigue que la actitud
semihostil del Gobierno cubano es premeditada. Cuba solo se hace la
difícil a fin de manipular la opinión pública y allanar el camino hacia
la normalización. Los Castro son expertos en poner al enemigo a trabajar
para ellos. No otra cosa han hecho con Obama hasta ahora.
Por esta vía se esperaría la reacción de la opinión pública —ante la
tibieza del Gobierno cubano— exigiendo pasos concretos en la
normalización. De manera que el peligro de la negociación Castro-Obama
quedaría neutralizado, ya que buena parte de los detractores de la
normalización terminarían presionando a Raúl Castro para que la
implemente, consiguiéndose así —por la vía contraria— el resultado
deseado, sobre todo porque el estancamiento actual del presidente cubano
justificaría la posterior gradualidad de la apertura —con el propósito
de no perder el control— sin que nadie sospeche que justo en esa
gradualidad reside la trampa.
Veamos el segundo escenario. El presidente cubano solo intentaría ganar
tiempo y dinero para pasar la tormenta y volver a sus andanzas
antimperialistas una vez que asegure créditos y subsidios que lo
mantengan a flote, sin renunciar a su adicción a la búsqueda y captura
de magnánimas billeteras hermanas. De ahí la gradualidad impuesta a la
negociación. El Gobierno-Partido no soportaría ni el recrudecimiento del
embargo ni su definitivo y abrupto levantamiento. La clase política
cubana necesita tiempo y dinero para transmutar, de manera que en la
nueva piel pueda seguir controlando el país y las vidas de los ciudadanos.
Tienen realmente una tarea difícil los gobernantes cubanos, porque
cambiar y mantener el control de partido único es una contradicción con
la cual no saben bregar. Explico. Desde el punto de vista lógico-formal
la contradicción no tiene solución: o cambias (y renuncias a controlar)
o controlas (y renuncias a los cambios). En lógica dialéctica —a
contrapelo de la lógica formal— las contradicciones se solucionan. El
proceso es algo difícil de explicar en este contexto, pero puedo
asegurar que llevaría rigurosamente a la legalización de la oposición
política.
Sin entrar en detalles, solo cabe agregar lo siguiente: la única manera
que el Partido tiene de mantener el control si de verdad asume el reto
de los cambios es cambiándose a sí mismo. En otras palabras, el PCC
tendría que practicar lo que Hegel llamó una Aufhebung (superación) que
en alemán tiene el sentido de conservar (dejar) y abolir (quitar) al
mismo tiempo. La contradicción se soluciona, pues, si el Partido se
cambia a sí mismo. Aquí habría cambio y control a un tiempo, pero
pagando el precio de la dialéctica hegeliana, donde la síntesis tiene
que enriquecerse con su propia negación (antítesis) y dar pie al
siguiente movimiento de avance (en tanto tesis restablecida). Si
llevamos todo esto al terreno político solo cabe una conclusión: el solo
cambio que el Partido único está en condiciones de llevar a cabo, tanto
para cambiar como para conservarse, es su propia disolución.
¿Por qué Cuba no cambia?
Para salir de aquello que los soviéticos denominaron zastói
(inmovilismo), el partido único tiene que disolverse en tanto PCC y
replantearse como partido igualmente comunista, pero aglutinador de una
pluralidad de voces y tendencias en su seno, al tiempo que reconozca la
otredad para evitar el círculo totalitario.
¿Existe en realidad una línea dura dentro del PCC que se opone a los
cambios? Me resulta difícil de creer cuando fue el propio Raúl Castro
quien puso como su segundo al frente del Partido a su amigo más fiel e
incondicional: Machado Ventura. ¿Alguien cree que "Machadito" encabeza
una tendencia dentro del Partido opuesta a las reformas de su
amigo-patrocinador-general-presidente-primer secretario Raúl Castro?
La explicación del inmovilismo hay que buscarla en la estructura
(función y objetivo) del partido único mismo, debido a que está
concebida a la manera de poleas de transmisión de las directivas del
Politburó, sin ningún tipo de autonomía de gestión, acción y pensamiento
en los diferentes niveles. El verdadero problema se focaliza, pues, en
la relación nomenklatura/militancia simple. Los militantes del Partido
vienen demandando por años la democratización de dicha institución. Las
estructuras verticales de ordeno y mando y el carácter único y
totalitario del PCC —para solo aludir a lo más visible— es el verdadero
obstáculo, tanto a las propias reformas de Raúl Castro como al proceso
de normalización de las relaciones entre Cuba y EEUU.
La democratización del PCC a cambio del levantamiento del embargo.
El presidente Obama tiene el deber de exigir algo sustancial a cambio de
sus medidas con relación a Cuba. El Congreso norteamericano tiene la
responsabilidad de exigir, como condición sine qua non de cualquier
propuesta de levantamiento del embargo, la disolución del totalitario y
único PCC si quiere actuar conforme a la ley vigente que rige el tema
del embargo. De este modo quedaría resuelto el dilema: se negocia con la
misma gente, pero que ya no serían los mismos.
Precisamente el carácter totalitario del PCC hace que su
democratización-disolución esté correlacionada con la democratización de
la sociedad toda. En este punto se echa de menos una Concertación
política opositora que eventualmente debía sacar ventajas, pero parece
más probable que esta emerja alguna vez del propio Partido y de las
instituciones del Estado que de la disidencia interna.
Así, pues, atendiendo a este segundo escenario, puede decirse que la
normalización está condenada de antemano al fracaso, por la simple razón
que el Gobierno cubano no tiene nada que ofrecer a cambio de tan colosal
jugada por parte de la administración norteamericana como lo es la
flexibilización del embargo. Su derogación o levantamiento podría ser
una irresponsabilidad del Congreso de incalculables consecuencias
históricas, simplemente porque desborda la capacidad de respuesta del
partido único. El PCC debe someterse, pues, a un proceso de
democratización que desmonte sus estructuras y sustituya sus funciones y
objetivos por otros más acordes con la realidad democrática en la que
pretende insertarse para recibir oxígeno.
De modo que llegamos a un punto donde no hay injerencia ni llamados a
cambio de régimen y si expectación por lo que el propio Partido pueda
decidir haciendo uso de la libre determinación, toda vez que la
exigencia de democratización brota del seno de la propia militancia
comunista. La pelota estaría así del otro lado, a saber: en la cancha de
esa lúgubre institución que se ha puesto a sí misma
"constitucionalmente" por encima de la ley y de la sociedad.
Source: Negociemos con la misma gente, pero con otro Partido | Diario de
Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1424812703_13068.html
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