La oligarquía de siempre
[22-06-2015 00:33:27]
Alberto Medina Méndez
(www.miscelaneasdecuba.net).- La sociedad contemporánea se ufana de
vivir bajo el amparo de sistemas democráticos. Sin embargo, los hechos
cotidianos ofrecen una refutación contundente difícil de cuestionar.
La democracia supone una significativa participación ciudadana y aspira
a ser el gobierno de todos, del pueblo. Lo cierto es que el sistema de
selección de candidatos solo muestra el enorme poder de una corporación
política que conforma una suerte de oligarquía moderna.
Los postulantes a ocupar cargos políticos se deciden entre cuatro
paredes. Un minúsculo grupo de personas, de forma discrecional,
determinan quiénes integrarán las listas de candidatos.
Este fenómeno ocurre en los partidos políticos pequeños pero también en
los más grandes. En los más importantes es más trascendente aún, porque
allí se eligen a quienes ocuparán efectivamente esos lugares de poder al
ser electos y ya no solo quienes la integran por honor, de un modo
testimonial.
A muchos les encantaría vivir en democracia, pero el presente propone
una gran e hipócrita parodia que utiliza los supuestos encantos de un
sistema para llevar adelante la más perversa manipulación a la que una
sociedad puede someterse.
La escena es simple. Un conjunto de individuos, de un modo arbitrario,
asume la delegación implícita de un sector de la política, y en su
representación, sin mediar mecanismo alguno que los valide, se dedica
con ahínco a la tarea de decidir quiénes se postularán, descartando al
resto.
Apelan, en el mejor de los casos, a supuestas herramientas técnicas que
le brindan soporte a sus decisiones. Un puñado de encuestas de opinión
le dirán quienes son buenos candidatos y cuáles no merecen esa
oportunidad porque no tendrán el suficiente acompañamiento en las
elecciones.
En los casos más extremos, aunque no por ello menos abundantes, esa
iluminada labor de armar las listas recae en una sola persona. Será su
bolígrafo el que escriba la nómina definitiva que se presentará
oficialmente.
La osadía de la corporación política no tiene límite alguno. No solo
determina autoritariamente los nombres de las personas que figuraran en
la lista madre, aquella sobre la que todos los ciudadanos tendrán que
decidir, sino que se entromete en cuanto distrito menor se lo permite.
Así, esa camarilla inmoral, impone sin descaro, los nombres de los
postulantes en provincias y municipios distantes, priorizando a los
aduladores, esos que luego obedecerán las instrucciones de la "mesa chica".
La idea no es proponerle a la sociedad a los mejores, a esos que se
prepararon para gobernar. Solo se trata de reclutar a sujetos dispuestos
a acatar, sin chistar, las órdenes del mandamás de turno.
Este esquema no es patrimonio exclusivo de un partido político. Es solo
la resultante de la dinámica que se ha impuesto por usos y costumbres en
casi todas las agrupaciones políticas. Claro que los afiliados no podrán
opinar.
El "gremio" sabe que este funcionamiento le permite expulsar a los
librepensadores. Ellos son demasiado peligrosos para los intereses de la
cofradía porque podrían poner en riesgo muchos de los privilegios que ha
logrado la actividad. Nadie que opere de un modo autónomo e
independiente resulta funcional, ni compatible con la gran política.
El panorama no es alentador, sobre todo porque quienes controlan el
poder cuentan con la legitimación que le otorga una sociedad que los
valida con miles de votos. Es ese aval cómplice el que luego usarán para
decir que ellos cuentan con apoyo ciudadano y actúan en nombre de la gente.
Es así que el círculo vicioso que han logrado diseñar se convierte en
esta pantomima de democracia que esconde una forma de gobernar mucho más
cruel, injusta e imperfecta. Es, a todas luces, el gobierno de unos pocos.
Frente a estos atropellos la ciudadanía se siente indefensa. Los
valientes que se animan a enfrentar a la secta serán derrotados por esa
partidocracia que abusa de los dineros públicos, esos que vuelca a las
campañas políticas obscenamente sin que nadie tome nota, ni se inmute
demasiado.
Será difícil torcerle el rumbo al poder. Han generado muchos anticuerpos
para evitar que los aventureros tengan éxito. Se aseguran a diario de
que no puedan ingresar a sus partidos, y si eventualmente lo logran, los
segregan a gran velocidad. Saben como hacerlo rápida y efectivamente.
Los que no logran ser parte de su círculo, no deciden absolutamente nada
y si se atreven a confrontar sus decisiones, son aplastados en los
comicios con las herramientas que disponen imponiéndose a través de sus
aparatos políticos e indecentes campañas.
La salida no parece sencilla. El primer paso imprescindible, es advertir
el problema, identificarlo y darse cuenta de lo que sucede. Luego, con
esa información debidamente procesada y comprendida, vendrá el tiempo de
analizar cuáles son las debilidades del sistema que montaron, para
intentar entonces jugar con sus pérfidas reglas y ganarles en su propio
territorio.
Claro que no se trata de una empresa sencilla, sin sacrificios. Pero
jamás se lograron grandes cambios en la humanidad de otra manera. Si no
se está dispuesto a hacer ese importante esfuerzo, pues entonces la
democracia será invariablemente una ilusión y gobernará la oligarquía de
siempre.
Source: La oligarquía de siempre - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/55871f973a682e11081ad0c4#.VYfkO_mqqko
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