lunes, 5 de octubre de 2015

El orden de los factores

El orden de los factores
PABLO DÍAZ ESPÍ | Madrid | 5 Oct 2015 - 9:59 am.

¿Será beneficioso para Cuba un levantamiento del embargo de EEUU con los
Castro aún en el poder?

Los más recientes y activos defensores del levantamiento del embargo
estadounidense a Cuba esgrimen como principal argumento que tal medida
beneficiará al pueblo cubano, en cuanto mejorará su calidad de vida y, a
mediano plazo, acercará la democracia a la Isla. Vale la pena
preguntarse cuánto hay de cierto o exacto en estos argumentos.

En Brasil, el diario Folha de Sao Paulo dejaba entrever hace unos días
lo que podría sobrevenir en una Cuba castrista y libre de restricciones
comerciales. Durante una visita a la Isla del expresidente Lula da Silva
en 2011, fue el grupo Odebrecht, gigante de la construcción y
responsable de las obras en la zona del Mariel —una nueva terminal de
contenedores y 465 kilómetros cuadrados para el libre comercio al oeste
de La Habana—, quien presumiblemente compró regalos para agasajar a Raúl
Castro.

La revelación forma parte de varios megaprocesos judiciales que remueven
los cimientos del país suramericano, y que ya se han cobrado varias
cabezas importantes y ligadas a Cuba.

Marcelo Odebrecht —presidente del Grupo y con vínculos personales con da
Silva— fue arrestado en junio, acusado de liderar un esquema de sobornos
por 2.100 millones de dólares en la petrolera estatal Petrobras, a la
que presuntamente cobró de más y traspasó el exceso de fondos a
ejecutivos y políticos. Odebrecht también fue condenado por someter a
condiciones de esclavitud a los empleados de las plantas de azúcar y
etanol que construye en Angola.

Por su parte, el propio expresidente Lula da Silva (2003-2010) está
siendo investigado por "tráfico de influencias" a favor de Odebrecht, en
especial, en Cuba y República Dominicana. El Ministerio Público
brasileño sospecha que entre 2011 y 2014, sirviéndose del capital
político acumulado en sus años de Jefe de Estado, Lula "obtuvo ventajas
económicas directa o indirectamente de Odebrecht con el pretexto de
influir en los actos practicados por agentes públicos extranjeros,
costeados directa o indirectamente por el Banco Nacional de Desarrollo
(BNDES)".

Asimismo, Jorge Dirceu, extesorero del Partido de los Trabajadores
—hombre formado y entrenado en Cuba—, fue condenado en septiembre a 15
años de prisión por cometer "con sofisticación" los delitos de
corrupción, lavado de dinero y asociación para delinquir.

A la luz de estos hechos, y desde una perspectiva cubana, cabría
preguntarse por los regalos recibidos por Raúl Castro y su yerno, el
general Luis Alberto Rodríguez Callejas —presidente del todopoderoso
GAESA, conglomerado que controla los ingresos del turismo, las
telecomunicaciones y la recaudación de divisas en Cuba, entre otros
ramos, además de ser la contraparte cubana de las obras del Mariel— de
manos de la trama corrupta de Brasil. ¿Habrán recibido dinero? Y más:
¿Cuánto dinero habrán recibido?

En un país con poder judicial independiente, esto es lo que tocaría
investigar ahora. Pero en Cuba, claro está, nadie lo hará. En Cuba nadie
llegará siquiera a interesarse por el asunto.

El negocio castrista

Según The Washington Post, solo en 2013 los viajeros norteamericanos a
la Isla llevaron bienes por 3,5 billones de dólares, mientras los
cubanoamericanos enviaron 3,1 billones en remesas. Esto, a pesar del
embargo, que ya permite a La Habana comprar alimentos y medicinas
directamente a compañías norteamericanas. Lo que hace evidente que,
cuando hablan del fin de las restricciones, lo que de verdad interesa a
los Castro es el acceso al crédito internacional y, en especial, al de
los bancos norteamericanos. O lo que es lo mismo: los Castro quieren
hacer de EEUU una nueva versión de la URSS o de la Venezuela chavista,
una fuente de subvención que les permita retener el poder y enriquecerse
hasta que se sepan a salvo.

A cambio, ofrecen un verdadero manjar para cualquier capitalista: un
mercado virgen y sin competencia, pues los cubanos no podemos invertir
en nuestro propio país; 10 millones de potenciales consumidores; una
mano de obra relativamente instruida, muy barata y sin derechos
laborales (incluidos por supuesto el derecho a huelga y a asociarse en
sindicatos independientes); un interlocutor económico centralizado; cero
prensa crítica; y una oposición y una sociedad civil reprimidas e
ilegalizadas, de manera que no puedan poner en entredicho ningún
suculento negocio.

A partir de los años 90, tras la caída del bloque comunista en Europa
del Este, el levantamiento del embargo habría sido una opción
interesante. Fue lo que algunos defendimos entonces, en franca minoría.
El régimen, con sus férreas estructuras centralizadas e ineficientes,
con su intransigente discurso ideológico aún intacto, no habría sido
capaz de hacer frente a semejante cambio de juego. Pero ahora, bien
aprendida la lección rusa, vietnamita, venezolana, nicaragüense y de las
ex repúblicas soviéticas, de que no hace falta un Estado totalitario
para someter y controlar a una sociedad; ahora que la transformación al
capitalismo de Estado ya está enrumbada por los Castro (violando sus
propias leyes y su propia Constitución, pero eso a quién le importa);
ahora que el totalitarismo se halla semidesmontado, listo para hundir en
un magma de corrupción y leyes absurdas todas las inversiones, ¿es el
levantamiento del embargo una opción beneficiosa para los cubanos?

El argumento de que un levantamiento del embargo significaría un alivio
para la población de la Isla merece ser evaluado con lupa. Supongamos
que sí, que se levantan todas las restricciones económicas y
comerciales, que el régimen obtiene acceso a créditos y luz verde para
negociar con cuanto capitalista se deje caer por los jardines del Hotel
Nacional: ¿Quién supervisará esos créditos por la parte cubana, qué
instituciones? ¿Quién decidirá qué comprar y a qué precio? ¿El general
Rodríguez Callejas, el Estado que ha implantado la discriminación de la
doble moneda?

La deuda inmensa y la corrupción que genere un Estado sin instituciones
ni libertades caerá como otra losa sobre todos los cubanos. O más bien,
sobre los cubanos más empobrecidos, la población negra, los residentes
en áreas rurales, esos sin acceso a la moneda fuerte ni a la sociedad
del conocimiento, esos a los que el castrismo ya mantiene marginados.

En ese sentido, y por contraproducente que parezca, puede que el embargo
en su estado actual —con la libertad de adquirir medicinas y alimentos
por parte de La Habana, el aumento permitido en el envío de remesas
familiares, la facilidad de viajes y la oferta por parte de Washington
de desarrollar las telecomunicaciones en la Isla—, esté siendo más
beneficioso para el pueblo cubano que su levantamiento. Mantenerlo puede
ayudar a reforzar, a la larga, una institucionalidad necesaria para el
futuro del país. Levantarlo abriría las puertas a más corrupción, más
oportunismo y más picaresca.

De levantarse ahora, ¿quién velará por la transparencia, la justicia, la
equidad y el raciocinio a la hora de endeudarse e invertir, por los
verdaderos intereses de los cubanos? ¿Quién decidirá qué rumbo seguir
como nación? ¿Los socios capitalistas, empresas como Odebrecht, o el
Estado que ha malgastado miles de millones de dólares en una delirante
"batalla de ideas" e infiltrado a miles de agentes y tropas en medio mundo?

No se trata de negar las ventajas de un fin del embargo, sino de
calibrar el momento en que esto se haga. En medio de la actual ofensiva
por levantarlo, es esencial ponderar los riesgos. ¿No sería más
beneficioso para Cuba que, antes de levantar el embargo, Washington y la
Unión Europea, así como otros países de América Latina, con Brasil a la
cabeza, abogaran por un verdadero cambio de leyes, por garantías, por
que los Castro cedieran el control monopólico y represivo del país? Dada
la vejez de la dirigencia histórica del régimen y la quiebra de sus
mecanismos de control ideológico, esto sería más factible que nunca.

Vale la pena preguntarse si un levantamiento del embargo con los Castro
aún en el poder, facilitará el tránsito a la democracia, como argumentan
sus defensores, o al contrario, dará paso a la peor pesadilla para los
cubanos, la de un Estado fallido y excluyente, corrupto hasta la médula,
controlado por una élite poscomunista travestida y mantenida en el poder
por nuevos socios capitalistas, un verdadero festín para negociantes,
empresarios sin escrúpulos y lobistas de toda laya, disfrazados de
benefactores y agentes democráticos.

Source: El orden de los factores | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1443972749_17304.html

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