Represión y bolsa negra
Es en el terreno social y económico donde se define en gran parte la
batalla por la calle
Alejandro Armengol, Miami | 26/05/2016 9:26 am
La represión no se detendrá en Cuba. Hay otra disidencia en la Isla y
Fidel y Raúl Castro lo saben. No son hombres y mujeres valientes que
desafían el poder, porque forman parte del mismo. No gritan verdades
porque se ocultan en la mentira. Ni siquiera se mueven en las sombras.
Habitan en el engaño. Son los miles de funcionarios menores —y algunos
no tan menores— que desde hace años desean un cambio.
Luego de tantos años en el poder, los hermanos Castro han avanzado
considerablemente en convertir a Cuba en una sociedad incapaz de la
menor iniciativa, donde sus miembros luchan por sobrevivir y esperan
cualquier oportunidad para distanciarse del futuro nacional, ya sea
mediante la emigración o el acomodo.
Desde el punto de vista económico —y contrario a lo que podría pensarse
inicialmente—, un agravamiento general de la situación no tiene que ser
necesariamente un detonante social. Son las diferencias en los niveles
de vida —que se intensifican a diario— las que más fácil prenden la
mecha. La incapacidad del sistema cubano para satisfacer las necesidades
más elementales, la carencia de un futuro mejor para los hijos, son la
expresión social de un problema económico. Son estas las que
desencadenan protestas de mayor alcance.
Como ha estado demostrado desde que asumió la presidencia del país, Raúl
Castro no está capacitado para dirigir un desarrollo económico que
satisfaga las necesidades de la población, pero sí ha logrado ―al igual
que con anterioridad hizo su hermano― mantener a la población bajo un
sistema económico de subsistencia. Solo que la contrapartida a la
ineficiencia de las empresas estatales ha sido una economía clandestina
—la bolsa negra, el "trapicheo", el "sociolismo"—, indiscriminada y
personal. La naturaleza centralizadora y represiva del régimen siempre
ha impedido crear otra contrapartida en suelo cubano que no sea esta. De
esta forma, el reverso económico del modelo cubano está en Miami. Sin
embargo, este modelo es al mismo tiempo conocido y ajeno para el cubano
de a pie. Fuente de fantasía, esperanza y envidia. Tampoco es posible
esperar que puedan trasladarse de inmediato patrones laborales,
condiciones empresariales y características propias de una nación súper
desarrollada, en cuanto a capacidad macroeconómica y dominio tecnológico
mundial, a un país empobrecido como Cuba.
Para la mayoría de la población de la Isla, la disidencia es una
alternativa política, pero no económica. La alternativa económica no
radica en la denuncia opositora sino en el mercado negro. Aunar estos
aspectos ha resultado imposible, en parte porque el gobierno ha dictado
normas —y momentos— que se acercan y difieren a la hora de juzgarlos y
condenarlos.
Es en el terreno social y económico donde se define en gran parte la
batalla por la calle. Además de enfrentar una fuerte represión, toda
organización disidente que intente hacer llegar su mensaje a la mayoría
de la población tiene que otorgarle preferencia a los temas sociales.
Aunque los grupos más importantes de la disidencia interna contemplan
una plataforma social y económica, las cuestiones políticas han
predominado en su discurso. Esto no ha dejado de ser una limitación que
persiste en la actualidad.
Source: Represión y bolsa negra - Artículos - Opinión - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/represion-y-bolsa-negra-325651
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