Trump frente a Cuba: mucho ruido y pocas nueces
ANDRÉS HERNÁNDEZ ALENDE
Aclamado fervorosamente por una multitud de exiliados cubanos de línea
dura, el presidente Donald Trump se presentó el 16 de junio en Miami
para anunciar la nueva política del gobierno de los Estados Unidos hacia
Cuba.
En el teatro Artime de la Pequeña Habana, junto al vicepresidente Mike
Pence, el gobernador de la Florida, Rick Scott; el senador republicano
Marco Rubio, los representantes republicanos Mario Díaz-Balart y Carlos
Curbelo, y otros líderes y políticos de derecha, Trump anunció a bombo y
platillo los cambios en las relaciones con Cuba.
Las relaciones entre ambos países –rotas a principios de la década de
1960– fueron restauradas por el presidente Barack Obama el 17 de
diciembre de 2014. Trump tenía el propósito de dar marcha atrás a esa
decisión de su antecesor en la Casa Blanca, como ha hecho o tratado de
hacer con otras medidas de Obama. Trump quiere borrar el legado del
primer presidente afroamericano de los Estados Unidos.
No obstante, los cambios que anunció el jueves 16 de junio no fueron tan
drásticos como algunos deseaban. A pesar de su alarde en el teatro de la
Pequeña Habana, Trump no modificó radicalmente los pasos dados por Obama
en la relación con Cuba.
La nueva política norteamericana hacia la isla hace más estricto el
proceso de autorización de los estadounidenses para viajar a Cuba,
aunque no elimina los viajes, y prohíbe hacer negocios con las empresas
de la isla dirigidas por el Grupo de Administración Empresarial, S.A.
(GAESA), una división de las fuerzas armadas que controla el 60 por
ciento de la economía cubana. Trump también ordenó que su gobierno se
oponga a cualquier intento de levantar el embargo comercial que
Washington mantiene contra Cuba desde hace medio siglo.
Pero al mismo tiempo, la nueva política mantiene las relaciones
diplomáticas y la embajada en La Habana; permite que los cubanos que
residen en los Estados Unidos sigan viajando a la isla; deja que los
cruceros de recreo continúen visitando Cuba, y no rescinde los contratos
establecidos en una fecha anterior al anuncio del cambio de política. Al
parecer, por ejemplo, la empresa hotelera norteamericana Starwood puede
seguir administrando un hotel de La Habana controlado por GAESA.
Trump no rompió o congeló las relaciones entre Washington y La Habana.
Tampoco restituyó el privilegio migratorio de la política de "pies
secos, pies mojados", una norma instituida por el presidente Bill
Clinton según la cual los cubanos que pusieran pie en suelo
norteamericano, podían quedarse en los Estados Unidos legalmente,
mientras que los capturados en el mar eran devueltos a Cuba. Obama puso
fin a esa política el pasado 12 de enero, pocos días antes de que Trump
asumiera la presidencia, el 20 de enero, y numerosos cubanos que se
encontraban en otros países, esperando llegar a los Estados Unidos, han
quedado en un limbo. Muchos exiliados esperaban que el nuevo presidente
volvería a implantar la política de "pies secos, pies mojados". Hasta
ahora, no ha sido así.
A pesar de sus alardes y de la retórica electorera que desplegó en la
Pequeña Habana para mantener el favor de los cubanos de derecha de
Miami, Trump no hizo el gran cambio esperado en la política hacia Cuba.
No estuvo a la altura de sus promesas. Sin embargo, sus partidarios del
exilio cubano lo aplaudieron a rabiar en el teatro. El anuncio de Trump,
en realidad, fue mucho ruido y pocas nueces, pero su fiel público quedó
complacido con la actuación.
Escritor y periodista cubano, editor de Perspectiva. Su novela más
reciente es Rebeldes S.A.
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Source: Trump frente a Cuba: mucho ruido y pocas nueces | El Nuevo
Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/opinion-sobre-cuba/article157246069.html
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