martes, 27 de diciembre de 2011

Carta abierta a Espinosa Chepe y López Levy: las reformas financieras no crean una economía mixta

Créditos, Economía

Carta abierta a Espinosa Chepe y López Levy: las reformas financieras no
crean una economía mixta

Una idea errónea, que parte de una concepción equivocada sobre la
relación que existe en una economía mixta entre lo público y lo privado

Elías Amor Bravo, Valencia | 27/12/2011


Con todos mis respetos, no estoy de acuerdo con la idea de que el
comienzo de una nueva política crediticia y la autorización de
subcontrataciones del sector estatal al cooperativo y privado vayan a
crear una economía mixta, con integración entre los diferentes segmentos
estatal y no estatal en un mercado nacional común.

Esta es una idea errónea, que parte de una concepción equivocada sobre
la relación que existe en una economía mixta entre lo público y lo
privado. Y aunque algunos analistas observen diferencias en el actual
proceso con los cambios producidos tras el período especial, nada nuevo
cabe apreciar de las modificaciones que se vienen introduciendo en la
economía castrista por las autoridades.

Para empezar, la nueva política crediticia que entró en vigor el pasado
20 de diciembre no se dirige al conjunto de los actores económicos, sino
a aquellos que las autoridades consideran que deben participar, a saber,
pequeños agricultores, trabajadores por cuenta propia, las llamadas
"nuevas formas de gestión", y los particulares que van a construir una
vivienda. Los préstamos se deben respaldar con garantías que, en muchos
casos, no están al acceso de toda la población (segundas residencias en
zonas de ocio, financiación complementaria, etc.) de modo que la
limitación en el acceso a los fondos será un elemento determinante de la
distribución desde el primer momento.

Los economistas saben que el crédito per se, no significa apertura
económica. No existen experiencias en la historia que muestren la
relación directa entre actividad crediticia y desarrollo económico, si
previamente no se consolida un sistema jurídico basado en la existencia
de derechos de propiedad estables y predecibles, basados en el absoluto
respeto a la Ley.

Por desgracia, este postulado no se observa en la economía castrista,
donde las actividades privadas se encuentran sometidas a un marco que
mejor podría calificarse como trabajo por cuenta propia a cuenta del
Estado, que retiene para sí la mayor parte del capital productivo del
país y que no permite la acumulación de la renta, ni de la riqueza, ni
el crecimiento sostenible.

La idea de que la nueva política crediticia puede permitir la entrada de
pequeños negocios, también puede resultar errónea. Lo que sí puede
producir son pequeños negocios que arrojarán cifras elevadas de
mortandad. Lo que tampoco sería negativo, si existiera entre ellos
posibilidades de reinversión, de reestructuración. Sabido es que en la
economía de mercado libre, la caída suele ir acompañada del éxito, y
viceversa en ocasiones. Pero en el régimen castrista, con un número
relativamente reducido de ocupaciones para ser desempeñadas por
trabajadores independientes, no existe el mínimo espacio para los
negocios, tal y como los conocemos en Occidente.

La política diseñada por las autoridades ni es eficiente ni se va a
desarrollar con criterios racionales, sino que se plantea como una
actividad burocrática más que convierte a la banca en una rama más del
poder estatal. Con ello, el Gobierno, eliminando la libertad de mercado,
asegura un uso ineficaz de los recursos sin duda limitados y
artificiales, porque no se corresponden con una política previa de
ahorro, sin que ello redunde en una mejor administración de los pequeños
negocios privados como del sector estatal. En ocasiones, la obsesión por
corregir las distorsiones del modelo de economía de mercado entorpece
las enormes dificultades e ineficiencias del modelo estalinista de
planificación central sin propiedad privada, de modo que la estrecha
dependencia del sector bancario del Estado, su dueño real, es un mal
adicional a todo este nuevo proceso.

Además, no parece que las medidas supongan incentivo alguno para el uso
eficaz de unos recursos cuya cuantía, por otra parte, se desconoce. Las
variables monetarias en Cuba arrojan elevados niveles para el dinero en
manos del público y las posiciones más liquidas, más del 40 % del PIB
actualmente, pero no se conoce con exactitud cuál es el nivel de los
depósitos del sistema bancario que se pueden conceder como préstamos. No
existe un mercado de fondos prestables, sino una caja ciega para repartir.

Tal y como está diseñado, el sistema crediticio castrista carece de
reglas adecuadas para dejar caer a los que fallen, premiando a
posteriori a aquellos que logren rendimientos positivos, abran nuevos
mercados o generen nuevos productos. Dado que el objetivo no es éste
último, ya que al régimen no le interesa que estas nuevas actividades
prosperen, la orientación de la banca como actividad estatal podrá
dirigirse al control, la inspección y la vigilancia y eventual delación
de aquellos trabajadores por cuenta propia cuyos ingresos empiecen a
aumentar de forma notable.

Poco podemos esperar, por tanto, de un nuevo sistema financiero
castrista que nace opaco, ineficiente, burocratizado y con poco interés
en apoyarse en otros instrumentos, como los microcréditos. Se tiene la
impresión de que el nuevo mercado crediticio se pretende construir de
forma lenta, como todas las reformas que se están introduciendo, a pesar
de que existe una necesidad real de disposición de fondos para acometer
las actividades sobre todo, en el campo cubano.

Si las autoridades apoyasen la política de microcréditos libremente, el
sistema podría mejorar de forma notable, pero tal y como se han
introducido en la norma, se convierten en mecanismos de garantía frente
a fallidos que posiblemente reduzcan su capacidad y potencial de
crecimiento. De igual modo, cuanto más se insista en la creación de
empresas municipales que funcionen con una lógica de mercado, peor será
porque entonces los recursos financieros, ciertamente escasos y
limitados, se dirigirán a actividades ineficientes e improductivas que
es preciso evitar. Ni siquiera la subcontratación puede funcionar de
manera adecuada cuando el Estado posee más del 50 % del PIB de la
economía de un país como ocurre en Cuba. La iniciativa privada es la que
mejor puede identificar los espacios para el crecimiento de la actividad
por su orientación a los beneficios. Superar viejos dogmas existentes en
amplios sectores de la dirigencia comunista es necesario.

No estoy de acuerdo en que el éxito del nuevo sistema dependa de la
capacidad del equipo implementador de las reformas para manejar los
tiempos, fases y secuencia del desarrollo del nuevo sistema financiero
como señalan algunos. Todo lo contrario. Si se liberalizase la actividad
financiera, la competencia entre privados mejoraría notablemente la
asignación de recursos y frenaría el crecimiento de los precios, es
decir, del coste del dinero. Coincido en que es preciso evitar
tendencias inflacionarias. La competencia entre prestamistas y
prestatarios debería situar los tipos de interés reales a los niveles
del crecimiento potencial, y ello con baja inflación, asegurar la
necesaria estabilidad en el coste del dinero. Cualquier manipulación
política de los tipos de interés en esta fase embrionaria, puede
resultar contraproducente para la evolución del sistema en su conjunto.

Además, si el sistema bancario utiliza los créditos existentes para
promover los contratos y la integración entre las entidades estatales y
los actores cooperativos y privados como señalan algunos autores, la
tendencia a corto plazo será una disminución de la financiación para los
trabajadores por cuenta propia o la construcción de vivienda. En ese
sentido, no es posible promover la competencia entre los gestores cuando
esa competencia no existe en la mayor parte de los sectores de la economía.

En cuanto a la inversión de los cubanos residentes en el extranjero,
dudo mucho que el Gobierno vaya a introducir alguna reforma en ese
sentido. Los fondos procedentes del exterior, en forma de remesas, se
están destinando principalmente a paliar situaciones de grave escasez,
necesidades directas de consumo, y son pocas las familias que pueden
permitirse canalizar esos recursos hacia nueva financiación para
impulsar actividades por cuenta propia. Ningún empresario de la diáspora
abrirá cuentas en los bancos locales hasta tanto no se regule de forma
estable y predecible los derechos de propiedad, punto de partida
fundamental para todo este proceso.

Dado el atraso del sistema bancario cubano, otras opciones como las
transferencias entre cuentas corrientes, el cargo en cuenta, o los
ingresos en cuenta, tendrán un uso limitado por la falta de conocimiento
por parte de la población y el nivel deficiente de la tecnología
existente. La diversificación de los medios de pago solo tiene sentido
en una economía cuando existen muchas oportunidades de compra y pago, y
esto no parece que sea el rasgo determinante de la economía castrista en
la actualidad. Un ejemplo puede ser el uso de tarjetas de crédito,
generalizadas en el mundo entero, y un absoluto desconocido en la
realidad de la economía castrista.

La construcción de una economía mixta como soñamos algunos será muy
difícil por no decir imposible, con estas reformas financieras limitadas.

Con todo mi afecto.

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/carta-abierta-a-espinosa-chepe-y-lopez-levy-las-reformas-financieras-no-crean-una-economia-mixta-272176

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