viernes, 24 de mayo de 2013

Reformas que no lo son

Reformas que no lo son

Roberto Álvarez Quiñones | Los Ángeles | 24 Mayo 2013 - 10:49 am.



¿Deberíamos esperar reformas legítimas de parte de quienes instauraron

la dictadura y se han opuesto siempre a cualquier tipo de cambio?



Numerosos gobiernos y medios de comunicación internacionales insisten en

llamar reformas a los ajustes económicos que realiza el Gobierno de Raúl

Castro para evitar el colapso definitivo de la economía socialista.



Se trata de una equivocación por partida doble: 1) el socialismo como

sistema social no es reformable, ni mejorable, y 2) ningún gobernante

autócrata y anquilosado lleva a cabo una reforma, se necesita de líderes

progresistas.



¿Es progresista la casta militar estalinista encabezada por Raúl y Fidel

Castro? Para responder esta interrogante basta observar con qué enfado

los funcionarios del régimen aclaran que en Cuba no hay reformas, sino

una "actualización" del cincuentenario socialismo.



La URSS, China, Vietnam



Para comenzar, la palabra reforma no existe en el argot revolucionario

marxista-leninista desde que Karl Marx la proscribió al considerarla un

rezago burgués del socialismo utópico del siglo XVIII. Lenin, en un

artículo titulado Marxismo y reformismo, publicado en Pravda Truda

(publicación bolchevique clandestina) en 1913, afirmó que la reforma

"significa en la práctica la renuncia al marxismo y la sustitución de

esta doctrina por la política social burguesa".



En la Unión Soviética quedó abolida y estigmatizada a nivel doctrinario

la más mínima posibilidad de reformas de ningún tipo. Los académicos del

país concluyeron que toda reforma en el socialismo era una vía

enmascarada para regresar al capitalismo. Los teóricos de Europa de Este

y de Cuba identificaron el reformismo como una táctica

contrarrevolucionaria de la socialdemocracia en su lucha contra el

socialismo marxista-leninista.



Cualquier tibia propuesta o simple opinión para intentar hacer más

racional el régimen soviético, o flexibilizar el inmovilismo del Kremlin

en materia social, económica o política, era considerada como

"revisionismo", o "diversionismo ideológico", y sus propulsores enviados

a los campos de horror en Siberia, o ejecutados en la "Casa de los

Fusilamientos" de la calle Nikolskaya en Moscú, sede del Tribunal

Supremo de la Unión Soviética, o en cualquier otro lugar.



En China, Mao Tse Tung envió a prisión a Deng Xiaoping por

"revisionista", "derechista" y "contrarrevolucionario", cuando éste se

atrevió a adelantar algunas ideas reformistas, las mismas que luego de

la muerte del Gran Timonel (1976) Deng puso en práctica y convirtieron a

China en la segunda economía más grande del mundo.



En La Habana, la alergia castrista al cambio tiene explicación.

Contrariamente a lo establecido por Marx y Lenin, el reformista Mijail

Gorbachov lanzó en Moscú una perestroika (reestructuración) con el

ingenuo propósito de "mejorar" el sistema comunista. Lejos de

perfeccionarlo, acabó con él.



Los Castro aprendieron la lección. Tanto se asustaron con la perestroika

y la glasnot (transparencia informativa) soviéticas que en 1986

ordenaron borrar la palabra reestructuración del diccionario político.

Por eso hablan de "actualizar" el modelo socialista y arrastran esa

obsesión de aclarar siempre que no es una reforma o una reestructuración

lo que ocurre en la Isla.



En China y Vietnam hubo también reformas, pero ya no fueron cándidos

intentos para mejorar el socialismo, sino para desmontarlo y convertirlo

en capitalismo de Estado con un régimen autoritario de partido único

que, aunque se autotitula comunista, ya nada tiene que ver con Marx,

Lenin, Mao, Ho Chi Mihn o el Che Guevara.



Pero en Cuba no habrá reformas económicas legítimas —y políticas mucho

menos— con Raúl y Fidel Castro vivos, y mientras en Venezuela sigan en

el poder los chavistas del ala castrista que encabezada por Nicolás

Maduro mantiene a flote la arruinada economía cubana. Solo si se

acabasen los subsidios venezolanos (unos $10.000 millones anuales) sería

que el régimen daría más libertad a las fuerzas productivas cubanas, y

en términos más parecidos a los de Vietnam (mayores restricciones) que a

los de China.



En tanto, toda flexibilización que vaya más allá de la "actualización"

en marcha solo será para facilitar y aupar el posicionamiento por parte

de los militares en todas las ramas de la economía nacional.



Nuevos líderes



Para que haya reformas se requiere de nuevos líderes. La falta de

voluntad política para realizar cambios imprescindibles es precisamente

uno de los factores que provoca el estallido de revoluciones. El

deterioro social llega a un punto de ebullición y sobreviene la

violencia iconoclasta, con la dramática paradoja de que el remedio (la

revolución) resulta peor que la enfermedad y la crisis social que la

motivó sigue igual, o se agrava. Así lo muestra trágicamente la

historia, sobre todo desde la Revolución Francesa, en la que rodaron por

el suelo 40.000 cabezas.



En la URSS, fue Gorbachov (progresista) y no los inmovilistas Leonid

Brezhnev, Yuri Andropov o Konstantin Chernenko, quien emprendió las

reformas, aunque solo para confirmar que Marx y Lenin tenían razón: el

socialismo no tiene arreglo posible. Las reformas terminaron por

desintegrar el imperio soviético y echaron abajo el Muro de Berlín.



En China no fue Mao quien lanzó las reformas de mercado, sino su enemigo

"partidario de la vía capitalista", como también era calificado Deng

Xiaoping por Mao. Y en Vietnam la denominada Doi-Moi ("Renovación") no

fue iniciada por el "Tío Ho", sino por sus sucesores menos ideologizados

y más pragmáticos.



¿Por qué habría entonces que esperar reformas en Cuba, sometida a una

dictadura petrificada encabezada por los dos mismos hermanos que la

implantaron hace 54 años, y que se han opuesto siempre a cualquier

cambio? ¿Tocados por una varita mágica van a renunciar a su condición

retrógrada para convertirse ya octogenarios en paladines del progreso?



Prohibido formar capital



Los Lineamientos económicos aprobados en el VI Congreso del Partido

Comunista revelan tozudamente que nada sustancial va a cambiar en Cuba,

cuando especifican que "no se permitirá la concentración de la propiedad

en personas jurídicas (negocios privados) o naturales" (individuos). Es

decir, nada ni nadie pude crecer y se permite solo la economía de

subsistencia anterior a la Revolución Industrial de fines del siglo

XVIII, pues se prohíbe la formación de capital nacional (algo insólito)

que tan urgentemente necesita el país, y que fue lo primero que hicieron

China y Vietnam.



Ni siquiera se están entregando las tierras ociosas en propiedad para

que sean cultivada por los agricultores interesados, sino en usufructo

mediante contratos y controles en los que se les dice qué sembrar y se

les obliga a vender el grueso de sus cosechas al Estado a precios

ridículos. Según cifras oficiales, Cuba tiene una superficie agrícola

total de 6,5 millones de hectáreas, de las cuáles apenas 2 millones

(32%) están cultivadas. Es la razón por la que el país importa el 80% de

los alimentos que consume, algo único en Latinoamérica.



No puede hablarse de reformas económicas en Cuba mientras solo se

autoricen oficios artesanales propios de la Edad Media. Habría reformas

si el régimen liberara todas las fuerzas productivas y dejara de

asfixiar la capacidad creadora de los cubanos, si fomentara un sector

privado amplio en todas las ramas económicas, aceptara sin trabas la

entrada de capitales y tecnología (que hasta ahora benefician solo a la

nueva burguesía en formación integrada por el generalato y familiares de

los Castro), y autorizara el concurso de los cubanos residentes en el

exterior, que con su know how, dinero y experiencia empresarial podrían

dar un gran impulso al país.



No, no hay reformas en Cuba. Los Castro tienen razón.



http://www.diariodecuba.com/cuba/1369384107_3406.html

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