martes, 3 de junio de 2014

Construir o reparar, un esfuerzo extenuante

Construir o reparar, un esfuerzo extenuante

A pesar de las nuevas facilidades, la construcción o reparación de

viviendas "por esfuerzo propio" sigue siendo una tarea que pocos pueden

llevar a feliz término

ADRIANA ZAMORA, La Habana | Junio 02, 2014



La escasez de viviendas es un problema de primer orden en Cuba, donde

tres y hasta cuatro generaciones conviven bajo el mismo techo. Las

familias, cuando poseen patios o azoteas, amplían sus casas todo lo

posible: transforman balcones en cuartos, lavaderos en fregaderos,

vertederos en inodoros...Cada uno se convierte en mago del espacio y el

diseño.



En La Habana la mayoría de las viviendas son anteriores a 1959, y las

erigidas a partir de los años 60, por lo general, no son de buena

calidad. No existen empresas estatales que se dediquen a la reparación

de los inmuebles, y los albañiles, fontaneros o carpinteros particulares

cobran precios inalcanzables para el bolsillo promedio.



Para rescatar las casas de la falta de mantenimiento y la desidia, el

Gobierno ha estado promoviendo en los últimos años la construcción y

reparación de viviendas "por esfuerzo propio". O sea, la persona

interesada edifica o arregla su propia vivienda con sus recursos y una

que otra "facilidad" que le pueda dar el Estado. En consonancia con esta

política, el Banco Metropolitano comenzó a conceder créditos para la

adquisición de materiales de construcción. También el Poder Popular

asigna subsidios para aquellos que no tienen los recursos para pagar la

reparación de su casa.



Los materiales no están siempre disponibles en los establecimientos

estatales, y adquirirlos "por la izquierda" suele ser caro y riesgoso.

En ocasiones el transporte cuesta más que lo transportado, especialmente

los áridos, que son relativamente baratos pero pesados. No es posible

pagar la mano de obra calificada con los créditos del banco, que apenas

alcanzan para contratar aficionados sin experiencia o bandidos sin

escrúpulos. A todo eso se suman los trámites burocráticos. No obstante,

la necesidad apremia y muchos lo intentan. Al final todos son felices:

los ciudadanos resuelven sus problemas y el Estado se anota el esfuerzo

ajeno en sus informes triunfalistas.



Empezar por los cimientos



Idalis tuvo suerte. Después de trabajar veinte años en el mismo lugar,

fue reconocida con un esperado "estímulo" laboral: le otorgaron la

propiedad de un terreno en la zona de Peñas Altas, al Este de La Habana,

para que allí construyera su hogar. No fue fácil, otros compañeros de

trabajo también optaron por el solar, pero ella fue escogida luego de

muchos análisis y debates.



Con la propiedad en su mano, Idalis se acercó al Poder Popular de su

municipio para solicitar los permisos de construcción y el aval que le

permitiría pedir en el banco el crédito necesario para comprar los

materiales y pagar la mano de obra. Consiguió además que el Poder

Popular se comprometiera a proporcionarle una brigada de constructores.



Con los créditos aprobados, el permiso de construcción en regla y los

materiales adquiridos, Idalis esperó por la brigada, pero no llegaba.

Por supuesto, insistió con el Poder Popular sin lograr nada. "Nadie

quería hacer el trabajo por el dinero que el banco me había

presupuestado para mano de obra. ¿Quién iba a trabajar en una brigada

cobrando una miseria si con cualquier particular esos mismos

trabajadores, fueran especialistas o ayudantes, podían cobrar el

triple?", se quejó Idalis.



Finalmente, su padre, un hombre de 60 años, comenzó a trabajar nivelando

el terreno y poniendo los cimientos de la futura casa. Cuando ya estaba

lista la zapata, apareció la brigada. Al principio, Idalis sintió

alivio: su padre podría descansar. Pero la tranquilidad duró poco.

"Trabajaban al ritmo que se les antojaba...y la arena, el cemento y los

bloques comenzaron a desaparecer." Cansada de la reventa de sus

materiales, Idalis decidió prescindir de la brigada por la que tanto

había insistido.



Con su padre y la ayuda esporádica de algunos amigos, continuó la obra y

después de dos años la casa estuvo lista. Feliz de haber concluido el

agotador trabajo, se dirigió a Vivienda Municipal para que le expidiera

el certificado que declararía su casa como habitable. Luego de dos

meses, un especialista llegó para evaluar in situ la nueva morada de

Idalis y le comunicó que no podía darle el añorado "habitable". Según le

explicó, tanto ese terreno como los colindantes habían sido otorgados

legalmente, pero no estaban conectados a la red de alcantarillados y

hasta que así fuera, no podría mudarse. De inmediato los vecinos

comenzaron a hacer gestiones para resolver el problema.



Casi tres años después del inicio de la construcción, Idalis logró

habitar por fin su casita. "Lo de 'esfuerzo propio' se queda corto, fue

más que esfuerzo lo que tuve que hacer. "Para tener la tranquilidad de

la que disfruto hoy pasé por momentos de verdadera tensión y sacrificio.

Estaba agotada, así que tuve que dejar de trabajar para recuperarme,

física y mentalmente".



Reparación contra reloj



Milagros tiene 68 años y recibe del gobierno una pensión de 300 CUP

mensuales. Vive en Alamar, en un edificio de microbrigadas que fue

construido hace más de tres décadas. Muchos de los vecinos, que tienen

familia en el extranjero, han reparado sus apartamentos. Algunos han

hecho profundas remodelaciones, otros se han limitado a cambiar las

carcomidas puertas y ventanas de madera y los ya inservibles muebles de

baños y cocinas. Han mejorado todo lo que la ayuda familiar les ha

permitido.



Milagros no tiene parientes fuera de Cuba. Solo una hija con limitado

salario estatal y casa propia de la que ocuparse. Por eso pensó que

podría ser beneficiada con un subsidio para la reparación de su apartamento.



Su solicitud fue aprobada y pasaron casi tres meses antes de que

recibiera al inspector de Vivienda que debía evaluar la amplitud y el

costo de las reparaciones necesarias. Recibió el aval para presentarse

en el banco y el desglose de los materiales y mano de obra que

necesitaría. "Lo que me dio el banco para mano de obra eran unos 78 CUC.

Imagínate, por hacer una cocina ningún albañil cobra menos de 300 CUC".

Lo cierto es que el presupuesto para mano de obra que se otorga no

coincide con la realidad de los precios en el país. Para colmo, se exige

que la persona contratada tenga licencia para ejercer, lo cual hace más

difícil la situación. Milagros tal vez se hubiese quedado en el intento

si no fuera por un vecino, albañil con licencia, que decidió ayudarla.



Allí empezó la verdadera odisea. "Cada vez que vas a adquirir un

material debes ir al banco para que te hagan el vale. Te cobran 5 CUP

por el trámite bancario de cada vale. Cuando lo tienes todo, presentas

los documentos en el rastro, pero no siempre hay lo que necesitas. Una

vez tuve que ir hasta Capdevila, a unos 20 kilómetros de Alamar, a

buscar cemento, porque no había en ninguna parte. El problema es que un

camión para llevar los sacos hasta Alamar me costaba 60 CUC. ¿A quién se

le ocurre que alguien subsidiado tenga esa cantidad de dinero?" No pudo

comprar el cemento, claro está. Tuvo que esperar que abastecieran el

rastro cercano. Con el resto de los materiales pasó lo mismo, de manera

que dedicó más tiempo tratando de reunirlos que a la obra como tal.



El mayor problema con la espera es que los vales tienen un plazo: si

Milagros no conseguía los materiales y los utilizaba en el tiempo

estipulado por el banco, tendría que pedir una prórroga. Y solo se

otorgan tres prórrogas. Había que apurarse, si Milagros no quería perder

las gestiones y los esfuerzos realizados.



"Lo gracioso es que si vas a comprar materiales con dinero contante y

sonante, siempre aparecen", se queja. Una breve visita al rastro nos

deja ver que hay variedad de materiales en venta en CUP: recebo a 40

pesos el saco; cemento a 29.40 el cubo; gravilla a 200 el metro cúbico;

mosaicos a 5 pesos cada uno... Y esto es lo que está declarado en la

tablilla, habría que ver todo lo que se vende "por la izquierda".



El hecho es que Milagros todavía no termina su reparación y el tiempo se

le acaba. Tiene que recibir pronto al inspector de Vivienda que

supervisará la ejecución de la obra. Si ella logra cumplir el plazo,

tiene planificado pedir otra subvención para cambiar las puertas y

ventanas podridas. "Es agotador, pero no tengo remedio. Si no, la casa

me cae arriba", dice.



Tanto Milagros como Idalis se alegran de tener su casa habitable gracias

al plan de construcción "por esfuerzo propio". Sin embargo, ambas han

pasado por días de total extenuación, provocada por la desorganización,

el descontrol y la corrupción, más que por el duro trabajo de construir.



Source: Construir o reparar, un esfuerzo extenuante -

http://www.14ymedio.com/nacional/construccion_por_esfuerzo_propio_0_1566443344.html

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