sábado, 22 de noviembre de 2014

Nutrición infantil en Cuba: otro mito quebrado

Nutrición infantil en Cuba: otro mito quebrado
El anunciado programa oficial para un suplemento nutricional puede ser
un paliativo mínimo, pero no la solución del problema de alimentación
MIRIAM CELAYA, La Habana | Noviembre 21, 2014

Una reciente información sobre la entrega gratuita de un nuevo
"suplemento nutricional" para prevenir y controlar la anemia infantil en
la zona oriental de Cuba pone nuevamente sobre el tapete el polémico
tema de la nutrición en la Isla, particularmente "en las provincias más
pobres".

Chispitas es el nombre de esta mezcla de vitaminas y minerales en polvo,
de fabricación suiza, que se suministrará a niños de entre seis y 35
meses de nacidos a través de los consultorios de los médicos de la
familia, exceptuando a aquellos que "estén consumiendo medicamentos que
contengan hierro; padezcan fiebre, anemia severa, o estén en los
primeros siete días de recuperación por desnutrición", según expresó
sobre el programa la doctora Lisset Selva, consultora del Programa
Mundial de Alimentos.

Dicha así, la noticia podría parecer anodina. A fin de cuentas es sabido
que en la región oriental los efectos de la crisis económica son más
acentuados, así como menores las opciones y el abastecimiento de
alimentos en comparación con la capital y otras zonas relativamente
menos afectadas por las carencias. Sin embargo, la sola mención de los
vocablos "anemia" y "desnutrición" constituyen motivos suficientes para
agitar las alarmas, aunque actualmente casi ningún cubano quiera
recordar el eufemísticamente llamado Período Especial, y prácticamente
todos se resistan a aceptar la posibilidad de que similares carencias se
repitan en un futuro cercano.

Macarrones contra la desnutrición

Corrían los cruentos años noventa en Cuba y una buena parte de la
población de la Isla comenzó a sufrir las consecuencias de la hambruna
que azotaba el país tras el desplome del finado campo socialista: la
anemia, las infecciones respiratorias agudas, la neuritis y otros
efectos de la mala nutrición, incluyendo la desnutrición en sí misma, se
cebaron entre los cubanos. Los grupos más vulnerables, como es usual,
fueron los ancianos y los niños, en particular los pertenecientes a los
sectores más pobres.

Los nacidos en aquella triste década no imaginan el infierno de miseria
que se abatió sobre los cubanos, mientras los jóvenes que hoy tienen
entre 25 y 30 años apenas recuerdan algunas de las estrecheces vividas
en sus respectivos hogares, en los que los mayores hicieron sacrificios
inenarrables para evitarles las mayores privaciones, no siempre con éxito.

Muchos de esos jóvenes, nacidos bajo la falsa bonanza de finales de los
ochenta, en lo que constituyó un verdadero baby boom, sufrieron los
rigores de la crisis en los primeros años de su vida. Los de las
familias más pobres padecieron desnutrición con retardo del crecimiento
y otros problemas físicos y de salud irreversibles.

A finales de los noventa, algunos estudios realizados por especialistas
de nutrición entre los educandos de algunas escuelas primarias de la
capital evidenciaron la contracción de los estándares de crecimiento,
una marcada disminución del peso corporal y de la masa muscular de los
niños y, en algunos casos, depresión del sistema inmunológico que
provocaban enfermedades respiratorias frecuentes, por todo lo cual
sugirieron a las autoridades tomar algunas medidas para detener dicha
tendencia. La respuesta oficial fue la asignación extra de un kilogramo
mensual de pastas –específicamente macarrones– para los niños cuyas
medidas acusaran rasgos de desnutrición.

El programa no se extendió a toda la ciudad, pero existe constancia de
que se aplicó al menos en el municipio Habana Vieja. Según versiones de
residentes en ese municipio, se trató de un plan experimental coordinado
por la Oficina del Historiador de la Ciudad que contó con la ayuda de
instituciones extranjeras solidarias. Otros sugieren que fue un aporte
del Programa Mundial de Alimentos. En todo caso, tal asistencia fue
puntual, breve e insuficiente, además de absurda: no existen pruebas
científicas sobre la eficacia de las pastas para superar la
desnutrición. La baja talla y el endeble físico de muchos jóvenes de
aquella generación así lo demuestran.

¿Veinte años "no es nada"?

Transcurridas más de dos décadas, puede afirmarse que Cuba continúa
asediada por la amenaza de otro ciclo de penurias.

La crisis económica que siguió al desplome socialista de Europa del este
nunca ha sido superada. Esto se debe en gran medida a la inexplicable
tozudez gubernamental que frena la iniciativa privada e impide la plena
apertura a la producción y al comercio para los cubanos dentro de la
Isla. Todo ello pese a la demostrada incapacidad estatal, no solo para
producir en el país los alimentos necesarios para sostener los cada vez
más recortados subsidios de la "canasta básica", sino siquiera para
adquirirlos en el mercado exterior.

En las circunstancias actuales, el anunciado programa oficial que pone a
disposición de los pequeños del oriente cubano un suplemento nutricional
puede ser un paliativo mínimo, pero no la solución del problema de
alimentación que aqueja a toda Cuba y que tiende a agravarse.

El comentario de la especialista, doctora Lisset Selva, cuando refiere
la existencia de niños que se encuentran en fase de "recuperación por
desnutrición", indica que se ha producido un retroceso en los
indicadores cubanos, teniendo en cuenta que en septiembre de 2011 la
prensa oficial publicó un comentario sobre el informe del Fondo de las
Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) , en virtud del cual esa
prestigiosa institución confirmó que "Cuba es el único país de América
Latina sin desnutrición infantil".

El informe de la UNICEF aseguraba entonces que en Cuba se había
eliminado la desnutrición infantil "gracias a los esfuerzos del Gobierno
por mejorar la alimentación, especialmente la de aquellos grupos más
vulnerables" y la reconocía como "la nación con más avances en América
Latina en la lucha contra la desnutrición", todo gracias a que "el
Estado cubano garantiza una canasta básica alimenticia", entre otros
detalles ( Granma, 21 de septiembre de 2011, primera plana).

Han transcurrido apenas tres años de aquel informe y seis de inicio de
las reformas raulistas, que comenzaron precisamente con un plan de
entrega de tierras estatales en usufructo a campesinos privados para
hacer avanzar la producción de alimentos, sin que hasta ahora se hayan
obtenido los resultados esperados. La producción sigue siendo inferior a
la demanda, en tanto la inflación se refleja en los altísimos precios de
los productos, haciéndolos menos accesibles a los bolsillos más
humildes. Se cierra así otro ciclo de fracasos de las propuestas
oficiales y el camino hacia los prometidos avances se avista cargado de
incertidumbre. Todo indica que habrá que cruzar los dedos y esperar que
el programa de entrega de los milagrosos polvos Chispitas sea más
duradero y, sobre todo, más eficiente que aquellos macarrones inútiles,
generosamente entregados a los niños desnutridos de La Habana Vieja
veinte años atrás.

Source: Nutrición infantil en Cuba: otro mito quebrado -
<http://www.14ymedio.com/nacional/nutricion-infantil-Cuba-mito-quebrado_0_1674432548.html>

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