"No venimos más a Cuba"
VÍCTOR ARIEL GONZÁLEZ, La Habana | 20/02/2015
En la Terminal 3 del aeropuerto de La Habana, la cola para el check-in
atraviesa todo el gran salón. A solo unos pasos de la entrada al
recinto, la fila dobla rodeando una tienda de tabaco y allá, al final,
han ido a parar Maricarmen y José, dos valencianos que esta noche
regresan a España.
Su estancia en Cuba ha estado marcada por el impacto con un mundo
diametralmente opuesto al que conocen. La pareja, de mediana edad, no
había salido de la península ibérica a no ser para lugares como Canarias
o las Baleares. Nunca al extranjero. Así que en sus pasaportes solo
consta este viaje a un país del cual, en Europa, muchos tienen "una
visión idílica", según cuenta otro amigo también de Valencia.
Sin embargo, ni Maricarmen ni Jose –él prefiere que le llamen así, y no
José– vinieron buscando un paraíso. Lejos de eso, el motivo de su paso
por la Isla respondía a un compromiso familiar ineludible. Pero lo que
encontraron aquí superó con creces cualquier predisposición surgida de
los consejos, previos al viaje, de quienes sí conocen los disgustos
inevitables en Cuba.
Disgustos que no iban a dar tregua ni en el capítulo final, pues la
noche del regreso en un abarrotado vuelo con destino a Madrid, el
aeropuerto José Martí de La Habana no tenía funcionando la máquina para
empaquetar el equipaje. "Se nos rompió el equipo", respondió el empleado
del aeropuerto que recibió a los valencianos a la entrada y les ayudó
con las maletas.
Hubo que resolver con los anillos de los llaveros, para al menos darle
un poco más de trabajo a cualquier curioso que quisiera hurgar en las
maletas. Los visitantes, como es lógico, quedaron preocupados por sus
pertenencias, que transitarían sin ninguna seguridad por una instalación
que goza de muy mala fama y donde abundan los trapicheos. De hecho, al
entrar a la terminal y ponerse al final de la cola para recoger el
boleto de Air Europa, otro empleado del lugar andaba por allí y les
propuso "adelantarlos". Por un precio razonable, el hombre les llevaría
hasta la línea amarilla, donde un funcionario cómplice les ahorraría la
molestia de esperar, fingiendo que ellos eran pasajeros de clase negocio.
Otra cosa que no entendieron los viajeros fueron los 25 CUC de impuesto
aeroportuario. Pero a esas alturas ya Maricarmen y Jose no se molestaban
en preguntar. Al parecer habían visto más que suficiente y sólo querían
irse a casa. Fuera del hotel en Varadero donde pasaron un par de noches,
la Cuba real no les había gustado en lo absoluto: visitaron La Habana
Vieja y sus calles hediondas, comieron en un restaurante privado donde
pidieron una "ropa vieja" hecha de cualquier carne menos de res –lo peor
que le pudo pasar al chef de la ocasión fue el hecho que Jose administra
una carnicería propia en Valencia–, intentaron ir a la ceremonia del
cañonazo y se espantaron con la oscuridad de la carretera de El Morro...
Ahora, pasando el chequeo de aduana y a punto de entrar al avión, a Jose
le han hecho sacarse la camisa del pantalón y le han "crucificado" para
escanearle. Cuando al fin han superado este último escollo, la pareja
saluda desde la distancia y se dirige al salón de espera, donde uno se
siente un poco más libre sabiendo que pronto saldrá de Cuba.
"Me han dicho que no vienen más", confiesa luego Javier, hijo de
Maricarmen. Para su familia ha sido la primera vez, y, al mismo tiempo,
la última. Se espantaron con lo que vieron aquí, y fue más que
suficiente. Se trató de un viaje que estuvo lleno de contratiempos y que
el mismo Javier resume con una irónica frase: "Quant més sucre, més
dolç", que en valenciano significa: "Cuanto más azúcar, más dulce".
Source: "No venimos más a Cuba" -
http://www.14ymedio.com/blogs/a_pie_y_descalzos/venimos-Cuba_7_1729097074.html
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