Tres capitalismos para una Cuba
FERNANDO MIRES | Oldenburg | 26 Mar 2016 - 9:22 am.
Si entendemos que el socialismo es lo que dicen los socialistas, un modo
de producción orientado a promover la igualdad a partir del poder
organizado de los trabajadores, quiere decir que en Cuba nunca ha habido
socialismo.
Atendiendo a esa premisa, la contradicción fundamental que en este
momento ha surgido en Cuba no es de índole económico —entre socialismo y
capitalismo— sino predominantemente político, a saber: entre el poder
político en manos de una dictadura militar y un pueblo organizado de
modo corporativo desde arriba hacia abajo.
El cuadro que nos presenta por delante Cuba es, por consiguiente,
completamente distinto al que se desprende de la matriz economicista
sustentada por los imaginarios marxistas y liberales.
Lo que tienen en común ambas doctrinas aparentemente extremas, la
marxista y la liberal, es que las dos comparten el principio naturalista
relativo a que en la economía subyacen las fuerzas determinantes de la
historia, ya sea como "infraestructura" o como producto de la regulación
"natural" de la producción y del mercado.
Pero en sentido estricto, el orden económico que predomina en Cuba es
dependiente de su formación política y no a la inversa. Lo dicho tiene
consecuencias teóricas. Una de ellas, la más importante, es que la
transformación económica de la Isla pasa por su transformación política.
Ahora, si partimos de la tesis de que bajo las condiciones imperantes en
Cuba lo político adquiere preeminencia sobre lo económico, habría que
concluir en que las alternativas que se abren hacia el futuro son
predominantemente tres.
La persistencia de un rígido capitalismo de Estado,
La caída en un capitalismo salvaje
La salida hacia una configuración de un tipo de capitalismo social (o
capitalismo popular) basado en la interacción de una economía de mercado
y un orden político civil y democrático.
El capitalismo de Estado ha regido los destinos de la Isla desde que el
castrismo llegó al poder. En su esencia es equivalente con la
nomenclatura militar-dictatorial que monopoliza a todas las
instituciones. No obstante, ese capitalismo de Estado, sobre todo
después de la apertura de EEUU y Europa hacia Cuba, ha experimentando un
cierto proceso de modernización.
Bajo Raúl Castro ha tenido lugar una lenta evolución que,
desprendiéndose del esquema estalinista (estatismo total) representado
por Fidel Castro, intenta acercarse más al esquema chino basado en la
coexistencia del capitalismo privado con un capitalismo estatal,
controlado por el Partido-Estado y por la jefatura militar, estructuras
manejadas desde la cima del poder castrista.
Entre el rígido sistema de dominación de tipo ruso representado por
Fidel y el, desde un punto de vista económico, más flexible sistema de
tipo chino representado por Raúl, hay, sin duda, diferencias, aunque no
lo suficientemente grandes como para pensar que bajo el último se abrirá
un proceso de democratización (social y económica). Raúl Castro, si ya
no es un Stalin cubano como llegó a ser su hermano, está todavía muy
lejos de ser un Gorbachov tropical.
Para ser más precisos: la adopción de formas "chinistas" de producción
por parte de Raúl apuntan hacia el establecimiento de un capitalismo
estatal concesionario (capitalismo hotelero, dicen con sorna, algunos)
caracterizado por la creación de determinadas franjas destinadas a ser
controladas por el capital privado, las que en Cuba —esa es la gran
diferencia con China— deberán ser llenadas con capital extranjero.
A diferencia de China, donde desde los tiempos de Mao siempre hubo un
lugar para una clase empresarial autóctona (la llamada "burguesía
nacional"), en Cuba esa clase no ha existido nunca. Eso explica en gran
parte por qué el carácter dependiente del Estado cubano se ha mantenido
incólume durante distintos periodos históricos.
Cuba, después de ser una de las últimas colonias españolas, se convirtió
en una dependencia norteamericana. El castrismo la transformaría en
colonia soviética. Después del colapso del comunismo mundial, Cuba sería
adoptada por Hugo Chávez como parte de un fantasioso proyecto llamado
"Socialismo del Siglo XXl", hoy desmoronado gracias a las rebeliones
electorales de las ciudadanías argentina, boliviana y venezolana.
Si el Estado raulista llegara a implosionar como consecuencia de las
presiones ejercidas por un mercado mundial sobre el cual la cúpula del
poder no tiene ningún control, es decir, si llegara a producirse un
doble vacío de poder, uno económico y político a la vez, la alternativa
de un capitalismo salvaje (Cuba, Gran Casino del Caribe) no puede ser
del todo descartada.
Ese capitalismo salvaje al que algunos también llaman "capitalismo
maiamero" (por provenir desde el empresariado latino forjado en Miami)
abriría el camino para que el Estado pasara a ser controlado por grupos
económicos disfrazados de partidos políticos. Alternativa que en ningún
caso puede ser considerada irreal. Ha sido, por el contrario, tendencia
dominante en diversos países poscomunistas de Europa del Este, muchos de
los cuales son controlados por magnates económicos, o por consorcios e
incluso por mafias empresariales. En ese caso, el Estado-militar cubano
sería sustituido por un Estado económico y no por un Estado político.
La tercera alternativa, a la que denominamos capitalismo social, está
sujeta, al igual que las otras dos, al desarrollo político que tendrá
lugar durante y después de la dominación raulista. Su viabilidad depende
del grado de politización y civilidad que puedan alcanzar las
organizaciones políticas y sociales independientes del Estado, aun
actuando en conexión con fracciones disidentes del bloque de dominación
castrista.
Dada la férrea represión estatal, dichas organizaciones se encuentran
todavía en una fase que podríamos denominar pre-movimientista. Solo en
los periodos más recientes, vale decir, desde que Fidel Castro abandonó
el ejercicio del poder, la oposición, tanto la de Cuba como la del
exilio, ha mostrando un mayor grado de unidad y de coordinación.
No obstante, no debemos olvidar —así al menos lo ha mostrado la
experiencia histórica— que en los momentos de apertura o de transición,
la política suele adquirir una dinámica extraordinaria, apareciendo
múltiples organizaciones políticas e iniciativas civiles.
En otras palabras, la posibilidad de que en Cuba tenga lugar el
surgimiento de una economía social de mercado, orientada por un nuevo
Estado más pluralista y más participativo, tampoco debe ser dejada de lado.
Lo que interesa destacar por el momento es que el futuro político y
económico de Cuba no surgirá de la adquisición de un determinado
"modelo", como imaginan los tecnócratas. Su resultado dependerá de la
correlación de fuerzas que resultará de enfrentamientos, pero también de
diálogos, entre diversas fuerzas en conflicto.
El viaje de Obama a Cuba puede ser visto, en consecuencia, como un
impulso externo hacia esa dirección transformadora. Pero nada más que
eso: un simple impulso. Lo que viene dependerá de los propios cubanos.
¿Ha comenzado entonces la transición política en Cuba?
Para responder a esa pregunta nos faltan informaciones. No sabemos por
ejemplo lo que conversan entre sí algunos miembros del Partido cuando
Raúl y otros gerontes están de espalda. Tampoco conocemos el tenor de
las pláticas que tienen lugar dentro del aparato ideológico del régimen
(artistas e intelectuales, por ejemplo). Y mucho menos sabemos lo que
murmuran algunos generales en esos días domingos tan propicios para
hacer visitas familiares e intercambiar opiniones entre cerveza y
cerveza bajo el ardiente sol de la hermosa isla, cuando los niños cantan
en el jardín, aunque con cierto atraso histórico, las canciones de Mick
Jagger.
Source: Tres capitalismos para una Cuba | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1458939241_21220.html
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