sábado, 23 de abril de 2016

Cuba, Obama y la Ley de las consecuencias imprevistas

Cuba, Obama y la Ley de las consecuencias imprevistas

El presidente Obama llegó risueño a La Habana
Raúl y Fidel son unos comunistas serios, resueltamente estalinistas
La guinda al pastel fue el delirante discurso de Fidel
CARLOS ALBERTO MONTANER

No hay excepciones. El presidente de los Estados Unidos también está
sujeto a la "Ley de las consecuencias imprevistas". Esto se hizo
patente, por ejemplo, en Libia. La OTAN realizó siete mil bombardeos y
provocó la destrucción del ejército de Gadafi, quien resultó ejecutado
por sus enemigos. El país, totalmente caotizado, quedó, finalmente, en
poder de unas bandas fanáticas que asesinaron al embajador norteamericano.

El loco criminoso de Gadafi, objetivamente, era menos malo que los que
vinieron después. Algo parecido sucedió con Sadam Hussein, con Mubarak,
con el Sha de Persia, con Batista, episodios en los que, directa o
indirectamente, Estados Unidos tiene una gran responsabilidad por su
actuación, por abstenerse de actuar o por hacerlo tardíamente.

Le acaba de suceder a Barack Obama en Cuba. El presidente llegó risueño
a La Habana, ilusionado y cargado de buenas intenciones, acompañado de
exitosos (ex) desterrados cubanos, también deseosos de ayudar a la
patria de donde proceden, convencidos todos de la teoría simplista del
"bombardeo de jamones".

Grosso modo, quienes sostienen esa estrategia sospechan que de la
penetración capitalista, del empoderamiento de la sociedad civil, y de
la creación de una capa de propietarios y cuentapropistas dispuestos a
defender sus intereses, eventualmente surgirá el fin progresivo del
modelo comunista.

Renuncian, pues, a cualquier represalia económica o amenaza militar,
confiados en que la paulatina transformación económica de la Isla
producirá los resultados que no se obtuvieron tras más de medio siglo de
embargo económico y hostilidad.

Wishful thinking, dicen los gringos. Toman los deseos por realidades.
Raúl y Fidel son unos comunistas serios, resueltamente estalinistas,
dispuestos a mantener a sangre y fuego la preponderancia económica del
Estado, la exclusividad del partido comunista a cargo del país, y la
firme creencia en que Washington es el enemigo contra el que hay que
luchar hasta la muerte.

Por eso respaldan a capa y espada a Nicolás Maduro, le envían armas a
Corea del Norte, abrazan a Irán y a los terroristas del Medio Oriente, y
les dan toda su solidaridad a los narcoguerrilleros de las FARC. Para el
gobierno cubano es obvio quiénes son sus amigos y quiénes sus enemigos.
Ni vacila, ni se equivoca, ni lo detienen prejuicios pequeño-burgueses
sobre la violación de los derechos humanos.

Como señaló M. Claver-Carone en CapitolHillsCubans, lo primero que
hicieron fue agregar el supuesto delito de "acumulación de riquezas" a
las prohibiciones a los cuentapropistas cubanos, anatema que se suma a
la ya existente imposibilidad de "acumular propiedades". Ellos conocen
perfectamente la estrategia del "bombardeo de jamones" y no se van dejar
sorprender por las tácticas "groseramente materialistas" de los adversarios.

Para los Castro, y para los militares que mandan en esa dinastía, el
débil tejido económico privado, vigilado muy de cerca por la
contrainteligencia, trenzado con actividades menores de servicio
(pequeñas hospederías, restaurantes caseros, sudorosos bicitaxis y un
ridículo etcétera), tiene la función de pagar impuestos, absorber la
mano de obra que no cabe en las grandes empresas públicas, aliviar las
deficiencias de un sistema asombrosamente torpe, y dotar al régimen de
la estabilidad que proporciona una capa de microempresarios decidida a
que no ocurra nada que ponga en peligro sus magros privilegios.

A los pocos días del viaje de Obama, el VII Congreso del Partido
Comunista de Cuba le respondió con firmeza y unanimidad al presidente
norteamericano. Raúl Castro, junto a otros octogenarios, fueron
ratificados en sus cargos por el 100% de los votos. Lo mismo sucedió con
todos los miembros del Buró Político y del Comité Central. Quienes
esperaban alguna señal de apertura o de pluralismo, algún síntoma de
tolerancia hacia otras voces, no los obtuvieron.

La guinda al pastel fue el delirante discurso de Fidel. Tras repetir,
por enésima vez, que es comunista desde los 20 años –la única verdad
comprobable que ha dicho en toda su existencia–, comenzó a desvariar
sobre los dinosaurios y sobre el fin cósmico de la vida sobre el planeta.

Es una lástima que Barack Obama, los (ex) desterrados cubanos, y esos
diplomáticos y académicos convencidos de las virtudes de la estrategia
de "bombardear con jamones", ignoren el poder de las ideologías, por muy
absurdas y contraproducentes que sean, y no respeten la determinación
homicida de unos encarnizados enemigos que llevan en el poder casi 60
años aterrorizando a la población interior e intimidando a sus
adversarios exteriores.

Las "consecuencias imprevistas" no se han hecho esperar. La dictadura se
prepara para apretar las clavijas. Ya expulsó de su cátedra al profesor
Omar Everleny, un marxista sorprendentemente razonable y dialogante.
Redoblará la vigilancia. Machacará con más saña a la oposición (ya lo
está haciendo). Desangrará económicamente a los cuentapropistas y le
demostrará a Obama y sus amigos que ellos son unos estalinistas
convencidos y consecuentes dispuestos a matar o morir en defensa de sus
ideas. Raúl y Fidel no se succionan el pulgar. Es hora de que sus
enemigos lo sepan.

Periodista y escritor. Su último libro es la novela Tiempo de Canallas.

www.firmaspress.com

Source: Cuba, Obama y la Ley de las consecuencias imprevistas | El Nuevo
Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/carlos-alberto-montaner/article73386927.html

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