Obama, Castro y la tormenta perfecta
JUAN ANTONIO BLANCO | Miami | 5 de Julio de 2016 - 07:44 CEST.
Esta vez los "agoreros" no son los cubanólogos, las radioemisoras
cubanoamericanas de Miami, algún funcionario estadounidense, o un
opositor en la Isla. Los sombríos vaticinios provienen de las capas
mejor informadas de la oficialidad habanera y son validados por
orientaciones ministeriales. Avizoran un nuevo periodo crítico cuya
magnitud puede ser semejante a la de inicios de la década de los 90,
pero en las circunstancias actuales desatarían protestas populares ante
las cuales podría quebrarse la cohesión de la elite de poder.
La perspectiva de que a la Isla se aproxima una "tormenta perfecta" la
predicen esta vez no solo la subdirectora del periódico Granma, sino
también líderes partidistas de municipios claves como Plaza de la
Revolución, donde se concentran las oficinas de los Consejos de Estado y
de Ministros, el Comité Central del PCC y los ministerios del Interior y
de las Fuerzas Armadas. El mensaje que trasmiten es de incertidumbre
sobre el futuro inmediato.
Podrían ocurrir —siempre según esas fuentes informadas— explosiones
sociales de tal magnitud que serían imposibles de controlar sin un uso
desmesurado de la violencia, a un costo político nacional e
internacional de gran envergadura.
La lógica estadounidense detrás del 17-D
Evitar esa tormenta perfecta —preñada de un éxodo mayor que en 1980 por
Mariel— fue lo que indujo a Obama a dar inicio, en 2013, a las
conversaciones exploratorias con La Habana. Para la comunidad de
inteligencia de EEUU resultaba claro que si la tendencia al deterioro
social y económico en Cuba se conjugaba con el colapso de la economía
venezolana, una nueva crisis cubana podría coincidir con el año
electoral estadounidense que, además, cierra el legado presidencial de
Obama.
Desde esa perspectiva se retomó la idea anunciada por la secretaria de
Estado Madeleine Albright —casi tres años después de adoptada la Ley
Helms-Burton— el 5 de enero de 1999: EEUU estaría dispuesto a entablar
relaciones económicas con sectores no estatales de la economía cubana.
Es obvio que la interpretación jurídica que hizo la Administración
Clinton del alcance de las sanciones prescritas por la Helms-Burton no
incluía al sector privado.
Apoyada en ese precedente, la Administración Obama decidió facilitar las
transacciones económicas y financieras con el sector no estatal de la
economía cubana, lo cual no requería autorización del Congreso.
Sus "expertos" vaticinaron que hacerlo mejoraría las condiciones de vida
en la Isla, por el potencial tremendo que encierra la iniciativa privada
para crear riquezas y empleos en breve plazo. Desde su lógica apostaban
a que, en un contexto de mayor estabilidad interna, Raúl Castro estaría
menos inclinado a emplear una represión violenta de las libertades
básicas. Los más optimistas creían incluso avizorar que la Isla
cooperara en la búsqueda de una salida política a la situación de su
narcocolonia venezolana. El objetivo de esta nueva estrategia era
asegurar estabilidad en la Isla, no cambiar el régimen totalitario allí
existente.
La vieja lógica se sustituía por la que ahora aportaban algunos
influyentes expertos en marketing político, devenidos abruptamente en
especialistas sobre Cuba.
La lógica de la elite de poder
Pero la lógica de la elite de poder cubana no se guía por patrones
iguales de racionalidad. Los Castro no se sentían obligados a alcanzar
compromiso recíproco alguno que los obligase a considerar cambios en su
política nacional o internacional.
Las concesiones unilaterales abrieron su apetito. Pidieron más de EEUU
en las negociaciones bilaterales e incluso creyeron que el presidente de
EEUU podría levantarles el embargo a las empresas estatales bajo control
de los militares (cuestión que siguen intentando).
La crisis que comienza a tocar a las puertas de la Isla no tiene como
única causa el desplome económico de Venezuela; mucho menos el embargo.
Es también —y sobre todo— el resultado de la irresponsable y terca
renuencia de Raúl Castro a emprender con celeridad reformas que le
permitieran al sector no estatal emergente recibir de inmediato una
inyección de capitales, tecnologías, know-how y acceso a mercados externos.
Lo único que realmente profundizaron y extendieron fue la represión y
sus niveles de violencia. Ambas cosas eran exactamente las que los
funcionarios estadounidenses querían evitar para conjurar la posibilidad
de inestabilidad y de una crisis migratoria. Los falsos supuestos en que
se apoyó la nueva política hacia La Habana han contribuido, de hecho, a
una mayor inestabilidad en la Isla. Exactamente lo opuesto de lo que se
perseguía con ella.
A 18 meses del 17-D Raúl Castro conduce al país, "sin pausa pero sin
prisa", hacia una tormenta perfecta. El unilateralismo estadounidense
alimentó, inopinadamente, su arrogancia e inmovilismo.
La excelente actuación del presidente Obama durante su visita a la Isla
no borra el dato de que la actual política tiene su talón de Aquiles en
la incomprensión estadounidense de la lógica que mueve a la elite de
poder cubana, y en el supuesto de que La Habana puede acercarse a
Washington si se ignora el vínculo entre libertad, derechos humanos y
prosperidad.
¿Por qué esta crisis es diferente a las anteriores?
Tres pilares del sistema totalitario cubano se han quebrado: la
ineficiente economía estatal, el sobreexplotado subsidio venezolano y la
desacreditada ideología comunista. Solo queda la represión. Contener
explosiones sociales, sin embargo, no equivale a apalear a la oposición,
la cual incluso es hoy más numerosa y proactiva que en 1994. Lo que
ocurra va a ser filmado y distribuido dentro del país y al mundo entero,
por dos millones de teléfonos inteligentes que no existían cuando
ocurrió el Maleconazo.
En la Isla, la frustración, el descontento y el deterioro de las
condiciones de vida se incrementan. Por ello aumenta una migración
potencial a la que después de las gestiones del Gobierno cubano con los
gobiernos de Ecuador, Nicaragua y México han dejado solo la salida
marítima. EEUU recibiría un Mariel multiplicado por diez en un año
electoral. En su miopía, La Habana parece creer que ese puede ser el
instrumento de chantaje con el que finalmente logren el levantamiento
del embargo contra la economía estatal. Las consecuencias de ese enfoque
pueden resultarle catastróficas.
En su ineptitud, puede ser que Raúl Castro no capte la dimensión real de
la actual coyuntura. Ha creado una tormenta perfecta en Cuba, y para
EEUU también.
Source: Obama, Castro y la tormenta perfecta | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1467663717_23586.html
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