El futuro de Cuba tras la muerte de Fidel Castro
Las reformas económicas son las que más interesan a los isleños y tienen
poco que ver con el fallecimiento de Castro y mucho con las necesidades
financieras de la isla
En la política, el mayor obstáculo puede ser la legión de burócratas y
el propio PCC
FERNANDO GARCÍA, Madrid
26/11/2016 11:16 | Actualizado a 26/11/2016 13:55
El siglo XX ya es historia en Occidente. La muerte de Fidel Castro pone
el punto final definitivo al epílogo tropical de una guerra fría absurda
que en gran medida ya había quedado desactivada con el acuerdo de
deshielo firmado hace dos años entre Raúl Castro y Barack Obama. Otra
cosa son las consecuencias reales de la desaparición de quien cabe
calificar al mismo tiempo de gran líder revolucionario, caudillo y
dictador, fallecido más de diez años después de su apartamiento del
poder diario a raíz de la grave enfermedad intestinal que a punto estuvo
de acabar con él en el verano de 2006.
Es probable que a partir de ahora se desaten expectativas de todo tipo
respecto a una posible aceleración de los cambios económicos que Raúl
Castro viene impulsando desde 2008, y sobre todo en relación a una
hipotética apertura política rumbo a la democracia pluripartidista.
Calma. Las reformas económicas no tienen nada que ver con este óbito y
sí con las perentorias necesidades financieras de la isla, así como con
el provecho que las compañías estadounidenses, más algunas europeas,
puedan obtener a cambio de invertir en Cuba bajo las por ahora
draconianas, a menudo confusas y en general poco fiables condiciones
impuestas por el régimen. A no olvidar un dato: Donald Trump puede ser
un ultra de la política, pero sobre todo es un hombre de negocios.
En cuanto a una posible y deseable transformación política, ese terreno
es aún más resbaladizo para la prospección y no digamos para los
pronósticos que puedan hacerse desde el exterior. De entrada, Raúl
Castro tiene prometido dejar el poder en 2018 para pasar el mando a una
generación más joven, lo que por cierto ya iba tocando. El mejor
colocado para la sucesión es el vicepresidente primero del Gobierno, el
ingeniero de 56 años y destacado dirigente del Partido Comunista Miguel
Díaz Canel. No hay que descartar, sin embargo, una lucha de poder en la
que tanto los militares como la vieja guardia del partido pueden
proponer otros nombres más acordes con sus intereses.
Cuba es en gran medida una república de privilegios en la que una legión
de burócratas de empresas públicas y del propio PCC fían su su futuro,
en cuanto a la pervivencia de sus prerrogativas, al mantenimiento del
statu quo. Y he ahí el mayor obstáculo para el avance de toda reforma
económica y política que quieran impulsar Raúl Castro, sus colaboradores
y sus sucesores.
Es previsible que el exilio de Miami y el Gobierno de Estados Unidos
incrementen a partir de ahora la presión a favor de un giro político en
Cuba. Pero los isleños están mucho más preocupados por resolver su vida
cotidiana que por armar una transición política. Hay obviamente una
enorme demanda de libertad. Pero el trabajo por hacer en este sentido es
ingente. Sobre todo por la inexistencia, hoy por hoy, de una oposión no
ya organizada sino mínimamente articulada. La disidencia sigue demasiado
fragmentada.
La absurda economía cubana continúa dependiendo demasiado de la
maltrecha República Bolivariana de Venezuela, que es donde prestan sus
servicios el 70% de los alrededor de 50.000 profesionales de sanidad (la
mitad médicos y el resto asistentes de distintos grado) que proporcionan
a Cuba su mayor fuente de ingresos en divisas: entre 7.000 y 9.000
millones de dólares anuales frente a, por ejemplo, los alrededor de
3.000 millones provenientes de un turismo internacional cada vez más
pujante, eso sí, gracias al deshielo diplomático y económico pactado en
diciembre de 2014 con Obama.
Al menos hasta hace un par de años -ahora todo esto es mas incierto-, la
nación gobernada por Nicolás Maduro proporcionaba a Cuba más de 100.000
barriles diarios de petróleo en condiciones de bicoca, con los que
además el Gobierno de los Castro hacía negocio al revender un 20% y
obtener así más de 700 millones de dólares. Pero Venezuela no está para
fiestas, y Castro lleva años diversificando sus relaciones comerciales
con la vista puesta sobre todo en China, Rusia y determinados países
europeos, sin dejar de estrecharlas con Canadá ni de mantenerlas con España.
El Gobierno del PP y las empresas españolas intentan no perder comba en
la que se tiene por una relación de privilegio con Cuba. Pero el peso de
Madrid en La Habana es muy inferior del que debería corresponderle,
máxime teniendo en cuenta las facilidades otorgadas por Madrid a los
cubanos descendientes de españoles para que puedan obtener la
nacionalidad española (a través de le ley de nietos), así como las
ayudas culturales y de cooperación que, pese a los recortes, España
sigue brindando a la que hasta 1898 fue su provincia en ultramar.
Los funerales de Fidel Castro pueden contribuir al reinicio de unos
contactos directos con Cuba en los que Felipe VI, el hijo del allí
querido Rey Juan Carlos I, tal vez ayude a desencallar un diálogo
abruptamente interrumpido por la posición común europea que José Maria
Aznar instigó en 1996: una medida que La Habana siempre consideró como
una inaceptable "injerencia" al entender que supedita las normales
relaciones de la UE con Cuba a una transformación política y económica.
El Consejo Europeo anulará esa posición común con carácter definitivo en
los próximos días, pero las cicatrices que ha dejado en la interlocución
con Madrid sigue abiertas.
Cuba sin Fidel Castro no será de momento muy diferente de la que venía
siendo desde su retiro, hace diez años. Los once millones de habitantes
de la isla tienen de sobra descontado este fallecimiento, por mucho que
represente una conmoción general y que a unos les apene mientras a otros
les deja más fríos.
América Latina pierde un puntal de su historia, la izquierda de todo el
planeta despide a uno de sus máximos referentes desde los años cincuenta
de la pasada centuria y el mundo dice adiós a uno de los líderes más
enérgicos y controvertidos de los últimos tiempos. A un héroe o a un
sátrapa; tal vez a ambos, pero en todo caso a un hombre que desde que
embarcó en el yate Granma, justo hace ahora 60 años, es una leyenda.
Source: El futuro de Cuba sin Fidel Castro -
http://www.lavanguardia.com/internacional/20161126/412182943240/el-futuro-de-cuba-tras-la-muerte-de-fidel-castro.html
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