El triunfo de la 'gusanera' llegó con el de los candidatos opuestos al
deshielo
ANDRÉS REYNALDO
Es una perversa narrativa.
La narrativa de los intercambios académicos que iban a provocar un
renacer libertario en la inteligencia oficialista. La de los conciertos
y las grabaciones de los músicos de aquí y de allá que le arrebatarían a
la dictadura su garra sobre la expresión popular.
La de los novelistas y artistas pretendidamente heterodoxos que se
niegan a responder en Miami las preguntas que tienen que hacerse en
Miami, pero que en Madrid, París o un poco más al norte de la Florida,
juran que en Cuba (¡bajo una censura totalitaria de 58 años!) siempre
han sido libres para crear.
La narrativa del Cuba Study Group, de Carlos Saladrigas. La de CubaNow,
de Ricardo Herrero. La de CAFE (Cuban Americans for Engagement) y sus
variantes de la blogosfera. La de CubaOne, de Giancarlo Sopo. La de
OnCuba, de Hugo Cancio. La de la Iglesia Católica de Cuba. La del Papa
Francisco que ve a La Habana como la capital de la unidad. Así como se
oye: la capital de la unidad.
¡Oh, cuántas voces para una narrativa! ¿Por qué tantas voces si todas
dicen lo mismo? ¿Si todas claman por permitirle a los Castro transitar
de la dictadura sin mercado a la dictadura con mercado? ¿Algunas de
estas voces ha protestado por el aumento de la represión? ¿Alguna
protestó ante la retranca involucionista del último congreso del
Partido? No. Las voces solamente piden, al unísono, dinero para los
Castro. Dinero de los viajes. Dinero de las remesas. Dinero de las
inversiones con la nomenklatura. Dinero de Washington. Dinero de la
Unión Europea. Dinero. Dinero. Mucho dinero para los Castro.
¿De qué manera, pues, tantas voces mantienen la coherencia, la
persistente uniformidad de la narrativa? ¿Cuál será el espíritu que,
como en las películas de exorcismos, cobra su sórdida multiplicidad y su
inquebrantable propósito en estas voces? La narrativa de los empresarios
cubanoamericanos que cenan a media tarde en La Guarida con los
funcionarios del Minrex. La narrativa de los académicos y activistas que
en Miami se dedican a combatir "la línea dura", de los reguetoneros de
la isla que traen el procaz mensaje de la gozadera en servidumbre, de
los periodistas y presentadores y analistas de Miami que colapsan en
cámara con el fingido orgasmo de la reconciliación nacional.
La narrativa que compró el presidente Barack Obama. Bien porque lo
engañaron. Bien porque formaba parte del engaño. Una narrativa
impermeable a los hechos. Como una doctrina. Con las encuestas del
doctor Grenier de la Universidad Internacional de la Florida. Con los
simposios sobre "los cambios que no se ven". Con sus jineteras, sus
pícaros, sus congresistas, sus galeristas, sus bongoseros y hasta sus
mártires.
La narrativa de que el exilio ha perdido su dolor, su moral, su razón.
Una narrativa para arrebatarnos la legitimidad del odio. Como si odiar a
los tiranos fuera algo perturbable, pasado de moda, de mal gusto. Vaya,
que no es fino eso de odiar a los Castro. Como si nadie hubiera sido
fusilado ni encarcelado en Cuba. Como si los carceleros hubieran pedido
perdón. Como si todavía no estuvieran en el poder.
Pues bien, esa narrativa acaba de sufrir una estrepitosa derrota en las
urnas el pasado 8 de noviembre, cuando fueron borrados del mapa todos
los candidatos que apoyaron la política de Obama a favor de los Castro.
Desde Joe García a Patrick Murphy. Cuando volvieron a ser reelegidos los
candidatos de la gusanera. Sorry, Saladrigas. Sorry, doctor Grenier.
A ver a quién le cuentan ahora que el exilio ya no es el exilio.
Source: El triunfo de la 'gusanera' llegó con el de los candidatos
opuestos al acercamiento con Cuba | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/andres-reynaldo/article116758703.html
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