Algunos cuentapropistas le hacen el juego al gobierno cubano
ANDRÉS REYNALDO
Julia de la Rosa es una cuentapropista cubana. Hace 20 años, Julia y su
esposo comenzaron su empresa con dos camas y un auto. Hoy tienen un
hostal, La Rosa de Ortega, con 10 camas y 17 empleados que ofrece sus
servicios las 24 horas de los siete días. Además, están echando a andar
una compañía de taxis con viejos carros americanos.
En la página de internet de la Casa Blanca, Julia ha contado su historia
en una nota celebratoria por el segundo aniversario de la normalización
de relaciones entre Estados Unidos y Cuba. (No entremos en el detalle de
cómo la carta llegó a la Casa Blanca o la Casa Blanca llegó a la carta).
La apertura del presidente Barack Obama le ha permitido a Julia,
también, lograr el sueño de visitar a su familia en Miami y comprar
piezas de respuesto para sus taxis.
Por supuesto, yo me alegro por Julia y su familia y los cuentapropistas
todos. Imagino cuán difícil tiene que haber sido este camino hacia un
relativo progreso en las condiciones de extrema pobreza y caprichosa
legalidad impuestas por 57 años de castrismo. Observemos que a lo largo
de dos décadas el crecimiento del negocio de Julia, en términos anuales,
apenas se manifiesta en un incremento de 0.04 cama y 0.85 empleado.
Agréguense los desorbitantes impuestos, las asfixiantes regulaciones, el
peaje a las corruptas autoridades, el desabastecimiento crónico, los
abusos del mercado negro y la ausencia de una estructura de créditos y
seguros. La calamidad, en fin, del pequeño empresario frente al poder
totalitario.
En condiciones mucho menos penosas, en cualquier otro país, los
empresarios forman gremios, incendian las calles, gritan su justa furia
a los cuatro vientos.
Sin embargo, en Cuba, el empresariado, así como la Iglesia, los
intelectuales y los artistas, vienen a constituir otra rama de la
cancillería. De manera que ahora este cuentapropismo oficialista se ha
lanzado a la batalla de ideas. Objetivo: evitar que el presidente electo
Donald Trump le exija a Raúl Castro una hoja de ruta hacia la democracia.
Así que hemos visto a Julia en Washington exaltar las virtudes del
reencuentro familiar y la libre empresa, como si todas las vicisitudes
del cubano vinieran del embargo y todas esperanzas dependieran de la
continuidad y el enriquecimiento de los Castro. Al unísono, Julia
aparece como cofirmante de una carta enviada a Trump por un centenar de
cuentapropistas. "Medidas adicionales para incrementar los viajes, el
comercio y las inversiones, incluyendo trabajar con el Congreso de
Estados Unidos para levantar el embargo", dice la carta, "beneficiaría a
nuestras compañías, el pueblo cubano y los intereses de Estados Unidos".
¿En serio, Julia?
El tiempo lo pone todo en su lugar. El cuentapropismo de los servicios
al turismo y a la elite nacional se ha convertido en un freno a las
libertades de Cuba. Julia no estará a sueldo del gobierno, pero el
gobierno sigue siendo su amo. Esta es la disyuntiva de los
cuentapropistas. Un paso en falso y te quedas sin nada. Aquí no hay nada
nuevo. China tiene más millonarios que Estados Unidos y ninguno está en
las filas de la oposición. Dictadura y mercado son perfectamente
compatibles. ¿Acaso no había paladares, hostales, peluquerías para
perros y prósperos espectáculos de payasos en tiempos de Batista?
Con pesar te lo digo, Julia, porque a gente como tú el esfuerzo le
hubiera rendido más, mucho más, en una Cuba libre o en esa Cuba libre
que es Miami. Pero esto de prestarle la cara al discurso de la
dictadura, por cuenta propia, sí que es un mal negocio.
Source: Algunos cuentapropistas le hacen el juego al gobierno cubano |
El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/andres-reynaldo/article122327099.html
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