Mirando a Cuba ahora mismo
PEDRO CAMPOS | La Habana | 21 de Diciembre de 2016 - 06:25 CET.
En Cuba, en nombre del socialismo, de la revolución y los trabajadores,
el fidelismo estatalizó la economía, todas las propiedades grandes,
medianas y pequeñas, nacionales y extranjeras, en las que organizó la
producción asalariada para el Estado y secuestró el poder político para
una minoría.
La revolución triunfante de 1959, que nunca cumplió su ciclo democrático
ni jamás se enrumbó al socialismo auténtico devino en un sistema
totalitario y ademocrático, de capitalismo monopolista de Estado, tan
improductivo que destruyó las bases económicas de la sociedad cubana,
agravó los problemas de vivienda, alimentación y transporte y,
especialmente violó sistemática y flagrantemente todos los derechos
civiles, políticos y económicos del pueblo cubano, amparándose en la
"defensa de la revolución".
Miles de opositores murieron o fueron fusilados o asesinados en la
guerra civil que siguió a 1959, por todas esas arbitrariedades, y
cientos de miles fueron encarcelados y condenados a largas condenas.
Hoy la oposición acude a métodos pacíficos y democráticos, pero es
reprimida abiertamente. También se persigue la disidencia socialista y
al pensamiento diferente. A todos se les impide expresarse libremente,
reunirse, formar organizaciones legales, y se obstaculiza su
participación en los procesos electorales manipulados por el
Partido-Gobierno, en tanto los cubanos se van por miles del país como
pueden, arriesgando sus vidas en mares y selvas, mientras los que tienen
el poder pretenden eternizarse en el mismo y no son capaces siquiera de
llamar a un diálogo constructivo de la nación.
Según sus propios enunciados, lo logros de la "revolución" fueron la
educación y atención médica mínima para todos que, en verdad, buscaban
garantizarle mano de obra preparada y saludable a la explotación estatal
de la indefensa y desposeída fuerza de trabajo cubana. Quede claro que
la salud pública como fenómeno general ambiental y preventivo siempre ha
estado en dificultades, con sistemáticas epidemias que han demandado
grandes esfuerzos coyunturales, en tanto desde la caída de la URSS y el
llamado campo socialista las instalaciones hospitalarias de acceso
popular han estado mal dotadas de equipos médicos y vituallas,
existiendo, en cambio, hospitales con alto nivel de tecnología y
condiciones para la jerarquía político-militar.
El "enfrentamiento antiimperialista a EEUU" en papel de víctima y el
"internacionalismo proletario" que encubría el intento de exportar "la
revolución", ejercidos en forma injerencista en otros países, y la
"ayuda" en salud y educación a otros pueblos, la mayoría cobrada, fueron
sus cartas internacionales de presentación en busca de respaldo y
prestigio internacional, pero a un enorme costo para los trabajadores,
profesionales y soldados cubanos.
Ahora, cuando la ola populista-nacionalista-estatalista latinoamericana
estimulada con la llegada de Chávez al poder en Venezuela se refluye a
consecuencia de sus errores y excesos, y cuando el modelo estatal
evidencia su ineficiencia, ocurre la muerte de Fidel Castro, que deja
huérfano del mito del caudillo al modelo burocrático concebido para su
estilo y manera. En tales circunstancias, pretender un continuismo, sin
cambios, puede resultar contraproducente para los militares que han
heredado el poder político y económico centralizado, pero no la
influencia ni el magnetismo del líder a nivel nacional e internacional
para mantenerlo.
Por eso, las reformas que pretenden para perfeccionar el modelo de
explotación asalariada estatal con la colaboración del gran capital
extranjero, en lugar de ampliar el respaldo popular pueden liquidarlo
definitivamente, si se quedan en la apertura de espacios limitados a la
economía privada y cooperativa diseñadas únicamente para servir de apoyo
al plan estatalista, manteniendo un alto nivel de explotación,
apropiándose de los salarios de los técnicos y profesionales en el
extranjeros o para extranjeros dentro del país, controlando la
contratación, obligando a los asalariados a trabajar para el Estado con
bajos ingresos para que no puedan independizarse ni puedan crear sus
propias empresas, e impidiendo por ley el ejercicio privado por
profesionales o impidiendo la creación de empresas asociadas o
cooperativas independientes.
Tales obstrucciones son abiertamente contrarias a los intereses
populares, de los trabajadores y de los emprendedores cubanos que ya no
podrán seguirse cercenando porque Cuba y el mundo han cambiado.
Si junto a esto persiste la indisposición de los militares en el poder a
realizar transformaciones en el sistema político de partido único, o en
los mecanismos jurídicos que posibiliten la formación y desarrollo de
alternativas políticas, podrá entenderse el complejo panorama a que nos
veremos enfrentados en lo inmediato.
En tales circunstancias, los gobiernos de otros países interesados en
beneficiar sus intereses económicos en sus relaciones con el Gobierno
cubano y los movimientos y partidos internacionales que se consideren
"socialistas y de izquierda", si no reconocen también las negativas
consecuencia de las políticas estatalistas, centralizadoras y represivas
del fidelismo para los trabajadores y los derechos del pueblo cubano,
si no exigen al Gobierno de la Isla el cumplimiento de las normas
internacionales en todos los foros y reuniones, estarían ayudando a que
todo sea más difícil para la libertad y la justicia social en Cuba,
mancilladas en nombre de un inexistente socialismo.
Esta combinación de intereses y visiones dan sensación de soledad al
pueblo cubano en su lucha por una sociedad más justa. Es el pago por el
seguidismo a un caudillo que logró confundir las mayorías y por nuestra
incapacidad como pueblo para identificar nuestros intereses y juntar en
su diversidad las fuerzas prodemocráticas para un cambio efectivo.
Muchos creen que las políticas internacionales de aislamiento y de
bloqueos comerciales o financieros han beneficiado a la burocracia en el
poder porque la han ayudado a mostrarse como víctima internacional y a
justificar sus desastres económicos y política represivas, sin que hayan
afectado los niveles de vida de la alta nomenclatura. Otros estiman que
sin una fuerte presión internacional de aislamiento político y económico
que ahogue el sistema estatalista, difícilmente puedan realizarse
cambios de calado en el país. La actitud ante ese fenómeno, que no
depende de nosotros, ha divido a las fuerzas políticas opositoras.
Sin embargo, por el bien de todos, los cubanos de buena voluntad, de
dentro y de fuera, no importa su filosofía política, esas diferencias
deberían echarse a un lado y deberíamos todos buscar los puntos comunes
que nos puedan llevar a un encuentro de la nación, a partir del
reconocimiento de nuestra diversidad y el respeto a los demás, que nos
permita elevarla, en democracia, al nivel económico político y social
por el que han luchado cubanos ya por dos siglos, con todos y para el
bien de todos.
De lo contrario, seguiremos destinados como país a depender de algún
otro gigante que respalde al grupo dominante en el poder, el que está o
el que venga, porque una nación divida siempre será víctima de
hegemonismos internacionales.
Source: Mirando a Cuba ahora mismo | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1482280244_27576.html
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