Cuba: la utopía petrolera
EMILIO ICHIKAWA
Supongamos que en Cuba, verdaderamente, existe petróleo. Supongamos que
no se trata de otra mentira gubernamental y tampoco de un sueño inocente
de revolucionarios obstinados. Pues, que exista petróleo en el
territorio nacional cubano no quiere decir que necesariamente se encuentre.
Pero supongamos también que se localice; que todas las lucecitas
satelitales, las ondas con parkinson de los radares y los chismes de las
agencias de inteligencia apunten con acierto al lugar donde está. Allí,
allá, a cinco metros de ''profundidá''. A pesar de todo, que se
encuentre no significa que se pueda extraer.
Hagamos ahora un esfuerzo e imaginemos que aparece una ayuda tecnológica
humanitaria de todos los imperialismos del mundo a ese pueblo famélico y
abandonado que es el cubano. Supongamos entonces, a partir de esa rara
camaradería, que las azules costas de Varadero o Rancho Luna se llenan
de plataformas con tuberías y empiece a brotar desde el fondo del mar y
de la tierra criolla, hacia decenas de miles de buques cisternas
--incluso hacia el ''Astute'' vaciado y convertido en tanquero-- un
inmenso potaje negro combustible. Hermoso, no cabe duda. Pero eso no
significa que el petróleo revolucionario y combativo, aunque extraído,
pueda ser además refinado.
Mas supongamos que la refinería Ñico López comience a funcionar al
máximo de su capacidad. Y que lo haga también la Juan Manuel Márquez, la
Giraldo Córdoba Cardín... supongamos que se inauguran decenas,
centenares, miles de refinerías bautizadas con los nombres de todos los
mártires revolucionarios, incluso de los mártires de la
contrarrevolución y la reforma (refinería Rafael Montoro, refinería
Eliseo Giberga, refinería Conde de Jaruco, refinería Alberto Yarini:
¡todas al máximo de su capacidad!). Pues bien, tampoco significa que ese
petróleo de alcurnia, ya refinado, pueda ser exportado.
Pero supongamos un par de cosas más. Por ejemplo, que por un milagro el
combustible cubano se vende en todos los mercados del mundo, incluso en
Miami (supuesto también desde ahora el levantamiento del embargo y, si
lo desean, la misma muerte del Comandante en Jefe y hasta de Raúl), y
que los fajos de billetes refluyen a Cuba en tales cantidades que deben
ser transportados en supertanqueros de la misma talla que los que
cargaban el superpetróleo.
¿Ya lo supusimos? Pues bien --y esto no es una mala noticia sino una
evidencia--, ese petróleo vendido no significará tampoco que las guaguas
adecenten sus horarios, ni que se limpie la ciudad, ni que se acaben los
apagones, ni que la libertad refresque por fin la isla cubana.
El proceso a través del cual un recurso natural llega convertido en
riqueza social a la casa de una familia honrada es sumamente laborioso y
prolongado. Como el surgimiento y desaparición de los dinosaurios, cuyos
huesitos se convirtieron, después de muchísimos siglos, en ese petróleo
utópico que, dicen las rojas lenguas, existe en Cuba.
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