Una apuesta de alto riesgo
¿Se atreverá La Habana a unificar el sistema monetario? ¿Es el momento
más propicio, de acuerdo con los datos de la economía nacional?
Elías Amor Bravo, Valencia
lunes 28 de mayo de 2007 6:00:00
Alguien definió la economía cubana como un banco de experimentos
fracasados del castrismo. Primero, durante los años de generosas
subvenciones soviéticas que sirvieron para detener la inventiva de los
cubanos, haciendo que su capacidad para emprender e innovar se
trasladase hacia Estados Unidos; después, tras la caída del Muro de
Berlín, la doctrina de "sálvese quién pueda al precio que sea" generó
uno de los sistemas más desiguales del mundo en la Isla, donde se
mantuvo un férreo control de las decisiones económicas a nivel político.
Finalmente, si es que existe algún final para tanto despropósito en
materia de asuntos económicos, no sólo se entra en conflicto con la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) para tratar
de imponer a esta prestigiosa institución una determinada manera de
estimar el crecimiento económico que se aleja de las estadísticas
internacionales, sino que se anuncia el enésimo experimento: la
posibilidad de poner fin a la doble circulación de moneda.
Un poco de historia
La tenencia de dólares fue durante décadas un delito severamente
castigado por las autoridades cubanas, con penas de cárcel y privación
de libertad. La crisis del socialismo "real" obligó a La Habana, muy a
su pesar, a aceptar la circulación de la moneda de Estados Unidos. Con
esto, los cimientos del argumento del embargo económico se
estremecieron, al producirse la llegada masiva de dólares a la Isla,
como consecuencia de las transferencias de los familiares exiliados en
el extranjero.
En poco tiempo, el dólar sustituyó al legendario peso cubano, cuya
capacidad de compra quedó muy limitada a los bienes racionados en los
productos que se suministraban con las libretas de racionamiento. El
acceso a la amplia mayoría de bienes y servicios se realizaba con la
moneda estadounidense. La búsqueda de dólares se convirtió en la
garantía para el acceso a bienes y servicios que no se podían comprar
con pesos cubanos. Los ciudadanos convirtieron el dólar no sólo en
moneda refugio, sino en un poderoso instrumento de transacciones
comerciales en la economía turística.
El régimen descubrió, con sorpresa, que las remesas enviadas por las
familias (800 millones de dólares, según algunas estimaciones) permitían
ya no sólo atender a las posiciones deficitarias de muy corto plazo en
los mercados financieros, sino que se convertían en un instrumento
financiero potente de bajo coste (o nulo coste) al que había que
estimular, promover su crecimiento y, de acuerdo con la ortodoxia
castrista en materia de economía, controlar y poner a disposición de la
Revolución.
La preocupación por la llegada masiva de dólares y las desigualdades
sociales que ello generaba entre quienes se mantenían fieles al ideario
revolucionario y los que podían tener acceso al área del dólar,
condujeron a nuevos experimentos. Así se puso en marcha el peso cubano
convertible CUC, cuya circulación experimentó un auge notable al amparo
de la protección y el control oficial.
A finales de 2004, tras varios años de funcionamiento, las autoridades
decidieron suprimir al dólar como moneda de circulación en la Isla; tan
sólo se permitieron las cuentas corrientes abiertas en los bancos en
esta moneda, quedando el CUC como principal referencia para las
transacciones, y fijándose un cambio con el dólar que en principio
resultaba perjudicial para turistas y familias que enviaban remesas.
En cualquier caso, el CUC permitió al régimen superar las desigualdades
abiertas con la tenencia en dólares y quienes no podían acceder a los
beneficios de esta moneda, uno de los focos de malestar y tensión social
más importantes en la Isla en aquellos momentos.
Pues bien, una vez más se acercan nuevos experimentos. Esta vez, poco
reflexionados, por lo que sus resultados no pueden ser siquiera
anticipados. Dudo mucho, incluso, que puedan atreverse a impulsar la
pretendida unificación de la moneda, es decir, la integración del CUC y
el peso cubano.
Como advirtió el ministro de Economía, José Luis Rodríguez, la
existencia de dos monedas en circulación produce "descalabros". Nada que
decir al respecto. Tiene toda la razón. Son muy pocos los países del
mundo que arriesgan a sacrificar su economía con este tipo de juego
peligroso. La decisión de promover la moneda convertible fue suya, por
lo que la responsabilidad de esos descalabros también las debería
asumir. La cuestión es que el "descalabro" que se puede anticipar de la
unificación del peso y el CUC, puede ser aún mayor. Y hay razones más
que suficientes para ello.
Que alguien pregunte…
No existe ningún indicador de base macroeconómica que permita aceptar
que la unificación monetaria se vaya a producir de forma adecuada y en
el momento más propicio.
En contra de lo que afirma el gobierno, que se empeña en reivindicar
cifras de crecimiento para la economía superiores a los dos dígitos (de
ahí su polémica con CEPAL), no existe ningún sector productivo en la
economía cubana que muestre síntomas de dinamismo. Incluso el turismo ha
experimentado una fuerte caída este mismo año, y las repercusiones a
medio plazo que esto puede tener van a ser mucho más intensas de lo que
cabe suponer a estas alturas.
No es cierto que la economía cubana se terciarice, es decir, que vea
cómo aumenta su participación en el sector servicios, y en cualquier
caso, esa tendencia no justifica la unificación monetaria ni es garantía
para su éxito. De igual modo, el comercio exterior de la Isla sigue
siendo muy deficitario. Dado que Cuba tiene una de las más bajas tasas
de apertura de las economías de América Latina, su incapacidad para
generar recursos en el comercio internacional va a seguir lastrando sus
posibilidades de desarrollo a medio plazo.
Que alguien pregunte a los pocos empresarios que todavía arriesgan para
sacar adelante sus proyectos en la Isla qué piensan de realizar todas
sus transacciones en pesos cubanos.
Que alguien pregunte a Francisco Soberón, gobernador del Banco Central,
sobre las dificultades de control monetario que pueden surgir de una
decisión de estas características.
Que alguien pregunte a los trabajadores de la educación y la sanidad
desplazados a otros países en "proyectos de solidaridad" lo que puede
suponer el cobro de sus retribuciones en pesos convertibles.
Desde luego, no se dan las condiciones de estabilidad más adecuadas para
la unificación monetaria, cuando la inflación en la Isla, según todos
los datos que llegan de economistas independientes, repunta al alza de
forma sistemática como consecuencia de la presión de los impuestos
indirectos y una demanda que quiere crecer pero no puede hacerlo.
La decisión de poner fin a la doble moneda en la Isla puede ser un
desastre, un experimento más para llevar a la economía cubana a una
situación indeseable frente a los cambios que necesita para realizar una
transición pacífica a la democracia.
http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/cuba/articulos/una-apuesta-de-alto-riesgo/(gnews)/1180324800
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