jueves, 1 de noviembre de 2007

Socialismo de porcelana

Política
Socialismo de porcelana

Un aliado 'peligroso'. La prensa cubana escamotea la información sobre
el congreso comunista chino.

Federico Fornés, La Habana

martes 30 de octubre de 2007 6:00:00

Si el embajador de Pekín en La Habana se enterase únicamente por el
periódico Granma de lo que fue el XVII Congreso del Partido Comunista
chino, se perdería lo mejor del cuento: la meta de construir una
sociedad socialista "modestamente acomodada".

El término, empleado por Hu Jintao en su informe al congreso, fue
invisible en los escasos reportes que sobre el foro partidista publicó
Granma. Debió parecerle pretenciosamente burgués.

"Había que leer entrelíneas y así todo no se supo mucho", se quejó un
miembro del partido cubano luego de releer la prensa de la semana y ver
los noticieros.

La visita a La Habana del viceministro de Educación Zhao Camping y la
noticia de que unos mil jóvenes chinos cursarán estudios de español,
medicina y enfermería en Cuba, como parte de un convenio educacional,
tuvo casi más prominencia que las sesiones congresionales en el Palacio
del Pueblo.

En medios académicos de la Isla se comenta que las autoridades quieren
espantar la idea de una China convertida en un laboratorio donde la
antigua teoría de la convergencia entre los sistemas capitalista y
socialista, en boga en los sesenta, disponga por fin de un útero para su
nacimiento.

Por otra parte, consideran que el sistema chino ha sembrado el
capitalismo de Estado con todos sus desarreglos sociales y ambientales,
y que tarde o temprano ese socialismo de porcelana sólo necesitará de un
toque para hacerse añicos.

Un plan delicado

El plan en la prensa oficialista fue delicado: buscar un equilibrio
entre la información conveniente y la inconveniente sin ocasionar
disgusto en la embajada pekinesa.

De tal modo, el vocero del Comité Central del Partido Comunista cubano
colgó en su página de internacionales tres reseñas de todo el congreso,
que duró una semana. Una sobre el comienzo del evento, en la que aludía
a "los problemas que aún subsisten en un país tan gigantesco", sin
apenas detenerse en ellos, salvo los referidos a los "recursos, el medio
ambiente, y a los desequilibrios entre la ciudad y el campo".

La segunda, titulada "Llaman en congreso del PCCh a incrementar la
capacidad defensiva", citaba con pinzas una de las pequeñas tormentas
del cónclave comunista: las sanciones a miles de miembros del partido
por corrupción, uno de los males que roen la sociedad china.

Los datos ofrecidos por Ouyang Song, subjefe del Departamento de
Organización del Comité Central del PCCh, se presentaron en Granma con
la fuerza de una brizna: personas sancionadas —unas 9.000 en un año— por
"violar la disciplina de la organización". No se dieron más explicaciones.

En realidad, las estadísticas de Ouyang eran mucho más abultadas. En
tres años fueron investigados un total de 133.467 militantes del PCCh
—cerca del 0,2 por ciento de la membresía—, de los cuales más de 2.500
resultaron destituidos o degradados y el resto fueron sancionados con
las regulaciones partidistas o enviados incluso a encarar procesos penales.

La tercera de las notas ofreció la reelección de Hu Jintao al frente del
partido de más de 70 millones de integrantes, las nuevas figuras del
poderoso Comité Permanente y el llamamiento de Hu "a enarbolar la
bandera del socialismo con peculiaridades chinas y a apreciar más que
nunca el camino socialista y el sistema teórico del socialismo con estas
peculiaridades".

"El Congreso aprobó en forma unánime la revisión de los Estatutos, para
incluir en ellos la concepción científica del desarrollo,
caracterizándola como la consideración del ser humano como lo primordial
y un desarrollo integral, coordinado y sostenible", cerró la última de
las notas de Granma.

El fantasma de Deng

La amurallada política editorial del diario oficialista vedó a sus
lectores de los más importantes pasajes del informe de Hu al congreso,
en los que elogió la estrategia de reforma y apertura emprendida en 1978
por el entonces líder Deng Xiaoping y mencionó más de 60 veces la frase
"democracia dentro del partido".

Deng, cuyo pragmatismo le llevó a decir: "no importa el color que tenga
el gato, lo importante es que cace ratones", nunca fue una figura
halagada por la mediática cubana.

Una revisión somera indica que mantuvieron casi en silencio sus
profundas reformas de mercado y la política de puertas abiertas al gran
capital trasnacional, en los años ochenta, que estructuraron la que es
hoy la cuarta economía mundial.

El replanteo del sistema electoral del partido, los esfuerzos por
democratizar su vida interna, la disparidad en la distribución de la
riqueza social, las pautas financieras y la bolsa de valores, el combate
contra la pobreza y las ideas del segundo hombre de la jerarquía, Wen
Jiabao, sobre "la emancipación de la mente y la iniciativa privada",
fueron igualmente asuntos discriminados por Granma.

El primer ministro Wen pidió esfuerzos sostenidos para impulsar la
reestructuración económica y política, y dijo que "sólo si el país se
reforma y abre genuina, constante y completamente al mundo exterior,
China tendrá un futuro brillante".

La lista de los temas descartados por Granma trasluce más o menos las
discrepancias cubanas con China, un país con el que tampoco Fidel Castro
se sintió cómodo durante el período maoísta por sus disparatadas
políticas internas, su penetración en los movimientos revolucionarios en
América Latina y el cisma con Moscú, que por un pelo no terminó en una
guerra nuclear.

Luego, al comienzo de la era post-Mao, la invasión pekinesa a Vietnam,
un aliado histórico de la Isla, hizo que las relaciones descendieran a
los infiernos.

Con Deng, las nexos fueron recomponiéndose, aprovechando sobre todo el
vacío soviético, pero sólo llegaron a la plenitud actual con la alianza
forjada entre Fidel Castro y Jiang Zemin, el heredero de Deng y quien,
aun retirado, sigue siendo una figura de cuidado detrás del trono.

Guaguas y alta política

Después de Venezuela, China es el segundo socio comercial de Cuba con un
intercambio de unos 2.405 millones de dólares en 2006. Ambas naciones
han establecido empresas mixtas en turismo, agricultura, minería y
biotecnología.

El flujo de delegaciones oficiales, en ambas direcciones, en sectores
estratégicos de la política, la economía y las fuerzas armadas, da fe de
una sólida alianza que, sin embargo, no se toma como paradigma de
relaciones entre países socialistas, pues tal referente lo reserva La
Habana para el esquema integrador del ALBA, patrocinado por la Venezuela
de Chávez.

Para poner las cosas en su sitio, en marzo pasado el periódico Granma
publicó un artículo del economista y politólogo Manuel Yepe en el que
afirmaba que Cuba sigue su propio modelo de desarrollo diferente a la
"economía de mercado socialista" que llevan adelante China y Vietnam.

En un trabajo titulado "La táctica de las comparaciones", el experto
consideró que tal ejercicio es "un pasatiempo nada ingenuo para promover
en el campo de las ideas, la desconfianza y la desunión". Aunque admitió
que ambas naciones son dirigidas por partidos comunistas, dijo que
acusan "también peculiaridades bien distintas".

Para el cubano de a pie, esos son asuntos de alta política. Lo que
importa es poder montarse en una Yutong y llegar temprano a casa o al
trabajo. Sin más, gozar de un día de suerte. Si China es capaz de obrar
ese milagro, entonces "que pase lo que pase allá, no es mi problema",
dijo un anciano que esperaba ansioso una guagua que lo llevara al oeste
capitalino.

Llevaba más de una hora bajo el sol, sudando ferozmente. La escena hace
que la felina fábula de Deng no carezca de sentido.

Dirección URL:
http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/cuba/articulos/socialismo-de-porcelana

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